
Deplorable, tristeza, rabia, desconsuelo e impotencia es lo que se siente cada vez que pasamos frente a un arroyo o puente de esta ciudad. No es posible que mientras pagamos un servicio de aseo que funciona de todos modos, existan personas que cometen el error de contratar carretilleros y carro-muleros para botar basuras, podas y escombros, a personas que no tienen capacidad para ejercer dicha actividad. Así vemos cómo estos señores arrojan estos desechos en la primera vivienda que encuentren a su paso en donde sus propietarios no estén asomados a su puerta o esté la misma deshabitada; y en el peor de los casos, van directamente al primer arroyo que les queda cerca.
Lo anterior, no solo contamina el medio ambiente, sino lo que es más grave, todos estos desechos van al río disminuyendo su canal, y de éste, al mar. Terminando por acabar la fauna marina, ensuciando las playas, que es lo más hermoso que tenemos para mostrar a los turistas, y lo que es inadmisible, toda esta sedimentación con el bloqueo que hacen las aguas marinas a las aguas fluviales se queden en el canal de acceso al terminal marítimo de esta ciudad, donde a diario se pierden en dragado miles y miles de millones de pesos, que sin duda, acabando de una vez por todas esta incultura ciudadana, esta plata serviría para invertir en educación y salud.
Las cifras que nos da cuenta del director de Cormagdalena, doctor Juana Gonzalo Botero, de diez mil millones de pesos invertidos en el Puerto de Barranquilla y el Canal del Dique son apenas unas sumas irrisorias a lo que allí se invierte a diario, sin resultado alguno. Pues, observamos cómo los barcos han quedado varados en los bancos de arena que arrastra el Río, por la irresponsabilidad de lo antes dicho, y por haber telado los bosques hasta su propia rivera.
¿Será que las autoridades locales, departamentales y nacionales, desconocen esta situación? No lo creo, más bien, pienso que estamos frente a la ambivalencia que creen erróneamente que si ejercen autoridad dejaran sin trabajo a estos personas, cuando eso no es cierto. ¡He aquí el error!
Hernando Narciso Albor Salazar
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