El 2 de octubre próximo, día memorable para el país, los colombianos nos sentiremos orgullosos de refrendar el acuerdo celebrado en La Habana entre Gobierno y Farc para la “terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”, como quedó consignado en la pregunta para la consulta, con un rotundo y definitivo “Sí”.
El acuerdo consta de un preámbulo, una introducción, los diferentes puntos desarrollados en el mismo y de un protocolo y sus anexos, señalándose en el preámbulo que las partes persiguen lograr una paz definitiva, amparar los derechos humanos velando por los derechos fundamentales, lo cual basta para considerar lo acertado del acuerdo, toda vez que un preámbulo en todos los casos, ilumina, orienta y se entrelaza con el contexto.
Como el espacio no permite mayor ampliación, señalaremos en síntesis cuál es el contenido de los diversos puntos, a saber: reforma rural integral para alcanzar un mayor bienestar y calidad de vida en el campo, donde se ha producido la guerra durante sesenta años; participación política, dando lugar a una mayor apertura democrática, para la consolidación de la paz; cese al fuego bilateral y definitivo, y abandono de las armas; búsqueda de solución al grave problema de las drogas ilícitas, teniendo en cuenta que la persistencia de los cultivos está ligada en parte a la existencia de condiciones de pobreza, entre otras cosas; resarcimiento de las víctimas, con el estableciendo de un sistema integral de verdad, justicia, reparación y no repetición, finalmente, el punto 6 se refiere a los mecanismos de implementación y verificación.
Como puede verse el triunfo del “Sí”, implica una nueva visión acerca de las relaciones entre colombianos, de entendimiento, cooperación y fraternidad, con lo cual se logrará una comunidad tranquila y en armonía social, pero con el triunfo del “no”, se ignora las nuevas realidades que vendrán , oyéndose de nuevo tal vez, los ladridos de los perros de la guerra.
Emiro Guerrero
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