El Heraldo
Gaspar Pino junto a su hija Mariela en la terraza de su casa, ubicada en el municipio de Santa Lucía. Hansel Vásquez
Atlántico

Familia Pino, ‘centinela’ del río Magdalena en el sur del Atlántico

En 2008, Gaspar empezó su trabajo como observador del nivel del río en la estación San Pedrito. Su hija, un nieto y uno de sus cuñados ahora desarrollan esta labor.

“No es complicado”. Esas son las primeras palabras que usa Gaspar Pino Martínez para referirse al oficio que ha desempeñado desde el 2008 y del cual se ha alejado desde hace algunos meses debido a quebrantos de salud.

 Es una milimétrica labor que realizaba con cautela. Un trabajo que ha sido vital para garantizar el bienestar de los habitantes de los municipios del sur del Atlántico, sin retribución económica.

Es por eso que el núcleo familiar de Gaspar se encarga de desarrollar esa misma tarea: medir los niveles del río Magdalena a la altura de la estación San Pedrito, a la cual se trasladan a diario desde Santa Lucía, terruño en el cual residen desde hace varias décadas.

Gaspar no se inició por casualidad en este oficio. Sus ‘pininos’ fueron en su niñez en una pequeña estación propiedad de su tío. A ese lugar iba cada vez que podía y se maravillaba con la labor. 

A medida que fue creciendo, Gaspar fue adquiriendo responsabilidades, por lo que tuvo que conseguir trabajo para el sustento de su familia; ahí fue donde comenzó a trabajar por días como celador en la estación San Pedrito.

Mariela Pino durante una de sus visitas a la estación de San Pedrito. Hansel Vásquez

 “Yo trabajaba cuidando de manera temporal, cuando el señor que estaba encargado de medir el río no iba yo daba las medidas, hasta el día que no volvió más; desde ahí yo comencé a mandar los reportes al Ideam”, dijo Pino, de 73 años de edad.

Para Gaspar, la falta de remuneración no ha sido impedimento alguno para cumplir con esta labor. Asegura que el mejor pago ha sido la satisfacción de trabajar por su comunidad, siendo el ‘centinela’ de las aguas del mítico Río Grande de la Magdalena.

 “Medir el río no impide trabajar en otras cosas porque las horas en las que uno va a hacer el monitoreo no se cruzan con los trabajos que salen”, señaló el hombre, quien aseguró que en su juventud se dedicó a distintos trabajos.

Aunque siempre ha sido un hombre activo y trabajador incansable, la vida le comenzó a jugar una mala pasada desde el 19 de julio del 2020 cuando –de la nada– sufrió una isquemia.

Gaspar Pino enseña una nota de EL HERALDO en la que reporta los niveles del río Magdalena. Hansel Vásquez

Ni él ni su familia entendían qué estaba pasando, su condición de salud empezó a desmejorar, a tal punto que desde la fecha mencionada hasta hoy ha sufrido tres veces el mismo cuadro clínico. El último de ellos ha sido el más grave, pues le quitó fuerzas.

A raíz de ese episodio, la movilidad de Gaspar quedó reducida. Ya no puede caminar y anda en silla de ruedas. Sin embargo, no pierde la esperanza de volver a la orilla del río, ese que le genera “felicidad” y le ha regalado grandes amigos.

“A mí me gusta este trabajo (medir el río), me ha traído amistades, he tenido relaciones cercanas con el presidente, con el jefe del Ideam y así, con varias personas”, recordó.

Lo que más le gustaba de ir a la estación San Pedrito era ver el panorama y disfrutar de la naturaleza, en especial de los atardeceres acompañados de la suave brisa ribereña que refrescaba cualquier día de calor.

“Para mí es una felicidad, el río es desestresante”, añadió Pino, al tiempo que recordó que todos los días salía a las 5:30 a. m. en moto hasta la estación y regresaba a las 6:00 a. m. con el reporte. Agregó que durante el día “trabajaba en lo que encontrara” y a eso de las 5:30 p. m. volvía por la segunda medición hasta las 6:00 p. m.

Aunque se siente agradecido por estar vivo, en algunos momentos lo colma la desesperación ante la falta de trabajo.

“A mí me gusta estar mamando gallo, pero también me gusta trabajar, por eso la gente me aprecia y me respeta”, dijo mientras se acomodaba en su silla de ruedas.

Cambio generacional

Desde aquel mes de julio en que Gaspar comenzó a tener problemas de salud, Mariela Pino Villa, una de sus hijas, tomó el control de la estación.

“Yo tuve que aprender a leer el nivel del río, eso no es complicado y lo hice porque él quiere seguir como observador, porque él tiene la esperanza de que su vida vuelva a la normalidad”, dijo.

La mujer, quien trabaja formalmente como madre comunitaria, contó que desde que “ocurrió todo” se propuso seguir con la labor de su padre.

Contó que en este tiempo algunos miembros de su familia comenzaron a apoyar, a tal punto que uno de sus cuñados y su hijo también va a la estación a medir el Magdalena.

Su hijo, de 18 años, nieto de Gaspar, es el encargado de llevarla todos los días en moto a tomar la medida.

El joven, de tanto ir y ver, ya aprendió a tomar las medidas.

Por esta razón cree que no se le haría “extraño” que la medición del río Magdalena en San Pedrito siguiera bajo el liderazgo de su familia.

En cuanto al estado de su padre aseguró que el proceso con los médicos “ha sido muy lento”.

“Mi padre necesita un neurólogo porque nos han dicho que su pérdida de fuerza es algo del cerebro, pero no tenemos un diagnóstico como tal y la EPS que tiene cambió muchas cosas y todo está más demorado”, puntualizó.

Boquete creado por el canal del Dique. Archivo
Los recuerdos de la ruptura del Canal del Dique

Entre los momentos que más recuerda Gaspar Pino de su labor como medidor es el “imborrable” 30 de noviembre del 2010, cuando la fuerza del río Magdalena rompió el Canal del Dique.

Pino aseguró que durante ese mes las lluvias fueron “fuertes” y que días antes de la ruptura ya estaba avisando que el nivel del río estaba subiendo muy rápido.

“Yo decía que iba aumentando (el río) y que esto iba para adelante, siempre lo decía, que iba aumentando hasta que se rompió y yo lo supe porque me avisaron estando en la estación”, dijo.

Gaspar contó que apenas le llegó la noticia comenzó a avisarles a las personas, pero la cantidad de agua que entraba era “tremenda”.

“Me acuerdo que veía cómo el agua –que iba bajando– parecía que se devolvía y hacían un movimiento raro. Yo me quedaba observando y el agua hacía un movimiento como de otro mundo, había que mirarlo para saber cómo era porque es algo que no tiene explicación”, relató Gaspar.

Hansel Vásquez
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