Cada viernes, antes; cada día, ahora, recibo para el Noticiero Televista una caricatura de Monokuko, como se identifica a sí mismo el arquitecto restaurador Ignacio Consuegra Bolívar, en lo que concierne a opinar con el dibujo.

Y siempre esos sesudos pincelazos de humor bien condimentados con sarcasmos y adobados con ironía sobre la actualidad sacan una sonrisa, un gesto o una carcajada del público televidente. Pero antes de que eso ocurra se logra el cometido entre quienes la vemos por primera vez, lista en la que me incluyo al comienzo antes de que pase por editores, productores y la espigada VTR que le da el clic final al aire.

¿Y qué es una caricatura? ¿Cuánta pasión, amor u odio puede despertar? Eso se está preguntando hoy la humanidad después de conocerse el fatídico y repudiable crimen cometido contra los caricaturistas de la revista Charlie Hebdo en París, de corte de izquierda y provocador y cuyos dibujos publicados en los últimos tiempos estaban relacionados con Mahoma y sus seguidores, en las más diversas actitudes, incluyendo algunas que ridiculizaban los sectores fundamentalistas de esa religión. Pero de eso precisamente se trata la caricatura, no de un poema de amor ni una catarata de elogios. Así no nos guste. Un asunto para debatir.

Este hecho está identificado como la masacre más grande de que se tenga noticia contra un medio de comunicación. Y preciso en Francia, país respingado y ultracivilizado con osadas publicaciones como ésta. Vive allí una vasta población musulmana, afianzada en esa nación que se caracteriza por su cultura propia, su literatura, su moda, su cocina y su lengua. Tema este último que me recuerda al formal señor Tibau y a su familia del viejo libro verde con figuritas de la Alianza Colombo Francesa.

Monsieur vivía en el cuarto piso del número 10 de la Plaza Italia. Era un hombre común, con una familia formal. Fue esa familia una de las primeras en influir en nuestra cultura local a través de su convivencia, con sus muy sanas costumbres y muy, pero muy, lejos de la violencia. Era esa familia, como lo deben ser los franceses, más cercanos a la vida apacible y a la cava, que el señor Tibau compartía con su amigo Jaque, avec bon vin.

Oui Monsieur, ¡je suis aussi Charlie!

Coletilla novelesca y cinematográfica: Cuánta sincera alegría nos produce que el director de este diario, forjado en los hornos mismos de esta ciudad y adobado con los condimentos de su familia judía, comenzando con Nachum y Helena, logre llevar a un director uruguayo a filmar Mr. Kaplan, una película que ya comenzó a rozar las mieles del éxito con la nominación a los Goya. La historia es bien del patio pues está basada en aquel alemán que veíamos hace años en las playas de Salgar y de quien se especulaba que era un nazi escondido. Bien por Marco Schwartz, escritor, periodista y humanista, a quien los estudios de ingeniería en la Norte le han servido para construir buenas obras.

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