El Heraldo
Atlántico

Ada Peralta, la única rezandera de Galapa

Esta mujer practica este oficio desde hace diez años. Su madre, quien se dedicó a rezarles a los muertos por más de sesenta años, fue su mentora en este oficio

Un rosario de color negro ha sido su más fiel acompañante durante este tiempo que ha decidido servirle al Señor desde las oraciones por las almas que parten de este mundo. La fe y su espíritu servicial han sido claves para este oficio que hoy en día realizan unos cuantos.

Desde hace diez años, Ada Peralta de Vega se ha dedicado a rezar con pasión y respeto a los fallecidos, convirtiéndose actualmente en la única mujer dedicada al oficio de rezandera en todo el pueblo. 

Esta galapera de 61 años cuenta que al comienzo se adentró en este oficio por petición de su madre, pero al pasar de los años se ha enamorado de esta labor que, día a día, tiende a desaparecer. Entre sus principales jaculatorias se encuentran el Ave María, Dios te salve, Santa María y Sagrado Corazón de Jesús.

“Desde que tuve uso de razón, a mi madre la venían a buscar para que orara durante nueve noches o en el cementerio al fallecido del momento. Ella iba sin pensarlo dos veces y yo crecí viéndola hacer oraciones y rosarios. Un mes antes de morir, me hizo prometerle que continuaría con su legado. Han pasado diez años desde que murió y es el mismo tiempo que llevo honrando su memoria con este oficio”, expresó la mujer.

A su casa, ubicada en el barrio La Florida del municipio de Galapa, acuden personas no solo en busca de oraciones y rosarios, sino también en busca de su sazón, una cualidad más que según ella heredó de su madre.

Hayacas, sopas, pasteles y demás platos típicos de nuestra región son elaborados por esta galapera, quien siempre realiza sus labores encomendándose a Dios. Esta creyente dice ser la continuación de su madre, a quien también la buscaban por estas mismas preparaciones.  

Desde muy joven, Ada y sus hermanas acompañaron a su madre, quien se había ganado la fama de ser “la mejor rezandera del pueblo”. En casas, patios o cementerios estaban presentes para participar en este ritual. 

“Mi madre nos llevaba y nosotros nos ubicábamos para que ella no gritara mucho y en el momento que las personas tenían que contestar el rosario nosotros comenzábamos y enseguida la gente nos seguía, a nosotras nos decían que éramos los parlantes de mi madre”, comentó Peralta con una voz nostálgica al recordar a su progenitora.

Ada Peralta visitando la tumba de su madre.
El legado que ha sabido mantener

“Por el eterno descanso del alma de tu siervo, digamos Ave María purísima sin pecado original concebida. La gracia de Dios y la del Espíritu Santo abracen el fondo de nuestros corazones. Con el fuego de su divino amor y con el rayo de su luz nos alumbre el entendimiento para hacer este santo y corto ejercicio. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén”.

De esta manera, esta rezandera comienza con su labor ante familiares y amigos de la persona fallecida. Siempre con su mayor disposición, toma el rosario, cierra los ojos y como si presionara un botón en su mente comienza con las oraciones que conoce al derecho y al revés de tantas veces que han salido de su boca.  

Las personas que se encuentran en el lugar y conocen dichas plegarias le responden a Ada mientras hace un silencio para escuchar a los asistentes. El momento se vuelve íntimo, mientras que cada uno de los presentes le encomienda a su santo el alma de la persona fallecida.

En una visita al cementerio municipal, Ada llegó a la tumba de su madre. Al hacerlo dio tres golpes a la lápida que tiene escrito el nombre “Elida de Vega”, y expresó con una voz melancólica: “Madre mía, cuanto te extraño”. Cerró sus ojos, apretó el rosario y en medio de susurros le pidió a Dios por el alma de su madre. 

Cuando camina por las calles, conocidos la encaran preguntándole por algún fulano que partió de este mundo en días recientes. Sin quererlo se ha convertido en una mujer que lleva las cuentas y los nombres de las personas que fallecen del municipio que la vio nacer.  

“A veces cuando voy a misa y regreso me encuentro con amigos y conocidos y me comentan: oye Adita, ¿supiste que se murió fulanito?, ¿te mandaron a buscar por los ocho días del viejo Juan? y así es que me voy enterando de las personas que se van muriendo en el pueblo”, confesó Peralta.

 ‘Adita’, como le dicen de cariño, se programa con varios días de anticipación, y cumple cuando se compromete a ir hasta el lugar para orar en nombre de los familiares. Nunca ha tenido alguna situación fuera de lo normal. Es consciente de que en estos ambientes se respira una energía fuerte, pero en medio de sus oraciones se encomienda y pide por el descanso eterno de la persona fallecida.

