Barranquilla

“Estaré en la educación hasta que termine la vida”

Ferro, que anunció su retiro de la rectoría para junio de 2018, habla de su dilatada experiencia académica y otros temas de actualidad. 

Con 37 años al frente de la Universidad del Norte, Jesús Ferro Bayona ha anunciado que dejará el cargo de rector en junio de 2018, tras un período de transición  al final del cual será sucedido por el hoy codirector del Banco de la República Adolfo Meisel. Filósofo y teólogo de formación, Ferro conversó con EL HERALDO sobre su larga experiencia al frente de la institución académica y abordó además distintos temas de actualidad, como el proceso de paz, la ‘posverdad’, el papel de la religión en el Estado o el sentido de las viejas ideologías en la sociedad moderna.

P.

¿Por qué tomó la decisión de marcharse?

R.

 No me gusta el término marcharse. Yo no me voy a ir; yo estoy en la educación y ahí voy a quedarme hasta que termine la vida. ¿Por qué dejo la Rectoría en este momento? Es un momento en que la Universidad del Norte está en su mayor esplendor, en que ha llegado a un nivel de calidad admirable en el país e internacionalmente. Los fundamentos de la Universidad del Norte son muy sólidos, son institucionales y de una gran fortaleza. Es un buen momento para que haya un cambio.

P.

¿Cuáles son los puntos que más destacaría de su legado?

R.

El legado más importante de una universidad es que los estudiantes –los que estén ahora, los que continúen y los que ya se graduaron– sean el núcleo, como lo he señalado siempre. Que sean la preocupación de la vida universitaria, tanto de la administración, como de la vida académica, como también del Consejo Directivo. 

Mi mayor legado es haber abierto las puertas al estudiantado de bajos recursos. No solamente al estudiante en general que quiera aprender y que tiene mente brillante, sino al que no tiene recursos económicos. Desde hace más de veinte años creamos programas para gente que ni podía soñar con poner un pie en la Universidad del Norte, porque las matrículas son costosas desde el punto de vista del promedio de la Costa.  Hicimos un fondo hermoso que se llama Roble Amarillo para aquellos estudiantes que demostraran los mejores puntajes. Empezamos dando 15 becas con recursos de la misma universidad. Pero hemos entusiasmado tanto a la gente, que los apoyos abarcan hoy a numerosos estudiantes. Como educador, soy un creyente del ser humano y del capital humano. Esa es mi mayor creencia. Y el capital humano son los estudiantes, a quienes enfocamos todos nuestros esfuerzos.

P.

El mundo académico afronta hoy un debate sobre el enfoque educativo, en el que la pertinencia [formación orientada al sector productivo] y el humanismo se suelen presentar como elementos enfrentados. ¿Cuál es su posición?

R.

A mí me parece que es una dicotomía falsa. Confrontar el humanismo, o toda el área de las humanidades y las ciencias sociales, con la tecnología es un grave error. La tecnología es un arte, es parte del conocimiento. El conocimiento inventa la tecnología; esta no nos llegó del cielo. Nosotros la inventamos a través de la historia y la investigación. Y la investigación la hace el que se educa. Es una cadena.

Lo que pasa es que estamos separando cosas porque no se entiende bien cuál es el proceso del desarrollo humano o porque las personas se empeñan en poner el foco en solo una parte  de la formación. En las universidades, la productividad de la mente consiste en libros, artículos, investigaciones, exposiciones, invenciones pertinentes que sirvan para la sociedad y el crecimiento del individuo. Eso es propio de la vida universitaria. Entonces cómo vamos a dividir lo que no es divisible.

Ferro, en una clase con estudiantes de la universidad. “Yo estoy en la educación y ahí voy a quedarme hasta que termine la vida”, dice de su vocación de pedagogo.
P.

En medio de este debate, usted decide crear una especialidad en Filosofía...

R.

Yo, que soy filósofo de profesión y que llegué a la universidad hace 37 años, no empecé creando un programa de filosofía ni un departamento, porque me parecía que había que hacer antes un fortalecimiento estructural de la universidad. Yo encontré en la universidad ingenierías, que no eran tantas como las de ahora. Había estudios de medicina, enfermería, psicología. Pero fui avanzando en un proyecto, en un propósito de fortalecer cada vez más las humanidades

Hicimos un programa de refuerzo de las humanidades y ciencias sociales en todos los departamentos de la universidad, de manera tal que en los primeros semestres todos los estudiantes tenían que pasar por el estudio de la literatura o de la historia o de las ciencias humanas. Solamente hasta hace cuatro o cinco años pensamos que la universidad estaba preparada para que nos dedicáramos  a hacer una armonía entre las distintas carreras, y específicamente hicimos una carrera de Filosofía y un posgrado de Filosofía que existen en estos momentos.

