El Heraldo
Opinión

Odio (10). La llanta rota

Leo en El País, España, “¿Por qué los niños creen (o no) que Papá Noel existe?”. Una investigación busca entender por qué el 83% de los niños cree en esta ficción a pesar de que ellos son consumidores racionales y reflexivos de información. Un par de razones: “Porque los adultos hacen todo lo posible por mantener vivo el mito. (Así), el 84% de los padres lleva a sus hijos a ver a más de dos imitadores de Papá Noel durante las Navidades. (Y porque) el servicio de correos de EEUU promueve el programa ‘Cartas de Papá Noel’, el cual envía respuestas personales a las misivas de los niños”. Esto lo hacen los adultos porque “los niños no se creen todo lo que les contamos y tenemos que inundarlos de pruebas como las campanillas en el tejado, los papás noeles vivientes en el centro comercial o la zanahoria a medio comer la mañana de Navidad”. Pruebas falsas para sustentar un hecho falso con tal de alimentar el comercio: alguien tiene que sacar provecho de las mentiras.

Considerando todo el esfuerzo que hacen los adultos por conservar vivo este mito, al no creer en él los niños ejercitan su capacidad de pensar científicamente “y eso no conviene a nadie”. Desde que nacemos el sistema se empeña en convencernos de mentiras sabiendo que lo son. Muchos en Colombia creen por esto que la ciencia es una ficción. Según una reciente encuesta de Firmas y Conceptos, solo el 28 % cree que el Big Bang dio origen al universo y solo el 44 % cree en la evolución de las especies. Once años de colegios, luego cinco en una costosa universidad, algunos se especializan en el extranjero, viajan, conocen otras culturas y al final siguen creyendo que descendemos de Adán y Eva.

Para Harari, las ficciones nos aglutinan como sociedad: la ficción de un dios, de una bandera, de un equipo de fútbol, del ‘sueño americano’, o la ficción del miedo que enquista el odio y origina los prejuicios (el racismo, la homofobia, la misoginia, la xenofobia) con los que suelen sostenerse en el poder los políticos: miedos y odios inventados. Alguien dijo que algunos de quienes votaron por el ‘No’ vivieron la guerra por televisión. Muchos de ellos conservan vivo el miedo que nunca padecieron porque así lo repiten quienes necesitan conservar esta situación sabiendo que la gente “no se cree todo lo que les contamos y hay que inundarlas de pruebas”. 

“La guerra no puede ser un proyecto de porvenir para nadie (...) O tienes el coraje de mirar hacia el porvenir, o sigues mirando hacia atrás”, dijo Mujica. Si vamos a alimentar ficciones inventemos una en la que ganemos todos por igual. Colombia necesita inventarse su ‘sueño colombiano’. Para ello debe repensarse hasta demoler los miedos del pasado (aceptémoslo: ya se puede viajar por carretera, ya se puede “ir a la finca”, ya Julito no hace campaña radial por los soldados heridos) y desmontar la llanta rota del odio, impuesto y recordado constantemente por los políticos como pruebas (falsas) del conflicto con las Farc que (al menos en el monte) ya acabó. Lo que fue y ya no es, es también una ficción. Como la nostalgia de la guerra o del país que fuimos.

@sanchezbaute  

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