Luego de más de un año, Uber Colombia S.A.S. fue finalmente sancionada por la Superintendencia de Puertos y Transporte con una significativa suma de dinero. Dice la Superintendencia que Uber presta servicios sin la autorización y sin el cumplimiento de los requisitos solicitados por las normas de transporte, entre otras observaciones similares. No tengo facultades que me permitan valorar esa decisión, por lo tanto asumo que efectivamente es así y que la empresa no cumple con los requisitos mencionados. Con esta medida parece claro que el Gobierno no tiene intención alguna por buscar verdaderas alternativas que nos permitan movernos con dignidad, quizá se deba a que en la Superintendencia crean que el transporte público y la movilidad en Colombia funcionan muy bien y que es mejor quedarnos como estamos.
Uber tiene varias imperfecciones. Aunque ofrece comodidades irrefutables, el transporte de pasajeros mediante esa modalidad no puede considerarse sostenible a gran escala, al fin y al cabo no todos podríamos realizar nuestros viajes de esa forma: el trancón sería igual o peor. Además, no cabe duda de que se debe tener alguna clase de regulación, y que es necesario que el usuario tenga mayor claridad en cuanto a sus deberes y derechos cuando decide utilizar esa plataforma. Eso no quiere decir que este tipo de servicio no tenga cabida en una ciudad contemporánea que pretenda ser competitiva, al contrario, es parte de la solución. Lo ha dicho el reconocido ingeniero de transporte Samuel Schwartz: uno de los mayores aportes de Uber es que permite que la decisión de vivir sin un vehículo propio no solo sea posible sino atractiva; una postura que se aleja de las usuales declaraciones de nuestros funcionarios.
Por diferentes motivos, bien sean políticos, sociales o económicos, en nuestras ciudades no existe un debate abierto y franco que nos permita buscar respuestas adecuadas a los enormes desafíos que ofrece la movilidad urbana. Solemos volver a las fórmulas del fracaso, más parqueaderos, más ampliaciones viales, más calles en un solo sentido, más puentes, más cupos, más carros; lo que se ha hecho siempre. Por eso no es sorprendente que en Colombia sea tan difícil ofrecer esquemas de transporte público eficientes, pretendemos que las cosas cambien haciendo lo mismo.
En ese sentido las respuestas del Gobierno han sido desalentadoras. Al observar las peripecias del Ministerio de Transporte, Superintendencia incluida, se percibe un gran desgaste por mantener el statu quo, un empeño incomprensible por defender el modelo tradicional de transporte, el mismo que históricamente ha permitido todo tipo de incomodidades y abusos. Por eso hay que decirlo con claridad: la irrupción de Uber en el mercado ha debido ser aprovechada para motivar mejoras sustanciales propiciadas por un cambio de fondo en la regulación, y no al revés. Bienvenidos al siglo pasado.
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