P.

¿Qué cosas le quedan por hacer?

R.

Yo he dicho que la universidad debe ir encaminando sus esfuerzos hacia una conexión entre las artes y las tecnologías. Hay artes escénicas, musicales, de teatro, visuales, artes gráficas... Es decir, yo quisiera, pero lo voy a dejar apenas comenzado, que la universidad también tuviera en cuenta esto hacia futuro. Es un campo enorme de desarrollo humano. Hoy en día la mayor parte de las cosas entran por la imagen; entonces hay que enseñarle a la gente que incluso la tecnología es bendita para que la imagen sea mucho mejor capturada. Las grandes series de televisión y películas que tanto atraen al público son desarrolladas con una tecnología de la imagen fabulosa. Eso es a lo que le estoy apuntando; yo quisiera que la universidad marchara también hacia ese horizonte de la imaginación, de la imagen y de las artes.

P.

¿Hasta dónde debe llevar la universidad su presencia en el debate público?

R.

Nosotros transmitimos lo que pensamos y lo que resulta de las investigaciones que hemos realizado en ciencias políticas, derecho, territorio, etcétera. Nosotros no tenemos un programa de arqueología en pregrado ni posgrado, pero sí  un departamento grande de investigaciones arqueológicas, y encontramos unas maravillas en la carrera 50 que dicen que Barranquilla es más antigua de lo que la gente creía. Eso es un debate público. 

El debate público no solo puede ser la política, sino también la gobernanza, las tecnologías, cuestiones de la sociedad, el posconflicto, etcétera. Hoy en día es muy compleja la globalización del conocimiento. Uno tiene que estar también presente en los grandes debates internacionales y decir muchas cosas a través de las redes de expertos internacionales. ¡Cómo no vamos a estar en las redes de tecnología de inteligencia artificial! Tenemos dos profesores en Stanford que están investigando lo más avanzado con recursos de entidades y organismos internacionales. Todo esto debe formar parte del debate público.

P.

¿Cómo ve a Barranquilla? ¿Va la ciudad por buen camino?

R.

Cuando yo llegué de realizar mis estudios en Francia, en Barranquilla no había agua, llegaba el agua escasa, se iba la luz a cada rato. A mí me ha tocado ser un observador del desarrollo de Barranquilla, la ciudad ha empezado a despegar con mayor estabilidad en la gobernanza y con mayor responsabilidad. Pero hace falta mucho más. Yo echo de menos, y no porque haya estudiado en Francia, porque me devolví hace 40 años, que en la ciudad no haya  todavía una convivencia, no solamente pacífica, sino también más ilustrada, más disciplinada.

Nosotros pensamos que la convivencia es estar alegres con todo el mundo, pero la convivencia también se basa en una disciplina social. Yo creo que en los semáforos, en las fiestas, en la calle, en los encuentros sociales, en el trabajo productivo, en fin, en la vida cotidiana,  tiene que haber cada día más disciplina, más orden. Hace falta que tengamos conciencia de que la ciudad nos pertenece, que no le pertenece al alcalde, que no es una cuestión del Concejo. La ciudad le pertenece a cada individuo, y las universidades tenemos una responsabilidad para que los estudiantes aprendan a ser ciudadanos, no solamente globales, sino de su propia ciudad.

Yo admiro mucho al alcalde Char, y eso no se contradice con que piense que en Barranquilla nos hace falta un debate público más transparente. A veces uno ve cosas fabulosas, pero yo creo que, agradeciendo todo lo que se hace y admitiendo que es magnífico, y por el bien de la ciudad, hace falta debatirlo. Debatir es cuestionar sanamente, es preguntarse, por ejemplo, por qué se hacen las cosas de esta y no de otra manera.

Los últimos alcaldes han hecho un esfuerzo grandísimo por hacer que la educación haya mejores instalaciones, mejores colegios, más laboratorios. Creo que ha sido una labor magnífica.  Pero, ojo, le pregunté una vez a un rector de colegio cuántos de sus profesores tenían título de maestría. Me dijo que el 30%. Los colegios deben tener como mínimo el 90% de los docentes con estudios de maestría. No basta con tener excelentes instalaciones, que hay que tenerlas; sino lograr que en la educación haya mejores instituciones. 

El rector Jesús Ferro, en distintos momentos de la entrevista realizada en las instalaciones de EL HERALDO. Jesús Rico
P.