Reconoce que no cualquiera es capaz de realizar esta labor y que alrededor de estos temas existe mucha superstición por parte de incrédulos o personas de mucho hablar. A pesar de ello, no han sido impedimento para que ella continúe practicando este oficio tan antiguo como las oraciones mismas.

Su mentora

Querida por todos, Elida de Vega, madre de Ada, se convirtió en un personaje popular para todo el pueblo galapero. Era conocida además de sus rezos por su sazón. En el campo de fútbol municipal tenía un puesto de comidas donde no le quedaba nada al final de la jornada.

Esta galapera se dedicó a rezarles a muertos durante más de sesenta años. Nunca tuvo temor al estar siempre rodeada de ambientes fúnebres. Quienes la conocieron de cerca eran conscientes de que hablaban con una mujer que quedaría marcada en la historia del municipio.

Elida, quien falleció el 8 de abril del 2012, también era reconocida por fumar con el cigarro al revés. Era de aquellas señoras de antes con carácter firme, pero siempre sacándole provecho a la vida.

“Mi madre fumaba con el fuego hacía adentro, nosotros la regañábamos pero ella ya estaba acostumbrada a hacerlo. Las personas que la veían hacerlo por primera vez quedaban locos, pero ella nunca se quemaba, no se sabe cómo aprendió a fumar así”, comentó Ada.

Sin duda, Elida de Vega dejó marcados muchos corazones de familiares, conocidos, vecinos y extraños, quienes le agradecen por haber estado ahí con un rosario en las manos y un par de oraciones en la boca. Hoy es ella quien desde allá arriba espera que oren por ella, sin ningún interés, como ella lo hizo cuando estaba en el plano terrenal.    

En la sala de su casa se encuentra una imagen con tres mujeres: Olga, Elida y Sara de Vega. Tres mujeres que sin duda influenciaron la vida no solo de Ada, sino de las generaciones siguientes. Hijos, nietos y sobrinos recuerdan a estas tres mujeres como un ejemplo de lucha y ganas de salir adelante. 

Algunos recuerdos

Su hijo mayor, Joseth Ariza Peralta, se siente orgulloso por todo lo que hizo su abuela mientras estuvo viva y del legado que continúa haciendo su madre. Recuerda a su abuela materna yendo a casas para orar por difuntos y hoy en día al ver a su madre siente que su abuela no se ha ido. 

“A mi abuela materna la recuerdo cuando iba al cementerio, a casas o lugares donde la llevaba, siempre estuvo dispuesta a orar por aquellas personas que ya no estaban en este mundo sin importar si los conocía o no, lo más relevante para ella era encomendárselo a Dios. Hoy en día veo a mi madre y parece que viera a mi abuela porque hace lo que mi abuela hizo mientras estuvo viva” expresó Ariza, hijo de Ada.  

Yanira Otero es una amiga de toda la vida. Tiene recuerdos desde niña jugando con Ada en aquellos patios destapados, conoció de igual manera a la señora Elida, quien aún hoy la recuerda con mucha nostalgia y gratitud por haberle dejado una huella en su corazón. 

Esta amistad es un vivo ejemplo del amor y compañerismo, ya que a pesar de los años nunca han perdido comunicación y cada vez que pueden se reúnen para recordar aquellos memorables momentos que vivieron en su juventud. Es la hora y aún disfrutan la vida, se ríen, hacen bromas y le agradecen al Señor por haberles permitido llegar a esta edad siendo muy cercanas.

“Yo conozco a Adita desde niña, nos criamos juntas porque vivíamos al lado, a su madre la conoció toda Galapa por el oficio que realizaba, la venían buscando de todas partes para que rezara, por eso fue que desde el día que murió la señora Elida, Adita tomó su legado y lo ha continuado”, confesó Otero.  

Cuando se llegan a encontrar, se colocan al día de los temas que les interesan a ambas, pero por lo general hablan del oficio que realiza Ada y en medio de esas conversaciones su amiga la molesta con aquella confianza que ellas se permiten.

“Cuando me veo con Adita, la molesto y le digo: oye Adita, yo soy modista y le pido a Dios que me mande gente para arreglarle la ropa y siempre vienen buscándome para que les arregle el pantalón, la blusa y así, pero tú Adita, ¿Cómo haces tú? Si tú le oras a los muertos, no me digas que le pides a Dios que hayan más muertos para que te busquen y así ganarte unos pesitos… Ella siempre me dice que tenga juicio y deje de molestar con esas cosas”, relata Otero mientras recuerda aquellos momentos con su amiga. 

Ada Peralta está marcando una huella en todos los galaperos como alguna vez lo hizo su madre. Espera seguir sirviéndole a Dios hasta que él se lo permita, mientras llega el momento continuará yendo al cementerio, a casas de difuntos o donde la lleven para rezar siempre por el descanso eterno de aquellas almas.

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