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En un fallo sin precedentes, la Corte Constitucional avaló la adopción de niños entre parejas homosexuales, solo si el hijo es biológico; como resultado de una tutela interpuesta por una pareja de lesbianas. Las familias homoparentales en Colombia crecen cada día más y así ciertos grupos no estén de acuerdo, hay que acatar la ley. Ya se pronunciaron el procurador Alejandro Ordóñez, la Iglesia Católica y demás detractores. Una cosa es ser gay y otra ser corrompido. A muchos padres de familia no les importa –me consta– que el rector y los profesores en colegios dirigidos por religiosos homosexuales eduquen a sus hijos, pero sí protestan por la adopción entre parejas gay. También han caído rayos y centellas contra la ministra de Educación Gina Parody D'Echeona y su novia la ministra de Comercio Cecilia Álvarez-Correa Glen, señalando de inconvenientes sus respectivos nombramientos, sobre todo por Parody. Que sepamos, los ministros antecesores de Parody no son gay, y nada o poco han hecho para cambiar el modelo de educación en el país. A la gente hay que juzgarla por sus resultados profesionales, no por su condición sexual. No se trata de aceptar, sino de respetar la diversidad. Desde la orilla heterosexual damos la bienvenida a la medida, porque curiosamente la población LGTBI viene de familias regulares, o ‘normales’, como muchos lo podrían calificar. ¿No será peor para un niño ser hijo de un padre desconocido, cuando su madre acude a un banco para ser inseminada? ¿No será peor para un niño ser hijo de un vientre alquilado?...

Helena Manrique Romero