¿Cómo ve la relación entre la academia, el sector privado y lo público?

R.

Cuando uno habla del sector empresarial hay que distribuirlo por grandes, medianas y pequeñas empresas. Barranquilla no es una ciudad de grandes empresas. Las grandes franquicias están en Bogotá.   Barranquilla es una ciudad mucho más comercial. 

La interacción con las grandes empresas es muy buena. Con las pequeñas y medianas no es que sea mala, pero hace falta mayor cohesión y más apalancamiento con estas empresas, para que ellas busquen a la universidad y la universidad las busque a ellas. Nosotros hemos dado pasos en ese sentido. Tenemos, por ejemplo, investigaciones sobre cómo son las tiendas en Barranquilla, cómo son en el sur, investigaciones estupendas no solamente  desde el punto de vista de negocios, sino etnográficas, tecnológicas, antropológicas. Esta es una ciudad comercial y, si queremos llegar hasta las bases mismas, tenemos que saber estar con el comercio mismo. Y aquí queda muchísimo por hacer.

Respecto a la relación con el Estado, a la Universidad del Norte le ha ido muy bien. Hemos tenido una relación con el Ministerio de Transporte, con el Ministerio de Minas, con el de Educación, con la ciudad y sus gobernantes, con el Departamento. Tenemos programas de desarrollo infantil que llevan más de 40 años, más que mi Rectoría, y son programas fabulosos. Quizás deberíamos hacer que se conozcan más, pero cuando uno va a Manatí o a Suan la gente lo conoce y sabe que la Universidad del Norte está con los niños, en la formación del desarrollo familiar.

P.

El mejor momento y el peor momento en estos 37 años al frente de la Universidad del Norte

R.

El mejor momento fue la celebración de los 50 años de la universidad. Estábamos en la plazoleta de posgrados con la ministra [Gina] Parody, estábamos con toda la ciudad, y aparece de la nada, de entre los árboles, un grupo de estudiantes, funcionarios y egresados cantando canciones nuestras, de Barranquilla, de Sucre, de Valledupar. La gente se sorprendió y casi lloraba. Yo me sentía emocionadísimo porque sentía lo vibrante que es la Costa con sus valores culturales y por la forma en que esos valores llegan a la academia y la empapan. Miré hacia atrás y me dije: 50 años de la Universidad, una larga historia de que yo soy parte, y eso me satisfizo mucho. Estoy en la historia de esos 50 años, y lo digo con humildad, porque mucha gente me ha acompañado.  El día en que salió la noticia de mi retiro, me decían que era tendencia nacional. Que los estudiantes y los egresados hablaran bien de uno me llenó me emoción. 

El momento más difícil fue cuando llegué a la universidad, porque llevaba tres meses sin rector. Tenía problemas económicos, tenía unos baches muy grandes porque faltaba el jalonamiento de un líder, y fue un primer año muy difícil. Había que hacer una recuperación económica y un enderezamiento de la universidad en aspectos académicos y de fortalecimiento del profesorado.  Empecé a tocar puertas del sector privado, gente que yo conocía, gente que conocía a través de la meritocracia, gente muy capaz a la que le dije: acompáñenme. Ayúdenme en lo financiero, en lo administrativo, que yo no soy especializado en administración, yo soy filósofo. Yo hago la conducción desde el punto de vista filosófico, de los grandes planteamientos de la educación, pero ayúdenme con la administración del día a día.

Eso me ayudó a rodearme bien, y en la universidad  hay vicerrectores, decanos, que llevan 20 o 25 años. La gente se va cuando se quiere ir o cuando no lo está haciendo bien, una de las dos. Entonces yo estoy con gente que es muy buena. Para mí ese primer año fue muy difícil, pero me apoyé de gente muy brillante y tuvimos 37 años magníficos.

P.

¿Cómo es su relación con los estudiantes?

R.

Buena parte tiene que ver con el momento en que uno se encuentra con ellos. Por ejemplo, hay estudiantes que me buscan para que  participe en los cine foros. Entonces yo siempre les recomiendo las películas, voy allá, y se las analizo, y ellos hacen preguntas. Uno aprovecha esos momentos para tener un contacto más cercano y más cálido. Por eso siempre voy a todos los eventos, a los semilleros de investigaciones. En toda mi  vida rectoral no ha habido unos grados de estudiantes de la universidad en los que yo no haya estado. Se hacen dos grados solemnes en el año. En todos los grados he estado. Y si estoy en otro país, llamo para que busquen la forma de acomodar las fechas para que yo pueda estar. De esto me ufano, porque yo soy el que recibe a los estudiantes cuando entran, y cuando comienzan la inducción hablo con ellos, les digo qué queremos, para qué es esta universidad, hacia dónde vamos. 

