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El mes pasado leí, con profunda indignación étnica, en el periódico EL HERALDO el poco interés que despierta el aprendizaje de la caja, instrumento de percusión, en los estudiantes de las escuelas de música vallenata, que de trescientos ochenta y cinco (385), treinta y ocho (38) se deciden por la enseñanza de este instrumento, perteneciente a la tríada vallenata: caja, guacharaca y acordeón; y como si esto fuera poco, en la edición del 11 de abril del año que decurre EL HERALDO tituló “¿La guacharaca, en vía de extinción?” y dos grandes cultores de este instrumento indígena: Pedro Negrete y Luis Suárez prenden las alarmas con unas lapidarias y alarmantes declaraciones “los músicos secundarios (léase cajero y guacharaquero) ayudamos a los acordeoneros y cantantes a ganar plata y fama y ni siquiera tenemos una EPS, los padres de familia inscriben a sus hijos en la escuela de música vallenata para ser acordeonero y cantantes que es lo que da plata y a nosotros nos tienen relegados con un sueldo por de hambre por cada toque”.

¿Por qué no despierta interés en los estudiantes de la escuela de música vallenata el aprendizaje de la caja?, la respuesta está en la misma historia de la música vallenata y su dirigencia. El acordeón, para quien esto “garrapatea”, la caja es insabora y de poco valor en la escala crogmática y en sentido”gallego”, pero siempre está omnipresente; el acordeón, y últimamente el cantante, son los protagonistas, los que están al frente, los dueños del balón, y todo gira a su alrededor, al extremo de proclamarlo El Rey.

¿Y la caja y la guacharaca, qué?, ellos son, valga la expresión, los ciervos de la gleba, los lumpen, el obrero y el socio pobre, que deben estar en segundo plano del acordeón. ¿Por qué no crear un rey de la caja o la guacharaca, y crear un premio que lleve el nombre de los legendarios cajeros Cirino Castilla y los Guerra? En el Festival Vallenato un cajero y guacharaquero acompañan a cuatro o cinco acordeoneros participantes porque escasean.

Sindicamos a los que no han permitido en tiempos inmemoriales el desarrollo y la incentivación de estos futuros músicos, de esta etnia indígena y negra, y ponemos con la espada de Damocle en el cuello, o sub-judice, culturalmente hablando, a las autoridades que dirigen la cultura del Cesar, llámese Secretaría de Cultura, Festival de la Leyenda Vallenata y demás entes y, por qué no, a los millones de melómanos vallenatos que no han denunciado históricamente este delito musical, porque el acordeón es la presencia aún del amo, del occidente opresor.

Afortunadamente la esclavitud ya se abolió de la faz de la tierra y la ONU declaró el año 2011 como el año de los afrodescendientes y su cultura musical para la humanidad, pero paradójicamente uno de sus valores culturales, la caja, sigue aún esclavizada y encadenada a un cantante y acordeón por la desidia y poca visión de las dirigencias culturales, ese es el premio que se le da a una etnia que a través de los años aportó a este representativo folclor, permitiendo que se extinga y fenezca.

Un vallenato rancio exclamaría con profunda indignación ¡Qué vaina, ¿no?!

Carlos Picazza