Difícil en modo superlativo es la situación en la que recibe el presidente Gustavo Petro la Colombia, hasta el 7 de agosto pasado, administrada durante cuatro años por el saliente gestor Iván Duque Márquez y parece buena la intención posible, pero no fácil, de paz total, algo necesario para la salida del hoyo negro en que se encuentra el país desde cualquier ángulo que se vea.

El nuevo gobierno en su compromiso con los colombianos enfrentará la rancia resistencia de aquellos quienes por conveniencia no han hecho lo suficiente o nada por un cambio o al menos la iniciación de éste. Y se hace referencia al cambio de actitud ante las necesidades básicas del país, ante el comportamiento de los corruptos, ante las expectativas de la nación colombiana por un mejor vivir a través de oportunidades, del mejoramiento de lo bueno obtenido y ante sus derechos constitucionales. No le queda fácil al nuevo gobierno, por trabas, ser poco el tiempo, malas mañas y cultura política, desarraigar tanta maleza que por años ha impedido el desarrollo del país.

Si hacemos historia, quienes hasta hoy hemos pasado por la edad de ochenta años, hemos escuchado y vivido las quejas por los malos gobiernos y cada cuadrienio renace la esperanza de un cambio esperado y pospuesto cada vez, por cuatro años más.

Que sea esta la oportunidad de verdaderamente cambiar las cosas para mejor, no para empeorarlas. Una oportunidad de oro para el nuevo mandatario en cumplir lo prometido en su campaña por la presidencia, enunciando a posteriori el “sí se pudo” ya que por ahora es sólo una llegada al poder. Amanecerá y veremos. Mientras tanto sigamos soñando y, ojalá, Dios permita que el despertar sea feliz.

Ulises Rafael Rico Olivero