Novenas: una tradición que la Covid frena
En algunos barrios se siguen realizando estas integraciones, pero los organizadores reconocen que no podrán entregarles regalos como hubieran deseado.
La Navidad perdió color en Villas de San Pablo. No se respira el ambiente festivo de otros años y el pesebre gigante que adornaba el corazón de este sector, un macroproyecto de interés social ubicado más allá de la Circunvalar, ahora brilla por su ausencia. El principal atractivo decembrino, creado por la lideresa Yaneth Lara, pasó de ser una ‘urbe’ con 400 habitantes hechos de una infinidad de materiales plásticos, a un barrio de prácticamente tres familias. Las razones del drástico cambio de aforo son obvias. El coronavirus ha afectado todo a nivel mundial y, en pleno diciembre, sigue haciendo de las suyas.
Lo anterior es entendible para los vecinos más grandes de este sector de Barranquilla, pero –en el cerebro de los más pequeños- nada tiene lógica. Estuvieron encerrados gran parte del año, casi presos en sus propios hogares y, cuando llega la época de más alegría y tradición para ellos, sus días continúan siendo grises en materia de actividades sociales. Recibieron con dolor y, en algunos casos con pataletas, que la novena que se realizaba año tras año y que servía como punto de encuentro para que los niños de escasos recursos pudieran obtener un regalo que le sacara una sonrisa en medio de tantas carencias, no se hará este año como ellos esperaban.
De los más de 600 niños que acudían fielmente en años anteriores, ahora solo pueden hacerlo una cifra cercana a 30. Todo se debe hacer de la forma que a ellos menos les gusta: con tapabocas, alcohol y separados algunos metros de sus mejores amigos.

Yaneth Lara, una mujer dedicada a la comunidad, no puede evitar que se le escape una que otra lágrima al ver el panorama actual de sus novenas. Reconoce que le fue imposible armar el enorme pesebre de otros años, pero explica que lo que más la lastima es aceptar que no será posible entregarles un detalle a todos los niños que ella hubiera querido, una labor que hace anualmente junto al apoyo de varias fundaciones y la Policía.
“Me siento extrañada por este año. He estado acostumbrada a manejar más de 600 niños en el pesebre, pero este año no ha sido así. A pesar de eso, pudimos hacer la novena porque deben prevalecer las costumbres como la caridad, la bondad, la solidaridad y el compañerismo, obviamente con todos los protocolos de bioseguridad. ¿Cómo le decimos a un niño que no venga a una novena? Para mí es difícil decirles que no vengan o que no lo vamos a inscribir o que no van a tener un juguete. Ellos no tienen el mismo entendimiento de nosotros los adultos. Para mí una sonrisa de un niño es lo más importante”, contó la lideresa.
“Bastantes niños no podrán tener un regalo este año. Eso me tiene bastante adolorida porque sé que hay muchos padres que no tienen para darles algo”, agregó en medio de lágrimas.

Novenas atípicas
Por estos días, las novenas no pueden ser más atípicas. Los barrios en los que aún se realizan no cuentan con el grueso de integrantes de otros años. Hay menos carcajadas, los gozos no se entienden por el uso de tapabocas y el distanciamiento es una norma que, a veces a los niños, se les hace difícil de cumplir. Villas de San Pablo, uno de los sectores de la ciudad que contaba con el mayor flujo de niños participantes, mantiene vigente la tradición, pero con muchas diferencias a otras épocas por el riesgo que significa tener a tantos menores de edad en tiempos tan difíciles a nivel sanitario. Están prohibidos los abrazos, los juegos y cantar villancicos sin tapabocas. Los pesebres están a unos metros, pero prácticamente tienen una frontera invisible que les impide acercarse como ellos quisieran.
Hay pocas meriendas y mucho alcohol. Para colmo de males, hay muchos niños que se acercan a este tipo de integraciones, pero se tienen que resignar a observarlas de lejos por cuestiones de aforo. Las escenas son desgarradoras y hacen sentir mal si se tiene en cuenta que el gran porcentaje de menores edad que intentan tener un cupo en estos encuentros, sobre todo en el sur de la ciudad, es porque al final de los nueves días tiene la posibilidad de obtener un detalle por parte de los organizadores.
“Las novenas me han parecido más o menos. No estamos tan apegados, pero sí hemos podido compartir. Ahora me toca compartir con amigos a distancia y así. Tengo amigos que tendrán regalos y otros que no. Creo que los que no tendrán regalos se pondrán tristes porque ven a los otros jugar y ellos no pueden”, manifestó Estefany Nicolle Santiago, quien tiene nueve años.
“Este año me he aburrido mucho y no he tenido muchas cosas que hacer en la casa. Extraño estar con mis amigos y jugar. Ahora en Navidad lo que más quiero es que mi familia esté junta y que no estemos mal”, dijo por su parte Deiler José Utria.

Ayudas
En un recorrido por varios barrios de la ciudad, EL HERALDO pudo conocer que muchas novenas no pudieron realizarse este año debido a la pandemia. Lo anterior generó que los organizadores de estas integraciones realizaran un censo por los sectores aledaños para conocer el número exacto de niños que deberían tener un regalo cuando llega la Navidad. A pesar de estos esfuerzos, los líderes sociales cuentan que es muy difícil complacer a tantos menores de edad, debido a lo complejo que es encontrar manos amigas en estos tiempos.