El estrepitoso 7-1 sufrido por el Tolima ante el Flamengo y la derrota del Cali frente al Melgar de Perú, significaron la eliminación de los dos únicos representantes del fútbol colombiano que habían quedado en las competencias sudamericanas. Una nueva decepción que sigue confirmando el bajo nivel de los equipos de la Liga colombiana y deteriorando y devaluando su imagen internacional.
¿Se percatan de esto los dirigentes, técnicos y jugadores? ¿Les interesa modificar tan magro comportamiento o se resignan porque creen que económica, estructural y deportivamente son inferiores? Tal vez el interrogante es capcioso porque a lo mejor sí quieren competir mejor pero no encuentran bases más sólidas en las que impulsarse. La primera, sin dudas, es la económica. Salvo Nacional y Junior que son propiedad de fuertes grupos económicos del país (¿Tolima podría estar en esa exclusiva lista?), el resto sobrevive con tesorerías enfermas, algunas en cuidados intensivos.
De tal forma que la venta de los jugadores parece representar la más fuerte y confiable fuente de ingreso. Esta operación, que antes era excepcional, hoy da la impresión de ser el gran objetivo, la razón de ser y tabla salvadora. La Liga parece haberse convertido en una suerte de alacena para el fútbol internacional. Sin embargo, ser un buen vendedor no debería reñir con ser mejor competidor. Hay que transferir a Luis Díaz, claro que sí, pero por eso no hay que ser goleado (4-0), y eliminado, por Unión de Santa Fe.
Entre otras cosas, las que se me ocurren a mano alzadas y con la restricción de la estrechez del espacio, para intentar mejorar, habría que recurrir a modificar el sistema de campeonato, uno que no estimule la mediocridad en donde puede ser campeón el que clasifica con menos del 50%de los puntos disputados. Ser más serios en las reglas de juego, organizar más y mejores campeonatos de divisiones menores. Trabajarlas con más apoyo y profesionalismo.
Habría que pedirles a los técnicos, reconociendo su obligación con el resultado, que auspicien un fútbol más audaz, con más exigencia en todos los aspectos (esos también acercan a los buenos resultados). Que luchen contra el síndrome del visitante de sus jugadores, empezando por ellos. Que una hora de avión entre una ciudad y otra no los cambie de ambiciosos y atrevidos en su casa, a cohibidos y dóciles de visita. Habría que exigirles a los futbolistas menos simulación y más entrega. Que esté interesado en ir a jugar al exterior, como no, pero como consecuencia de su compromiso y entrega total con su equipo y no solo por la habilidad de su empresario.
Que entienda, acepte y entrene las nuevas exigencias técnicas, tácticas y físicas del fútbol de élite. Empezó el jueves otro torneo más (entre otras cosas, con una triste derrota del Junior en Tunja). Y, otra vez, será un fútbol de entre casa. El fútbol de la élite Sudamericana, el del reconocimiento, el de la valorización, ese, no tiene, como en los últimos años, al fútbol colombiano en su lista de invitados.