Esos son momentos muy importantes de contacto, pero también hay otros, como dictar clases. No he dejado de dar clases con los estudiantes de pregrado. Converso con ellos en la aulas, en los corredores, en los pasillos.

El estudiante que se acerca a mí, lo hace sin temor. Si alguno me comenta sobre su situación económica difícil y me preguntan si lo puedo ayudar,  yo le digo: escríbeme un correo y di que te encontraste conmigo a tal hora y cómo te llamas, para que yo me acuerde. Y va a encontrar alguna solución o, por lo menos, una respuesta. Yo busco la forma de que el rector no sea una persona que llega, da un discurso y se va. En las clases, y en pequeños momentos de convivencia y planeación con los estudiantes, procuro hablar, oír, discutir. A mí me gusta que pregunten. Al estudiante hay que animarlo a que pregunte, a que cuestione pacíficamente y critique. De eso se trata una educación sin dogmas.

P.

¿Qué consejo la daría a los jóvenes a la hora de elegir carrera?

R.

Uno debe estudiar lo que le gusta y como padre debe apoyar al hijo en lo que a él gusta. Puede ser que el padre tenga dudas de si la carrera que elija tiene salida, pero su deber es apoyarlo.  Pero hay que ser prácticos. Por ejemplo, en la Universidad del Norte uno puede estudiar música, al mismo tiempo, otra carrera. Puede estudiar comunicación social y administración de empresas, puede estudiar relaciones internacionales e ingeniería.

 

Uno tiene que ser aterrizado. Puede ser que una persona no encuentre mayor oferta de trabajo en el campo de la música, pero si tiene doble titulación y es un administrador de empresas, podrá trabajar como administrador, pero también podrá ser un gran compositor.  Conozco casos de estudiantes que se graduaron de negocios y trabajaron diez años para acumular un ahorro y estudiar cinematografía en Europa. Eso es fabuloso, que la gente haga lo que quiera. La educación es eso. Haz lo que quieres. No lo que te dé la gana, que es diferente.  Haz lo que te gusta, porque lo que te gusta también es exigente. Te exige disciplina, levantarte temprano, ser puntual.

P.

Está hoy de moda el concepto de la ‘posverdad’. Hay quienes le atribuyen la victoria de Trump, del Brexit e incluso del ‘No’ en el plebiscito del acuerdo de paz. ¿Cuál es su opinión?

R.

La posverdad es un nombre nuevo para bautizar costumbres viejas. Siempre ha habido mentiras. Por eso los pensadores ingleses decían que hacer un consenso para ponerse de acuerdo era lo fundamental de un Gobierno o un Estado. Desafortunadamente, hay masas que son guiadas muchas veces por conductores locos y desmadrados. Pero ahí lo que es grave no solamente es la conducción, que la hubo y la ha habido en muchos países, incluida Colombia, a través de líderes que arrastran a personas que no piensan y hacen lo que el líder diga. Lo grave es que además conducen a la gente a través de la mentira y el engaño. 

En las universidades trabajamos el núcleo del consenso a partir de fundamentos de verdad, porque las universidades están hechas para la búsqueda de la verdad o las verdades. Entonces, si se rompe esa transparencia de la búsqueda de la verdad, se está rompiendo la esencia de la construcción social, del futuro. Los jóvenes tienen un futuro porque se educan en entidades que deben ser transparentes, y en entidades donde no hay una verdad, sino que hay verdades, no hay dogmas. Un dogma se impone; un principio se persuade. 

Las universidades tenemos que persuadir a partir de los principios, hacer que la gente se convenza de que hay principios bondadosos y aprenda a defenderse de lo engañoso, precisamente porque el engaño va en contra de la democracia, va en contra de la transparencia. Ese es el antídoto: formar a la gente en contra de todo lo que es engañoso y es falso. Formarla en la búsqueda de la verdad y las verdades que los unen, las verdades que son construidas por consenso social.

P.

Como teólogo de formación, ¿qué opina de la relación entre Estado y religión en nuestra sociedad actual?

R.

Yo voy a dar un punto de vista personal. Mi formación fue en un estado laico en el momento más difícil que vivía Francia, en mayo del 68. Los profesores, los estudiantes y toda la sociedad estaban en un debate permanente. Yo estudié en esa sociedad laica, entonces yo me siento incómodo cuando en los edificios públicos hay crucifijos. Está bien, yo soy cristiano en el fondo, pero me parece que lo cristiano y las creencias son un asunto privado. La posición de Colombia es una posición laica en la letra, pero en la práctica no lo es. El cristiano tiene que aceptar con humildad que su puesto está en los grupos de oración, de reflexión, y que, si entra en la vida política, lo hace en el terreno de lo laico y el análisis. 

