El Sudamericano de fútbol sub-20 es un torneo para coronar un campeón del continente, con lo que representa esa distinción en términos de felicidad, reconocimiento, historia y prestigio, pero al mismo tiempo es una eliminatoria que otorga unos cupos al mayor evento, el Mundial de la categoría. Y, de paso, a los juegos panamericanos, menos que el mundial, pero de trascendencia continental.

Colombia ha logrado clasificar, con todo merecimiento, a estas dos próximas citas. Tal vez, por esto no es tan profundo el dolor por no poder tener, en la última jornada, la posibilidad de alcanzar el título que, en su condición de anfitrión, seguramente era un gran anhelo.

Si me tocara simplificar las razones y solo recordar jugadas muy puntuales y no una mirada más amplia y colectiva del por qué, recordaría el penal fallado de Gustavo Puerta ante Brasil y el lamentable error del buen arquero Luis Marquinez frente a Uruguay.

Futbolísticamente se mostró como un equipo con mucha solidez defensiva, liderado por Mantilla y con todos involucrados. Y ofensivamente, con intermitencias y algunas malas decisiones en la jugada pre gol, pero en general con buen manejo del balón, agregando a muchos, velocidad y desequilibrio en sus punteros.

Sus laterales con gran vocación ofensiva y permanente auxilio. Sus mediocampistas criteriosos en la asociación y conducción. Le costó encontrar con más frecuencia la definición y disminuir algunos egoísmos o excesos de sus delanteros.

Mantilla, Puerta, Ocampo, Cortez y Luna son algunos de los futbolistas destacados en una Selección que colectivamente fue muy consistente la mayor de las veces y con pasajes de buen fútbol. Buen fútbol que, seguramente, el cuerpo técnico aspira a que aumente en el Mundial con la presencia de Jhon Jáder Durán y Yaser Asprilla.