Sebastián Torres Macías tiene 24 años y está a punto de cumplir 25 en el entrante mes de octubre. Es estudiante y aunque ya terminó académicamente, todavía no ha recibido su diploma como ingeniero de sistemas. Es dueño de un gato llamado ‘Félix’, por el cual daría la vida. Eso está demostrado en la práctica.
Y todo ello estuvo a punto de perderlo en la madrugada del pasado 20 de julio, cuando el conjunto residencial donde ha vivido gran parte de su vida, Flores del Recreo, fue el escenario de uno de los peores incendios de los últimos tiempos en la ciudad, el cual le cobró la vida a cuatro de sus vecinos, conocidos desde hace 12 años.
Torres Macías no tuvo tiempo para reflexionar sobre todo lo vivido sino hasta la noche de ese domingo, cuando encontró refugio en la casa de sus abuelos maternos, una casa donde funciona una tienda en el barrio Boston, hasta donde llegó EL HERALDO para escuchar de su voz el relato de un acto heroico por el cual expuso su vida con tal de salvar muchas más.
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“¿Qué me impulsó ese día a actuar?”, se cuestionó a sí mismo mientras el ardiente aire del mediodía llenaba el ambiente, bajo un árbol en la terraza de la casa donde se sentó a contar la historia.
“Podría decir que los valores que me han inculcado en casa desde muy pequeño, acá donde mi abuela y en mi hogar con mi mamá, porque vivo con ella, fueron los que no me permitían ignorar esos gritos de desesperación de las personas. Fue algo bastante estresante, bastante catastrófico y bueno, no lo podía ignorar, así que lo que hice fue actuar”, dijo.
Sonaron las alarmas
Los primeros minutos fueron de mucha confusión. La penumbra de la madrugada se mezcló con un tóxico humo que le fue llenado los pulmones a los habitantes del edificio. Según las primeras investigaciones, el fuego se originó en el parqueadero y afectó seriamente las torres A y B, las torres C y D quedaron inundadas por el humo. En esos instantes el aullido de las alarmas trajeron desde el más profundo de los sueños a los habitantes de este lugar.
“Yo estaba dormido. Fue a las 4:00 de la mañana y la mayoría de gente estaba dormida. Lo que a mí me alerta, lo que a mí me despierta, es la sirena del conjunto en contra de los incendios, y ahí creería yo que eso fue lo que alcanzó a alertar a la mayoría de las personas”, recordó el joven.
Sebastián tiene los ojos verdes y al abrirlos por el bullicio del creciente caos, se enrojecieron por lo que se encontró: pura oscuridad, no por la falta de luz, sino por el contaminado humo: “Lo primero que hice fue asomarme al balcón. Bajé con mi familia tan pronto como pudimos a tratar de controlar un poco la situación y fue bastante desesperante: levantarse y lo primero que ves es la casa toda negra, llena de humo bastante denso, no puedes respirar bien, lo primero que haces es bajar inmediatamente”.
Brigadistas improvisados
En un acto que él mismo reconoció como imprudente, bajó de su hogar –el apartamento 801 de la torre B– por el ascensor a riesgo de quedar atrapado y morir por efecto del humo. Sin embargo la máquina funcionó bien y llegó sano y salvo al primer piso.
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Al ver ese desastre tan grave, no lo pensó dos veces, se lanzó al rescate de sus vecinos: “Lo que hacía para ayudar a las personas era empaparme de agua. Recuerdo que tenía una camisa y me mojaba de agua con la regadera para la piscina. Cogí unas gafas también y como no tenía tapabocas en el momento, pues me quité la camisa mojada y me la puse como protección contra el humo, como un filtro, porque el humo estaba bastante tóxico y no me permitía respirar y mucho menos ver, por eso las gafas. Adicional a eso, el humo estaba caliente y por eso me tenía que mojar para poder auxiliar a las personas que se encontraban ahí”.
En ese momento, Sebastián hizo una pausa y recordó: “cabe aclarar que no estuve solo. Recibí el apoyo de gente de la comunidad también, personas de la misma torre afectada, de las torres A y B, especialmente”.
Se refirió a los hermanos Isaías y Santiago Escorcia, el señor Álvaro Hernández del 201 A, un veterinario de nombre Luis Carlos del apartamento 104 B, entre varios otros, que en ese momento se transformaron en improvisados brigadistas, pero en verdaderos héroes.
Los primeros rescates
Torres Macías tiene bien claro en los recuerdos a la primera persona a la que alcanzó a rescatar: “Fue alguien llamado Nini Pineda. Fue una vecina de la Torre A, la principal afectada. A ella yo la encuentro caminando así como en un estado de shock, bajando al tercer piso y ya cuando ya la cojo ahí la veía como desubicada también por la densidad del humo que no te permitía ver”.
