“Cuando dobla una campana,
debes andarte ligero,
porque murió un decimero,
el la cabeza cana.
Ese día por la mañana,
el sol no va estar presente,
porque se secó la fuente
que emanaba la poesía,
de pronto esta era la mía
que componía de repente”.
Esta décima, de autor desconocido, fue cantada por Gabriel Segura en vida y ayer fue recordada por los asistentes a la emotiva despedida que recibió el decimero por parte de los habitantes, artistas, folcloristas y autoridades de Soledad, la tierra que lo vio nacer hace 74 años y que se enorgullece de su hijo que engrandeció el folclor del Caribe colombiano.
Los decimeros más representativos de la región se hicieron presentes para brindarle un significativo homenaje a quien representó dignamente este género narrativo y musical.
En el adiós a un grande de la cultura, la música y el llanto se entremezclaron al recordar su invaluable legado y saber que ya no seguirá presente, pero su obra quedará latente en cada verso que surgió de su inigualable imaginario.
Entre décima y décima, Gabriel Segura fue recordado por sus entrañables amigos y familiares, pero también recibió exaltaciones de la Gobernación del Atlántico, la Alcaldía de Soledad, la Academia de Historia del municipio y la Fundación Carnaval de Barranquilla, entre otras instituciones.
El presidente de la Academia de Historia de Soledad, Fernando Ferrer Ferrer, anunció que se colocará un óleo de Segura en el Museo Bolivariano y la próxima biblioteca que se construya en el municipio llevará su nombre, para exaltar la memoria de quien es considerado el rey de la décima.
En medio de los tributos a esta leyenda, su hermano Félix cantó la décima que inmortalizó a Gabriel, con la que inicia la cumbia ‘Santo y Parrandero’.
Confesó a EL HERALDO que en vida tuvo una difícil relación con quien considera su gran ídolo. “Yo creo que las malas lenguas influyeron en eso. Mi hermano no quiso nunca que yo cantara, y cuando lo hacía se enojaba mucho, yo creo que le decían que yo cantaba mejor que él, pero para mí como él no cantará ninguno”, expresó. Los Segura Miranda tuvieron oportunidad de reconciliarse tres meses atrás, durante la enfermedad de Gabriel.
En la iglesia San Antonio de Padua, monseñor Víctor Tamayo presidió la Eucaristía. Cientos de soledeños se volcaron al templo, de donde partió el cortejo fúnebre que condujo a Segura Miranda hasta su última morada, en el cementerio central de ese municipio.
