Hoy, 21 de mayo, conmemoramos en Colombia el Día de la Afrocolombianidad, desde 2001 cuando fue expedida la Ley 725, ocasión propicia para visibilizar y exaltar su contribución, con su cultura, sus conocimientos y su folklor a la construcción de nuestra abigarrada colombianidad.

Tuvimos que esperar hasta el año 1991, para que se reconociera en la Constitución Política de Colombia su carácter multiétnica y multicultural. Increíble pero cierto.

Se repite la historia: la libertad de los esclavos (traídos al país por los negreros que traficaban con ellos desde el África a América) fue una de las banderas enarboladas por Bolívar, el Libertador, pero solo pudo lograr que se decretara la libertad de vientres (los hijos de esclavos nacían libres) en el Congreso de Cúcuta en 1821 y eso diferida, pues solo se hacía efectiva al cumplir la edad de los 18 años.

Es más, no faltaron quienes se daban sus mañas para burlarla y soslayar su cumplimiento, tal fue el caso del poeta caucano Julio Arboleda, quien llevaba a las esclavas parturientas al otro lado de la frontera para que la criatura que traía al mundo no la cobijara.

El inefable Julio Arboleda aducía que “un pueblo ignorante y pobre no podrá ser libre jamás”. Pero, además, él hizo parte de las huestes de hacendados esclavistas que se levantaron contra la abolición de la esclavitud en el gobierno de José Hilario López en mayo de 1851, la cual entró en vigor a partir de enero de 1852.

Con ocasión de mi ingreso como miembro correspondiente a la Academia Colombiana de Historia, en cumplimiento de uno de los requisitos de rigor, presenté a su consideración mi investigación sobre Juan José Nieto y Luis Antonio Robles, dos figuras cimeras de la afrocolombianidad, primer afro en ocupar el solio de los presidentes y el segundo primero en ocupar una curul en el Parlamento colombiano, ambos discriminados e invisibilizados por el color de su tez. Te lo comparto con ocasión de esta fecha que hoy conmemoramos.