Sociedad

En Video | Las voces de Malambo que le cantan a la Navidad

En el vecino municipio, 45 voces conforman el primer coro de canto lírico en su historia  El próximo 18 de diciembre será su gran debut.

Frente al micrófono y la cámara, si no es para cantar o dirigir a su coro, Kelvin Lara tiembla y suda. La labor principal de este cantante de ópera de 25 años está en la música: cantarla y enseñarla. Por eso cuando necesita dirigirse a las cámaras para informar sobre su labor lo hace con entusiasmo, pero también con algo de nerviosismo y repitiendo algunas palabras.

Sin embargo, el cantante que ha ganado concursos de talento en todo el departamento del Atlántico y participado en eventos intermunicipales como el Festival de la Canción en Baranoa, en el ‘Yo me llamo’ de Santo Tomás, en el Festival de la Canción de Palmar de Varela, en El Show de Ley Martin, y que se ha presentado en el Teatro Mayor Julio Santo Domingo, tiene una labor de la que hoy le gusta hablar: el Coro Voces de Malambo.

“Si en Puerto Colombia, en Barranquilla, en Baranoa, en Soledad hay un coro, ¿por qué no en Malambo?”, se preguntaba Lara antes de empezar a salir a “reclutar” personas de todas las edades en el municipio donde nació.

Justo antes de la pandemia, en marzo, se fue a los barrios “a buscar jóvenes talentos” acompañado de dos promotoras “que visitaban los colegios cuando estaban abiertos” y lo acompañaban  “a hacer pedagogía”.

Gracias a esa labor apoyada por el Instituto Municipal de Cultura de Malambo, que dirige Dilia Barrios Jaramillo, la pandemia vio nacer allí un coro de canto lírico. En junio empezó a gestarse con las clases de técnica vocal que Kelvin Lara impartía a través de WhatsApp, la vía de comunicación de los estudiantes del municipio.

“Aquí hay voces y nacen voces para todo tipo de música”, dijo Kelvin. Presencialmente reunió 15 en siete colegios, pero “cuando se metió la pandemia quedó todo parado”. Entonces inició una fase virtual. “Con la ayuda de un amigo, Javier Márquez, que toca el piano, logramos construir la página del Instituto de Cultura”. Desde ahí hicieron la difusión de los cursos: de técnica vocal, de guitarra, de percusión folclórica y de acordeón, este último dictado por el maestro Gabriel ‘Chiche’ Maestre.

Lara cuenta que hizo los arreglos de opera lírica para el tema Noche de paz en el patio del Instituto, y le agregó el acordeón “para que sonara algo de Colombia”. Hacía videos, los enviaba al grupo de WhatsApp y los estudiantes le mandaban dos días después el ejercicio de respiración, afinación o entonación que les ponía.

Hicieron conciertos en vivo en grupos de cinco todos los viernes; era el examen final para “clasificar las voces y someterlas a un coro”. Cada presentación se transmitía en vivo por la página del Instituto. Cuando terminó la cuarentena y las restricciones lo permitieron, se reunieron en grupos de 15 para ir “unificando las voces”. La iniciativa del coro ya estaba, “pero teníamos que formarlo y escucharlo”.

Los 45 integrantes  que hoy tiene el coro oscilan entre los 4 y 57 años, en su mayoría adolescentes. Kelvin dice que lo que importa es que quieran cantar y ahí lo aprenden. Por estos días ensayan temas navideños y religiosos como El niño del tambor, Aleluya o Noche de paz. Se preparan para el 18 de diciembre, fecha de su primera presentación pública, en el Polideportivo La Magdalena de Malambo a las 5 de la tarde, con transmisión virtual.

Algunos de los integrantes del Coro en el Instituto de Cultura de Malambo, donde se enseña técnica vocal además de percusión folclórica, acordeón y guitarra. Mery Granados

Voces

Una de las voces principales del coro es Marian Carmona, quien ocupó el primer lugar en el certamen convocado por el Instituto de Cultura en el que ganaba quien recibiera más likes.

En el video que está colgado en Facebook cantó el vallenato Mi presidio.

Su gusto por la música se remonta a antes de su nacimiento, según dice. “Cuando mi mamá estaba embarazada de mí, había un señor que cantaba vallenato y él me cantaba y decía que yo sería cantante porque me movía con la música. Al nacer, mi mamá ponía esos mismos vallenatos y yo me movía al ritmo de ellos”.

Desde los 6 años empezó a cantar en la iglesia Santa María Magdalena estimulada por una tía y sus padres. “Cantar no se enseña porque se nace con el don, pero sí se puede moldear el talento”, dice Marian, cuya voz en el coro es de soprano y contralto.

Entre sus afectos musicales menciona nombres como Diomedes Díaz, Greeicy Rendon, Selena, Rocío Durcal, Maelo y Frankie Ruiz. Dice que quiere estudiar sicología y valerse de la música para obtener ingresos económicos mientras tanto.

Otra de las integrantes del coro es Hadith Salazar, que también llegó a través del concurso en el que ocupó el segundo lugar. Tiene 15 años y ha cantado en centros comerciales, colegios, festivales, y el año pasado llegó hasta la ronda de batallas de La Voz Kids en Bogotá.

En YouTube puede verse uno de sus shows con casi un millón de reproducciones en el que canta No quererte, tema interpretado por Maía. Dice que un día su padre, que es músico, la vio cantando frente al espejo con un cepillo de peinar como micrófono y se dio cuenta de que tenía “una voz bonita y afinada”.

A Hadith le parece que el coro es “un proceso muy bonito, que ayuda a muchas personas que quieren mostrar su talento a hacer algo que les gusta y les apasiona”.

De sus gustos musicales dice que van más allá de los géneros o del artista, “si me gusta la canción, la escucho y la canto”.

Por otra parte, Yonatan Melgarejo Varela empezó tocando la guitarra e ingresó al coro para afinar la voz. Por la página del Instituto de Cultura vio el curso y se interesó.

“El aprendizaje ha sido excelente, el profesor le ha tenido paciencia a uno; su técnica, su expresión hacia a uno ha sido excelente”, dice.

A sus 31 años, además de tocar guitarra estudió una carrera de sistemas en el Itsa y tiene una fundación con su hermano con la que trabajan actualmente en temas de nutrición, prevención del embarazo a temprana edad y convivencia.

Presentarse con el coro el próximo 18 de diciembre lo ilusiona, como a sus demás compañeros.

“Es la primera vez que estoy en uno, me siento alegre, contento, gozoso por el grupo de trabajo que tenemos. Con el profesor estamos sacándole a este tiempo de mala vibra una buena vibra… En la crisis se pueden hacer estas cosas”.

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