Las peleas que deja el 2025: garantías en serio, no en discurso
La transformación del sistema penal no ocurre de un día para otro, pero sí ocurre paso a paso. Y en el 2025, a pesar del desgaste, seguimos avanzando y más determinados que nunca.

La transformación del sistema penal no ocurre de un día para otro, pero sí ocurre paso a paso. Y en el 2025, a pesar del desgaste, seguimos avanzando y más determinados que nunca.
La Navidad, al final, es eso: una temporada para agradecer, pero también para mirar hacia adentro. Para reconocer nuestras propias oportunidades y recordar las que otros no tienen. Para entender que la dignidad no depende de la situación jurídica de nadie. Que todos, absolutamente todos, merecemos una segunda oportunidad.
La paz no se construye a punta de complacencias. Si la JEP existe, debe existir para todos. Para militares, para guerrilleros, para terceros y para quienes hayan tenido responsabilidad política. No puede ser una justicia selectiva ni una justicia temerosa de investigar a quienes hoy ocupan cargos de poder.
No podemos seguir permitiendo que se siga debilitando la independencia judicial a punta de señalamientos irresponsables, puesto que, el daño no será solo para los jueces. Será para todos los ciudadanos que un día, sin esperarlo, necesiten que alguien proteja sus derechos frente al poder del Estado.
Lo que está mal y cada vez ocurre más, es convertir al abogado en enemigo, en sospechoso por el simple hecho de ejercer su labor. Eso sí deteriora la justicia.
Podemos discutir si es justa o injusta la inclusión de Petro. Pero mientras esté ahí, las empresas actuarán como lo haría cualquier asesor responsable: protegiéndose. Esa es la verdad incómoda que debemos asumir sin fanatismos.
El desacuerdo nunca justifica la agresión. En Colombia necesitamos un debate serio sobre los límites y garantías de las diligencias judiciales, pero también sobre el respeto por quienes administran justicia. Criticar, sí. Señalar errores, también. Agredir, nunca. La justicia no se puede enfrentar con insultos.
El dolor de la familia de la víctima merece una respuesta seria del sistema judicial, no una improvisación procesal. Este país no necesita más linchamientos judiciales, sino investigaciones sólidas que soporten condenas firmes. La justicia no puede ser un disfraz de Halloween: debe ser verdad, no teatro.
El Estado tiene una deuda enorme con quienes, pese a haber sido condenados, siguen siendo seres humanos. No se nos olvide, que las cárceles están llenas de inocentes y que no se necesita ser un criminal para estar en estas. Y esa deuda no se paga con discursos. Se paga con acciones concretas.
La relevancia de todo esto va más allá del nombre o del personaje. Estamos ante un claro ejemplo de cómo debe operar la justicia: sin arrebatos