San José de Doña Ana, o Doña Ana como le dicen sus habitantes, es el primer corregimiento del país que ha sido reubicado de manera voluntaria por causas del invierno.
Durante dos siglos sus habitantes vivieron en medio del agua, pasaran 9 de los 12 meses del año inundados y los niños aprendían a nadar primero que a caminar. Su historia cambio y se cuenta desde tierra firme.
Para las familias que pertenecen al municipio de San Benito, era mejor y más importante tener estacionados fuera de sus viviendas canoas y canaletes que bicicletas, motos y vehículos que podrían manejar solo durante pocos días porque de lo contrario se los llevaba la corriente.
Aprendieron a vivir como anfibios y muchos murieron sin vivir todo el año en tierra firme, sin embargo, las nuevas generaciones, aquellos que no querían continuar una vida de campesinos o pescadores y así darle otro ambiente de progreso a su terruño, empezaron a gestar la idea de reubicación.
Aunque los primeros habitantes se reubicaron el 22 de noviembre de 2013, fue hasta el pasado 5 de marzo cuando todos llegaron a este pedazo de Sucre e inauguraron la Institución Educativa que lleva el nombre del corregimiento.
La obra financiada por el Fondo Adaptación, en convenio con la Cruz Roja Colombiana tuvo un costo de $1.235 millones. Cuenta con tres aulas para 40 estudiantes así como escenarios para practicar actividades culturales y deportivas.
'Cuando nos inundábamos solo podíamos ir a clase en canoa, y cuando estas las utilizaban los pescadores no teníamos cómo ir. Si nos íbamos en una de ellas nos teníamos que regresar nadando y para que los cuadernos no se mojaran subíamos en bolso en tapas o arriba de la cabeza', relata Breiner David Aguirres, estudiante. Esto es confirmado por Ledys Montes, madre de cuatro menores, quien asegura que 'los niños iniciaban a cursar primero de primaria en febrero, y en mayo cuando nos inundábamos, las clases se suspendían y solo se volvían a iniciar en febrero del año siguiente. Pero era otra vez primero de primaria'.
Esto permitía que muchos de los niños perdieran el interés por estudiar y los padres muy poco podían exigir porque la falta de continuidad hacía que vieran más atractivo las actividades que hacían los mayores, aunados que por esto recibían dinero.
La población, conformada por 148 familias, está ubicada en un terreno de 6.5 hectárea y está divida en 7 manzanas adornadas por pequeñas casas pintadas con colores vivos en representación del espíritu de su gente.
Dista a 40 minutos en lancha de la antigua y a dos horas en carro de la capital sucreña, pero aun así sus habitantes consideran que en poco tiempo ambas poblaciones pueden ser un destino ecoturístico al estar rodeados de ciénagas y ser la primera comunidad en dar el paso para una reubicación.
En Doña Ana hay 5 tiendas, un salón comunal, 140 casas y la entrada es el mismo lugar de salida y sus esperanzas de progreso firmes como el suelo que pisan desde hace unos meses.