El Heraldo
Miembros de Asocoacol, asociación que está integrada por 244 canaricultores y 909 aves, en el barrio Simón Bolívar. Rafael Polo y Josefina Villarreal
Barranquilla

El ‘hobby’ de criar canarios da vida a los domingos

Unos 395 canaricultores están registrados en la autoridad ambiental de Barranquilla, con la intención de seguir contemplando el ritmo musical de las aves en cada madrugada.

Como un coro musical, cuyos integrantes coordinan el tono y ritmo de su voz, se escuchan a lo lejos los trinos de cientos de pájaros enjaulados, cuando apenas amanece en Barranquilla.

Desde las 5:00 de la mañana de cada sábado, los vecinos madrugadores de la Ciudadela 20 de Julio son testigos de la ‘procesión’ de aproximadamente 300 personas, quienes provienen de barrios vecinos como Carrizal y Tcherassi, entre otros, sosteniendo con la palma de una de sus manos las jaulas en las que mantienen a canarios rositas, chirris y finos.

Entre los barrotes de aluminio y bordes hechos con madera bambú, materiales con los que construyen las celdas de 35x30 centímetros, el pájaro se mueve de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo en señal de desespero, como si el andar apresurado de su amo lo llenara de miedo.

Un madero de escaso grosor, pero bien pulido, es su principal apoyador dentro de la jaula, gracias a que se cruza diametralmente entre las laterales. Otras de las piezas que conforman su espacio son los recipientes donde tienen depositado el agua y el alimento.

Ante este panorama llegan en medio de la bruma y la leve brisa fría de la madrugada a la esquina de la carrera 1B con calle 47 y se despliegan en el amplio sendero peatonal que rodea a una iglesia católica con el nombre de la Santa Cruz. Allí el ambiente es de plaza, donde los moradores comparten el vecindario con máquinas oxidadas de un gimnasio improvisado, a escasos metros venden hortalizas y frutas que los comerciantes promocionan a punta de gritos confundidos con los trinos de las aves.

Los canaricultores no dejan de vigilar a sus aves, le siguen con la mirada sus pasos, le contabilizan el tiempo y, si dura poco cantando, lo entrenan a diario. Rafael Polo

Estas son colgadas desde los agarraderos de las jaulas a cada una de las cuatro puntas que tiene la cruceta, que es un instrumento de palo que sirve para poner a competir a los canarios en una lucha por saber quién canta más. Sin embargo, en ese rincón de la Ciudadela 20 de Julio no hay competencia programada. La misión del día es poner a “calentar el galillo de estos animales silvestres para tenerlos amaestrados el día del combate”, dice el soldador Gustavo Torres, de 49 años, mientras toma un sorbo de café.

El hombre, quien viene de Las Moras, en Soledad, agrega que a los pájaros hay que alimentarlos bien para que crezcan. Precisamente en su crecimiento mudan sus plumas y es normal que una cría con una capa negra vaya tomando un tono amarillo a medida que avanza su tiempo.

Como son cuatro piezas las que tiene la cruceta para calentar, van turnando hasta que todos tienen la oportunidad. Mientras tanto, los canaricultores conversan de sus últimas andanzas, desayunan y reproducen el vallenato de antaño sin dejar de vigilar los canarios.

Jaulas son personalizadas como esta de Colombia. Rafael Polo y Josefina Villarreal

Negocio detrás de los barrotes

Si de mantener en buenas condiciones a las aves se trata, “hay que invertir en ellos mucha plata”, dice Milton Atencio, quien se dedica a la venta de los productos más apetecidos por los amantes de esta costumbre. Sobre una sábana blanca ubica la vitamina, el calcio, el alpiste, los recipientes decorados y hasta la tintura para darle otro tono al plumaje.

“Son a $2.000 cada producto, en un día me puedo ganar $150.000”, relata.

Al día siguiente, también se encuentra en la calle 19 con carrera 3C, de Simón Bolívar. Ahí llegan 244 integrantes de Asocoacol, la Asociación de Canarios y Ornitólogos registrados en Barranquilla Verde.

Entre ellos también se cruza un vendedor de café y pan con mantequilla. Aprovecha el momento para amenizar la jornada con champeta africana y más vallenato. Todo por un valor de $2.500.

Pero hay un negocio con rasgos de clandestinidad y misterio. Lo lidera un hombre, quien no se quiso identificar, pero que EL HERALDO pudo conocer que se apellida Navarro. En esta doble jornada, estuvo en la Ciudadela 20 de Julio y ahora en Simón Bolívar. Vende aves que trae desde Magdalena y La Guajira, según aseguró una fuente, desde $15.000 hasta $1.000.000.

Sin embargo, César Mozo, miembro de Asocoacol, explicó que no están haciendo nada que vaya en contra de la ley y que, por el contrario, “tratamos de conservar en buen estado a los animales. No le hacemos daño”, señala.

¿Camino a la legalidad?

De acuerdo con Barranquilla Verde, autoridad ambiental del Distrito, en la ciudad hay tres asociaciones registradas, las cuales son: Asodelca, con 130 integrantes y 670 aves; Asocoacol, con 244 integrantes y 909 aves; y C4, con 21 integrantes y 122 aves; además de un número de canaricultores que no están agrupados en ninguna de las tres anteriores.

A quienes se identificaron, presentaron relación de sus miembros, información que fue remitida al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, que se encuentra realizando las gestiones internas para la expedición de la normatividad pertinente, la cual se espera pueda ser expedida antes de finalizar 2018.

Mientras tanto, los canaricultores seguirán admirando el canto de las aves en la Candelaria, corregimiento de Malambo que fue escogido como sede de la lucha de los pájaros, cuyo ganador será el que cante más según el cronómetro y a la espera de que sus mascotas no sean decomisadas, en el marco de las festividades religiosas del 16 de julio. Y a la expectativa de que la respuesta del Gobierno sea un motivo más de celebración amenizada con la melodía de fondo de los canarios, los verdaderos artistas que no desentonan.

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