El Heraldo
Cortesía - Jossie Lázaro
Barranquilla

El alto vuelo del avistamiento de aves en la ciudad

La Ciénaga de Mallorquín y el Gran Malecón se consolidan como dos de los sitios más importantes para la práctica del aviturismo y la realización de investigaciones ornitológicas.

La garza rojiza, el colibrí zafirino, la picotijera americano, la cotorra carisucia y la águila pescadora son algunas de las aves que a diario se observan en la ciénaga de Mallorquín, el Gran Malecón, el caño de Las Compañías y el parque Villa Santos, entre otros espacios naturales de la ciudad.

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Con alrededor de 182 especies identificadas, la capital del Atlántico se consolida como un destino turístico para  el avistamiento de aves, una actividad que “alza vuelo” gracias a la diversidad de fauna nativa y migratoria.

La práctica del aviturismo en Barranquilla se ha venido consolidando de la mano de Ramón Montes Quiroz, un joven de 32 años que desde muy pequeño ha demostrado una afinidad y sensibilidad con la naturaleza.

“Unos biólogos de la Universidad Atlántico, en el año 2009, viendo que a mí me gustaba mucho el tema me invitaron a observar aves en el Corral de San Luis, en Tubará. Yo quedé maravillado, pero por temas laborales solo lo pude retomar en el 2016”, recordó Montes, quien es licenciado en Ciencias Sociales de Uniatlántico y técnico en Gestión Ambiental del Sena.

En 2017, Montes Quiroz vio en esta actividad una oportunidad para emprender. Así fue como nació el colectivo Atlántico Birding, a través del cual ha venido liderando recorridos por distintos espacios de la ciudad y su área metropolitana, así como han potencializado sus conocimientos sobre la fauna de la ciudad.

“Hemos recibido turistas de otras partes del país o a nivel internacional, pero también gente local que le gusta este tema y se suma a las salidas”, explicó.

Desde ese momento, las aves se han convertido en parte del día a día de Ramón. Guía de campo, censos o proyectos de educación ambiental hacen parte de las actividades que desarrolla alrededor de su pasión.

Aviturismo, un impulsor del desarrollo en Barranquilla

Los árboles que están en los parques y otros espacios públicos como la Ciénaga de Mallorquín y el Gran Malecón son amigos de las aves.

Conirostro Manglero. Cortesía -Jossie Lázaro.
Búho de Anteojos. Cortesía -Jossie Lázaro.
Barranquero Ferina. Cortesía -Jossie Lázaro.
Garza rojiza. Cortesía -Jossie Lázaro.
Reinita Dorada. Cortesía -Jossie Lázaro.

“He tenido la oportunidad de ir a festivales de aves en otras partes del país y esto ha logrado que crezca mi conocimiento sobre esta actividad”, sostuvo.

Con su experiencia, Ramón y otros expertos han logrado detectar varias especies únicas que están asociadas a ecosistemas propios de la ciudad como la ciénaga de Mallorquín y el Gran Malecón, entre otros.

“En el caño de Las Compañías detectamos un anidamiento de garzas. La recuperación de los caños ha permitido avanzar en labores de avistamiento de aves en estas zonas. Los parques tienen una vegetación bastante interesante y propicia para una buena observación”, dijo.

Destacó que además de Barranquilla, municipios como Usiacurí, Piojó y Luruaco cuentan con espacios propicios para la observación de aves: “A los turistas internacionales les encanta ver las aves endémicas o con distribución restringida. Acá en el norte del país se ven aves que no están presentes en el interior”.

El colectivo Atlántico Birding es liderado por Ramón Montes Quiroz. Luis Rodríguez Lezama
Turismo comunitario

Uno de los grandes aportes que Ramón ha logrado hacer a través de esta labor ha sido el empoderamiento y fortalecimiento de las comunidades cercanas a las zonas en que se adelantan las jornadas de avistamiento de aves.

“También tienen que ganar los guías locales, que son quienes conocen los senderos; las personas que venden artesanías o el que maneja la lancha si toca recorrer un cuerpo de agua”, expuso.

 

EL HERALDO

Además, destacó, la realización de este tipo de actividades les permite “cambiar el chip” a la ciudadanía y generarles conciencia sobre la importancia de cuidar el medio ambiente.

“Hay un impacto positivo en las personas que realizan esta actividad, puesto que influencian en los otros actores de la sociedad. Por ejemplo, a los niños se les concientiza de que las aves no son para cazar o tenerlas en jaula, sino que deben estar libres y en su entorno natural”, puntualizó.

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