Compartir:

En un país lejano, faltando meses para las elecciones presidenciales, un cura cascarrabias, un piloto de aviones, un mimo sin gracia, una gentil azafata y un hábil malabarista se preguntaban qué sería de sus vidas si se convirtieran en presidente de la nación.

El cura cascarrabias era un poco temperamental. Le fallaba el sentido del oído, así que no escuchaba consejos. A parte, los años lo habían vuelto paranoico y creía que todos iban a quitarle el dinero de las ofrendas. Era mejor no llevarle la contraria, pues se enojaba con gran facilidad. El piloto recién salía de la escuela de vuelo. Siempre se encontraba dispuesto a relevar a cualquier colega suyo cuando hiciera falta. Era apuesto, con sus gafas de aviador que le daban un aire de confianza. Según decía, era capaz de manejar todo tipo de aeronave, ya fuera grande o pequeña.

El mimo, como no podía ser de forma distinta, sólo hacía gestos y mímicas silenciosas. A decir verdad, pasaba desapercibido por dondequiera que iba. Pues como imitador, cambiaba tanto de rol que se lo confundía constantemente. No era muy gracioso, aunque siempre andaba con un buen maquillaje en la cara. La azafata era muy elegante. Conocía todos los países del mundo. Había explorado selvas tropicales y de concreto. Sin embargo, últimamente abordaba tantos aviones que casi no ponía los pies en la tierra.

El malabarista era bueno con los platillos y los bolos. Administraba un circo famoso, así que muchos escapistas y payasos trabajaban para él. Si bien era malabarista de profesión, a veces se dejaba llevar por sus dotes de comediante, pero la gente no sabía si reír o llorar por lo malo de sus chistes.

Todos ellos tenían gustos particulares, vivían dentro de aviones, iglesias o circos. Pero ¿acaso no eran esencialmente iguales? ¿realmente algo los diferenciaba? Y por último y no menos importante: ¿cualquiera de ellos estaría dispuesto a dejar su vocación para servir fielmente a los intereses de la patria y sus ciudadanos?

Andrés C. Palacio