En gran parte del territorio hoy mandan estos delincuentes, controlan la movilidad, imponen horarios, restringen campañas y deciden quién entra y quién no. No es alarmismo; en estas condiciones, no vamos a tener elecciones libres en buena parte del país y pareciera que es lo que le conviene al régimen para garantizar su permanencia en el poder.
La verdad, no había cómo defender semejante adefesio ni país que resistiera la combinación de improvisación y desbordado apetito fiscal. Más recursos para este gobierno de manirrotos cuyo propósito no es nada distinto a financiar la permanencia del petrismo en el poder en el año electoral que se avecina.
Y como si fuera poco, el episodio del fallo del Consejo de Estado sobre la transmisión de los consejos de ministros por canales privados, en el que, no contento con haber recurrido el fallo, ha ejecutado toda clase de maniobras para incumplir lo ordenado.
Lo que estamos viendo es la sustitución del Estado y su institucionalidad por una alianza del Gobierno con grupos armados ilegales a los que no se combate sino que se protege y cuyo protagonismo y alcances se harán más relevantes a medida que nos acerquemos a las elecciones.
Petro prometió acabar la corrupción, pero la realidad es que convirtió su mandato en botín electoral, en plataforma de negociación de apoyos y conciencias y en refugio de delincuentes.
Los crímenes cometidos durante la toma del Palacio de Justicia son de lesa humanidad, imprescriptibles y, por tanto, el Estado tiene aún la obligación de esclarecer los hechos, reabrir las investigaciones que sean necesarias, y en algún momento los culpables tendrán que asumir su responsabilidad.
El comunismo llega para no irse jamás. Que lo digan en Venezuela, en Cuba, en Nicaragua, para solo referirme a Latinoamérica, tantas veces azotada por esta tragedia. Por fortuna, con Cepeda no hay espacio para equivocaciones. No más tablas de mármol con juramentos mentirosos, uno a uno incumplidos por el señor Petro. Con este candidato no hay tintas medias ni zonas de encuentro, el país se juega el todo por el todo.
Estoy convencido de que lo que pudo acelerar esta escalada contra Petro fue su declarada alianza con el usurpador Nicolás Maduro, quien sigue brindando refugio y protección a todos los carteles de la droga colombianos.
Lo de esta semana no fueron unos simpáticos e indefensos grafiteros. Se avecinan momentos muy comprometedores para la democracia y la institucionalidad nacional cuyo epicentro será la ciudad de Bogotá.
Con la reforma que Petro impulsa en el Congreso, en vez de fortalecer el modelo de reclusión y de penas, se están promoviendo la desjudicialización y las sanciones no privativas de la libertad sin importar la gravedad del delito.