Cuando Sebastián guiaba por las escaleras a Nini, al llegar al tercer piso, se dio cuenta que ya no podía avanzar más, por eso se jugó la vida suya y la de la mujer en una maniobra acrobática.
“Lo que hago es bajarme por el plafón del aire acondicionado y que ella se quedara ahí un momento para yo recibirla después. De pronto tenía yo mayor facilidad en el momento para maniobrar. Esa fue la primera persona a la que yo recuerdo que salvé y que pudo distinguir. En realidad la gente estaba negra por el humo, estaban negras literalmente, tapadas con mantas, cosas así. Estaban haciendo cosas muy improvisadas para tratar de solventar la situación también en el momento”.
En medio del desespero, él y sus vecinos tuvieron que comenzar a recibir gente que literalmente se comenzó a lanzar al vacío desde alturas moderadas.
“Cuando el humo no permitió, por la misma temperatura, pues simplemente no pudimos acceder a la torre, sino que ellos tenían que tratar de lanzarse y los recibíamos como podíamos. Pienso que en conjunto hicimos un buen trabajo y en ausencia de los bomberos, pudimos reducir la bajas al menor número posible”, agregó.
Uno se lanzó tratando de salvarse desde el octavo piso, vecino de toda la vida de Sebastián, el señor Wilson Mandón Castro, de 60 años, quien intentó escapar por la ventana con una sábana que al parecer no soportó su peso y lo hizo caer, falleciendo.
La piel en las manos
Entre todos los recuerdos que le quedaron en la memoria, sin lugar a dudas el más fuerte fue el de una de las últimas personas que alcanzó a rescatar. Aunque Sebastián prefirió no decir su nombre, este medio pudo confirmar que se trataba de la profesora Kira Molina Romero, de 55 años, quien murió algunos días después de la emergencia producto de las heridas.
“Desafortunadamente esta persona ya no se encuentra con nosotros hoy en día. Me impactó mucho por el estado en el que se encontraba cuando la ayudé a salir y es que se encontraba bastante quemada. Recuerdo que lo que más me impactó en ese momento es que la estaba cogiendo de los hombros, y cuando ya salimos de la torre del peligro, la piel de sus hombros me quedó literalmente guindando en las manos. O sea, fue un momento bastante impactante. La verdad es que no me he podido sacar esa imagen de la cabeza todavía”, describió.
Tras casi dos horas de lucha, con el brazo lesionado y luego de haber tragado mucho humo, los bomberos pudieron hacerse cargo de la situación.
“Yo sentí que fue una eternidad, la verdad. Se sintió como una película y el tiempo pasa muy lento, pierdes la noción del mismo cuando te encuentras en el lugar rodeado de humo, de fuego. La verdad es que sí se pierde la noción del tiempo completamente. No recuerdo a qué hora fue exactamente la verdad, ya a las diez a once ya estaba completamente evacuado el edificio”, anotó.
Acompañado de su mamá, Magda Macías, la administradora del edificio, espera que se avance en la reparación de las torres afectadas, la cual podría demorar alrededor de cinco meses, para reencontrarse con el lugar que es su hogar y en donde queda el recuerdo de los fallecidos y de los vivos, a quien ayudó a sobrevivir.
“Afortunadamente nos encontramos con salud, que me parece que es lo más importante, pero siempre han habido ciertos cambios. Nos ha tocado desplazarnos a otro sitio, que es en donde estamos viviendo ahora. La verdad es que no hay nada como el hogar de uno”, cerró.
¿Cómo rescató del humo y el fuego a ‘Félix’, el gato de la familia?
Una vez los bomberos ya estaban al frente de la situación, a Sebastián se le cruzó un recuerdo por la memoria: su gato ‘Félix’, al que tan pronto pudo, corrió a su apartamento en la torre B para recuperarlo.
“Recordé que habíamos dejado a nuestro gato, y eso fue bastante estresante también en el momento”, dijo.
Entonces, fue en el momento en que, con algo más de valor que sensatez, no escuchó la recomendación de los bomberos.
“Fue la única razón por la cual yo volví a subir momentos después al apartamento, ya incluso con los bomberos estando ahí porque me dijeron que la prioridad eran las personas, y listo, era entendible. Recuerdo que volví a subir a mi apartamento y tomé a mi gato y decidí abrazarlo. Por el plafón que tienen, en donde van los aires acondicionados, me tiré”, agregó.
Demostró que el amor por su mascota es tal, que no le importó arrojarse desde un punto bastante alto.
“Fue quizás el motivo, el detonante, por el que terminé con el hombro lastimado, porque recuerdo que me tiré del tercer piso con él, debido a que el segundo y primer piso había humo, estaba imposible debido a la temperatura que tenía, ya no podía pasar, y las barandas en el parqueadero estaban al rojo vivo”.
‘Félix’ está internado en el veterinario, pero fuera de peligro.