Como educador, siempre celebraré y apoyaré las iniciativas responsables y ajustadas a las mejores prácticas para brindar más oportunidades de formación a las nuevas generaciones. Con conocimiento de causa, y apoyado en datos, puedo afirmar que en nuestro país no se necesitan más programas de medicina, al menos no justificados solo en un indicador cuantitativo de recurso humano.
Más allá del debate acerca de si las inclusiones y exclusiones de los productos gravados con los nuevos "impuestos saludables" en la Ley 2277 de 2022 respetan la racionalidad técnica, debemos, como colombianos, celebrar esta medida que desincentiva el consumo de productos con el potencial de desencadenar fenómenos no deseados en salud pública, como el aumento de la obesidad infantil que se reporta en un gran número de países.
Aceptando las limitaciones que todo ranking tiene impuestas por las métricas y la metodología usada en su construcción, este tipo de análisis del desempeño de las instituciones territoriales en salud, aporta información valiosa para evidenciar los logros alcanzados y para identificar las oportunidades de mejora, especialmente ahora que en el país estamos próximos a elegir a las nuevas administraciones regionales.
Es éticamente inaceptable que uno de cada cuatro niños en nuestra región esté expuesto a infecciones inmunoprevenibles como la hepatitis B, el sarampión o el tétanos. La pobreza, el desfinanciamiento de los sistemas de salud y la creciente inestabilidad política y social del continente parecen ser las causas de este descenso abrupto en las coberturas de vacunación.