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Cuando se observa el problema por el aumento de la mendicidad en todo el país, este amerita hacer un análisis de la realidad económica sobre el rebusque de un limosnero apostado en un semáforo en cualquier vía de las principales ciudades colombianas. El resultado es el siguiente: si un semáforo cambia de color cada 30 segundos, por cada minuto, el mendicante tiene ese tiempo útil para facturar, sin IVA, mínimo $200.

Con este esquema matemático, en una hora de trabajo habrá recaudado $12.000 y si esto lo hace ocho horas por día, descansando los domingos, da un promedio de 25 días por mes, lo que deja una facturación de $2.400.000 mensuales. ¿Será que está es una cuenta absurda y algo despreciable? Ahora bien, $12.000 por hora es una suma razonable, porque las personas que colaboran no siempre dan sólo $200. Sin embargo, asumamos que el mendigo sólo recauda la mitad de la cuenta inicial, es decir, $6.000 por hora. Así las cosas, haciendo nuevamente las cuentas, tendremos un valor final de $1.200.000 al mes, suma que equivale al salario promedio de un profesional colombiano que trabaja 48 horas por semana en una empresa corriente.

La mendicidad, aunque es una modalidad de rebusque que se observa más en Bogotá, también se presenta en otras importantes ciudades colombianas como Medellín, Cali, Barranquilla, Bucaramanga, Manizales y las ciudades turísticas de Santa Marta y Cartagena. En definitiva, de los limosneros nadie se escapa debido a que tienen su campo de acción en las principales vías públicas de las diferentes ciudades, establecimientos públicos, restaurantes, buses de transporte público, en el Transmilenio, cementerios, iglesias, santuarios y en las terminales de transporte terrestre y aéreo; además llegan hasta nuestros lugares de residencia.

Todo esto demuestra que en Colombia ser limosnero sí paga. Así que, a manera de sana reflexión y por su economía personal, no colabore con la mendicidad porque recuerde muy bien: “Dios no paga las limosnas” y detrás de la mayoría de los mendicantes se mueven las más viles organizaciones delictivas.

Jorge Giraldo Acevedo