El Heraldo
Sociedad

Yuca-Ar, la receta artesanal de las sanjacinteras contra la violencia

Una harina artesanal de yuca es elaborada por mujeres víctimas del conflicto armado en San Jacinto, Bolívar. El producto está a la espera del registro Invima. 

“Si no nos íbamos nos mataban”. Así comienza su relato una mujer que vivió en carne propia la crueldad de la violencia en Colombia décadas atrás. Rosmery Moreno, víctima del desplazamiento forzado, es un templo vivo de resistencia y un ejemplo de superación para las mujeres de San Jacinto (Sur de Bolívar), un pueblo que no se libró de los estragos y los daños irreparables ocasionados por los grupos al margen de la ley por varias décadas.

Aún con los violentos acechando la tranquilidad de los habitantes de Los Montes de María, la fuerza y la paciencia de sus gentes para levantarse de los golpes una y otra vez no se doblega. Así también se mantiene Moreno, que desde 2016, y dispuesta a ayudar a las mujeres de su comunidad afectadas por el conflicto, pensó en sacar provecho de los abundantes cultivos de yuca que se siembran en esta región.

Con ganas y creatividad nació Yuca-Ar, un emprendimiento de harina artesanal de yuca hecha por mujeres caribes.

Desde la raíz

La integración de este equipo de trabajadoras se dio en 2016 luego de una capacitación dictada por la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad (Limpal),  en la que se orientó a mujeres de la comunidad en temas de liderazgo, mientras aprendían sobre sus derechos como víctimas del conflicto y como mujeres.

Gracias a la llegada de esta ONG, desde ese momento nueve sanjacinteras pertenecen a Yuca-Ar y a la Asociación de Mujeres Innovadoras del Campo.

“San Jacinto es un pueblo artesanal y todas sabemos hacer artesanías, porque es una de las principales actividades económicas, pero no queríamos hacer una iniciativa productiva de artesanías porque veíamos que esta no era valorada como es debido, y también hay mucha oferta de estos productos”, recuerda Rosmery.

Con una tradición genética de familias campesinas dedicadas a la agricultura en San Jacinto, las emprendedoras analizaron el panorama de lo que más se producía en estas tierras. Todas coincidieron en que era la yuca, un tubérculo que crece en esta zona tanto en invierno como en verano. Innovar  con este fruto de la tierra se convertiría en la próxima tarea.

El proceso

Convertir la yuca en harina no fue tarea fácil, llegar a ella mucho menos. “La idea se dio porque nosotras vimos que lo único que hacíamos con la yuca era cocinarla y hacerla carimañola. Si la hacíamos en bollo había que exprimirlo y eso daba la masa. Para hacer la elaboración de este nuevo producto pasamos por muchas pruebas para lograr obtener la harina derivada de la yuca”.

“Primero se debe seleccionar cuidadosamente la yuca, después debe verificarse que está apta, así que se pone a cocinar un kilo para ver qué tal sale, y desde ahí comenzamos con el pelado, el lavado, rallado, secado y molido”, explica Moreno.

De este ingrediente pueden surgir una gran cantidad de alimentos como colada, arepa, galletas, pizza, torta, buñuelos, o pan, en fin, “todo lo que se hace con una harina de trigo”, dice la cocinera.

Los principales consumidores de Yuca-Ar estaban en el mismo municipio, pero con el tiempo han llegado a algunas ciudades del Caribe colombiano, incluso al interior del país.

Actualmente el grupo de emprendedoras, con el apoyo de la asociación, están haciendo la debida gestión para obtener el registro Invima y así tener la posibilidad de exportar este producto artesanal, ese es su sueño.

“La idea es visibilizar también cómo ese proceso nos ha ayudado a superarnos y a sanar heridas porque con eso estamos intentando generar una paz integral. Cuando vendemos la harina, lo hacemos también con la idea de que detrás está la historia de nueve mujeres que han querido salir adelante”, destacó Moreno.

La proyección

“Desde la innovación estamos apostando demasiado porque es un producto que no se ve en San Jacinto, solo se ve la yuca. A nadie se le había ocurrido realizar esta harina. Estamos siendo generadoras de empleo, no solo por las que trabajan en la elaboración, sino que la cadena empieza desde aquel que nos vende la yuca hasta el mototaxi que la lleva”, indica Yulienis López, representante legal de la Asociación de Mujeres Innovadoras del Campo.

Expresa que el objetivo a mediano plazo con su emprendimiento es convertirse en una fábrica. Resalta que hasta ahora no han tenido apoyo por parte del Gobierno, pero siguen “tocando puertas”.

“Somos resistentes, luchadoras y sobrevivientes de este conflicto, y el día de mañana se lo compartiremos a nuestras generaciones venideras, pero ya no desde el papel de víctima, sino como las mujeres empoderadas a las que les crecieron nuevas raíces”, sostuvo López.

Mujeres, símbolo de resistencia

Rosmery Moreno a sus 50 años ha sido desplazada en tres ocasiones. La primera se dio luego de que mataran a su esposo en 1989 en la vereda Turquía. En 1997 fue víctima nuevamente de la violencia tras el asesinato de su tío a manos de grupos armados al margen de la ley en la vereda Barcelona.

“En 1999 volvimos a ser desplazados porque en la finca de al lado mataron a dos señores, y llegaron a decirnos que si no nos salíamos nosotros íbamos a correr con la misma suerte”, relató.

En pandemia el sector de las artesanías se vio afectado por la baja de las ventas. Así lo narró Daisy Vives, quien hace parte de Yuca-Ar hace cuatro años, pero alterna sus ingresos con el oficio artesano. “Con el desplazamiento sufrimos mucho porque uno no sabía otra cosa más que trabajar en el campo”. En 1999 vivió el desplazamiento y su familia se vio obligada a separarse. 

La mujer de 40 años tiene cuatro hijos y ahora su único deseo es “vivir tranquila” y “sanar las heridas” que le dejó la violencia.

Pero no solo la población adulta recuerda con amargura aquellos infortunados años. Con vagas escenas en su memoria, Daniris Reyes, de 24 años, guarda en su subconsciente las desdichas de sus coterráneos.

“Yo viví de cerca el conflicto, pero no lo recuerdo porque estaba muy pequeña. Me cuentan que mi familia tuvo que dejar el campo por la guerra, porque había mucha matanza”, dice la joven cuyo padre la sacó en brazos de su parcela cuando los violentos tocaron las puertas de su hogar.

Ella como sus compañeras pactan su compromiso de seguir trabajando como socias de Yuca-Ar, por dejarle esa raíz emprendedora a las generaciones venideras, hacerla autosostenible y generar empleo formal de calidad.

Para adquirir el producto y conocer algunas recetas, los interesados pueden hacerlo a través del Facebook Yuca-Ar Harina de Yuca Artesanal, y en Instagram @harinadeyucaartesanal.

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