Desde hace algún tiempo, Caribe Afirmativo y la Organización Internacional de Migraciones han venido indagando sobre unas realidades que para muchos habían permanecido dormidas, negadas, silenciadas: las representaciones LGTB dentro de las comunidades afro e indígenas. Así fue como se atrevieron a preguntarse qué pasa en Colombia cuando una persona indígena o afrodescendiente se reconoce como gay, lesbiana o trans dentro de su comunidad y cómo vive su orientación y su identidad sexual.

Muchas personas se ven obligadas a dejar los lugares donde viven para encontrar mayores libertades en los espacios urbanos, en las grandes ciudades, en otros países. Prefieren enfrentar otras formas de violencia y otras vulnerabilidades derivadas del hecho de ser migrantes. Así, la pregunta por estas comunidades es absolutamente pertinente, porque pone el foco en realidades complejas donde se cruza lo que los científicos sociales han llamado interseccionalidad. Es decir, no es lo mismo ser una mujer lesbiana blanca de clase alta, a ser una mujer lesbiana afro de sectores populares o rurales.

Con estos intereses y estas preocupaciones en la cabeza, un grupo de jóvenes investigadores se fueron a las comunidades y encontraron un universo fascinante e incomprendido. En el caso del universo Wayuu, por ejemplo, accedieron a un mundo mucho más rico que aquella absurda reducción de titulares de prensa contando niños muertos por desnutrición. Estamos hablando de una complejidad que aún resulta incomprendida para el Estado colombiano, sus ridículas intervenciones, la espectacularidad de las noticias y la ingenuidad cómplice de las perversas consecuencias de los megaproyectos mineros.

Así, quizá lo más importante de este asunto, es que revela la necesidad de que el movimiento LGTB se piense como un movimiento que lucha contra las prácticas racistas, porque no le es desconocido el racismo, y la necesidad de que las organizaciones afro e indígenas se comprometan con la defensa de los derechos de las personas LGTB, porque también son su gente.

Adriana, una joven afrocartagenera con una amplia militancia dentro del movimiento afro, reconoce cómo las mujeres lesbianas y negras tienen que asumir una triple condición de riesgo frente a las distintas formas de violencia y la discriminación. Pero, además, reconoce la titánica tarea que significa poner estos temas dentro de su propio proceso organizativo.

El análisis sobre el conflicto armado en Colombia, por ejemplo, que ha tenido tanta representación en los espacios rurales, exigió poner la atención sobre cómo llegaba la guerra a las comunidades campesinas, pero cómo llegaba de manera diferente a la gente. La violencia llegó de forma particular a las personas homosexuales y trans, que además ya tenían que enfrentar discriminación en sus propios espacios y por su propia gente. El documental Señorita María, presentado en el Festival de Cine de Cartagena, nos lleva a ese mundo que no siempre tiene participación en las marchas del orgullo gay, pero existe y su corazón late con fuerza. La invitación es a que nos permitamos escuchar sus latidos.

@ayolaclaudia - ayolaclaudia1@gmail.com