Existen entidades y medios que valiéndose de su condición de captadores de información en buzones electrónicos con miras futuras a “publicar”, recopilan una serie de documentos y artículos, siendo democráticos para la captación en sus mensajes publicitarios y cuando el documento ya está en sus manos la situación es otra, reina el silencio y jamás responden.
Para quienes no fijamos estas nimiedades prolijas ni en baratijas de la arrogancia copista y mediática censurante para el autor y plagiada por el impostor, siempre nos llena la tranquilidad de saber que solo el autor original es el único que puede explicar en forma correcta sobre el tema por mucho que se llene de oscurantismo, arrogancia y censura por parte de quienes acostumbran a estas formas de engaño. Algunos medios que –creyéndose meter cinco para sacar diez– se equivocan, eso no es ético, ya lo menciona René Descartes en su libro El discurso del método en uno de sus capítulos: cómo y cuándo publicar una obra, una idea o un invento y precisamente hace referencia a esta situación.
Vivimos en un mundo de delincuencia intelectual y académica, producto de un régimen institucional corrupto aunado a personajes y figuras sin ninguna ética y moral, pero solo aquellos que sabemos cómo es el conocimiento no nos preocupamos por este mecanismo copista, la copialina, el plagio es su accionar, pero solo quien conoce o entiende los principios y las leyes del conocimiento sabe de corazón que hay que respetar y esforzarse por ser original; pero quienes estamos en el verdadero conocimiento jamás aceptamos la copialina, como tampoco nos prestamos para elaborar documentos u obras fraudulentas para vendérselas a farsantes para que escalen posiciones, jamás permitiremos que la corrupción corrompa el corazón del ser en materia de conocimiento y menos para buscar fama o generar lucro.
El conocimiento es patrimonio de la humanidad, no es mercancía de élites ni caballo de batalla de la arrogancia, y un país está en la ignorancia cuando la academia se llena de etiqueta y soberbia, y no de humildad y servicio al prójimo o a la sociedad. La academia no puede estar formando delincuentes y menos estar al servicio del delito.
José de Jesús Tejada Maury
Jotema044@gmail.com