La religión es una cosa muy sagrada. Hay que respetarla mucho. Pero yo soy  enemigo de que la religión se convierta en algo público que conduzca  a las cuestiones políticas. Hay que fortalecer el Estado laico. Eso no quiere decir que todo el mundo tiene que ser ateo, no. El Estado debe resguardar y garantizar todas las religiones e ideologías, incluso el ateísmo. De eso se trata el Estado laico. 

P.

Le planteo otro gran tema de nuestro tiempo. ¿Comparte la noción de que ya pasó el tiempo de la división entre izquierdas y derechas? ¿Está de acuerdo con ese ‘fin de la Historia’ del que hablaba Fukuyama?

R.

Yo creería que está terminando una época y está comenzando otra. No sé cómo va ser esa nueva época, pero uno ve tendencias, uno ve matices de derecha, de izquierda y de centro. Hay una profusión de posiciones, y eso es bueno para una sociedad, porque si hay matices y aprendemos a convivir con las diferencias de culturas, de política, de religión, vamos a llegar a lo deseable. Políticamente existe hoy una convivencia. A mí me parece que es bueno que se haya terminado a lo que llevó a la muerte de Gaitán: dos partidos se enfrentaron en Colombia y casi acaban con este país. Qué bueno que hayan pensamientos diferentes, matices, incluso en la izquierda. Yo creo que la derecha, por ser derecha, no es reprobable, ni la izquierda por ser izquierda, ni el centro por serlo. Las cosas son reprobables cuando caen en fundamentalismos.

Con el presidente Santos.

“Como académico, aplaudo el proceso de paz”

P.

Hablemos de la situación política de Colombia.

R.

Ahí sí hay grandes incertidumbres, A mí no me preocupan las polarizaciones. Polarizaciones hay en todos los países. Si todo fuera unanimismo, no habría  debate. Lo que me preocupa es la manera como se hace el debate, que es con ataques a las personas, al honor de las personas, a su prestigio. Eso no está bien, eso es un juego sucio.

En Colombia debería haber un debate en que uno tuviera tranquilidad por lo que dice y por lo que le van a responder, pero también por la seguridad de uno mismo. Hay gente que no habla porque le asusta qué puede pasar con sus hijos, con su familia o con él mismo. 

Yo siento que la política en la Costa, particularmente, todavía está rezagada, todavía es una política en la que algunos se aprovechan de la ignorancia funcional de la gente, que no sabe para qué es el Parlamento o cuáles son las propuestas del candidato. Hay mucha pasión, y arrastran a la gente. Esa es la labor de las universidades y de los colegios:  hacer que la gente sea más ilustrada, conozca mejor, piense más y sepa para dónde va el país, su barrio, su ciudad. A mí me preocupa la política en Colombia, porque sembramos odio, porque queremos llevarnos por delante a los demás.

P.

¿Qué opina sobre el momento en que se halla el proceso de paz?

R.

Yo creo en el proceso de paz. Creo que es un proceso necesario, en el que los fusiles se acallaron, y eso es un punto importantísimo de un logro en un conflicto de más de 50 años.  Como colombiano, como académico, uno tiene que abonarse, aplaudir y decir: ¡Qué bueno que Colombia terminó este conflicto! 

Sí se está complicando, pero volvemos a lo mismo: hay unos intereses demasiado egoístas, no solamente de parte de quienes se oponen, sino también de los que hacen el proceso, que no quieren que haya ninguna crítica. Vuelvo al punto de antes: ¿por qué nos apropiamos de lo público? La paz es un asunto público, no es de un gobierno, no es de unos negociadores en La Habana, que los admiro y los quiero mucho. La paz es de todos. Al que está en el poder, a los que lo apoyan, les parece que la oposición es mala, y no es así. La oposición es buena para que se tomen mejores decisiones y para que haya cuestionamiento.

Como en todo proceso humano, en el de la paz hay falencias. Aceptemos las falencias que hay y busquemos la forma de corregirlas. Pero eso no quiere decir que el proceso deba echarse para detrás. No, siempre debe ir para adelante. La Universidad del Norte ha estado en un observatorio de la paz y el posconflicto, hemos ido con profesores a los campamentos de las Farc, les estamos explicando la Constitución, cómo es eso de que el país se mueve a través de una Constitución y no de guerras y de conflicto. Eso es un trabajo de paz.

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