En su cruenta arremetida contra la guerrilla y cualquiera que figurara como ‘colaborador’ de la misma, los paramilitares, que empezaron su accionar violento en el Cesar a finales de los 90, sembraron el terror con sangre en este departamento. Para ellos, lo importante era desterrar a los grupos subversivos que habían plagado la Sierra Nevada de Santa Marta y la serranía del Perijá.
Sin embargo, fueron conscientes de que las montañas han sido ancestralmente sitio de asentamiento de los pueblos indígenas, población que intentaron mantener al margen del conflicto, como una cultura independiente, ajena a la confrontación.
Fue por ello, que los cabecillas del Bloque Norte de las AUC, al mando del hoy extraditado ‘Jorge 40’, hicieron un pacto de convivencia con las autoridades de las etnias arhuaca, kogui, kankuama y wiwa, en la Sierra Nevada; y yukpas, en Perijá, a fin de no interferir en sus territorios, y que estas se mantuvieran al margen de los grupos alzados en armas.
Así lo manifestó Oscar Ospino Pacheco, alias Tolemaida, excomandante del frente ‘Juan Andrés Álvarez ’de las autodefensas en el Cesar, quien ha reconocido sus acciones en el marco de Justicia y Paz.
El pacto de convivencia
Contó que ‘Jorge 40’ buscó un acercamiento con los indígenas. El primer encuentro se hizo en Córdoba, donde asistieron además Carlos Castaño, Mancuso y Tolemaida, y se reunieron con el entonces director de la Organización Nacional Indígena de Colombia y algunos representantes de esas comunidades; una segunda reunión se llevó a cabo en el departamento del Magdalena, y duró tres días, en esta se concretó el ‘acuerdo de convivencia’.