
“En el semillero está el gran tesoro del Carnaval”
Hace 17 años la Unesco declaró la fiesta como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Por ser una especie de bóveda que atesora una verdadera cadena de tradición, un día como hoy, hace 17 años, la Unesco proclamó el Carnaval de Barranquilla como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad.
Muchos siguen celebrando esta fecha y consideran un logro esta declaratoria. Sin embargo, otros sostienen que esta es una especie de advertencia sobre el peligro que podría correr la fiesta cultural más grande de Colombia si no se ejecutan planes especiales que permitan que los grupos más representativos tengan un relevo generacional y perdure en el tiempo su riqueza cultural.
La candidatura del Carnaval de Barranquilla estuvo sustentada en la diversidad de manifestaciones culturales del Caribe colombiano, en sus tradiciones de siglos que anualmente desbordan en imaginación, música, baile y alegría. Es por ello que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, volcaron su mirada de manera especial en nuestra fiesta.
La periodista barranquillera Lola Salcedo, por encargo de la Fundación Carnaval de Barranquilla, tuvo la misión de liderar el equipo que durante 12 meses de investigación elaboró el dossier de 146 páginas que fue presentado a la Unesco para postular la candidatura del Carnaval de Barranquilla.
Ser la primera declaratoria de Patrimonio Inmaterial en el país le ha permitido a nuestro Carnaval hacer aportes significativos para la cultura y los procesos de salvaguarda de otras festividades como el Carnaval de Negros y Blancos de Pasto, que también obtuvo la misma declaratoria hace 11 años, y el Festival Vallenato hace 5.
Este 2020 la celebración se comenzó a vivir de manera virtual con los jóvenes herederos de la tradición, quienes confirman su compromiso generacional. Este viernes a las 4:00 p.m., los nuevos rostros de la fiesta participaron en una transmisión en vivo por Facebook y YouTube, en la que mostraron su pasión y responsabilidad por sostener en el tiempo el legado que reciben de sus ancestros.
EL HERALDO dialogó con varios de los participantes en este evento y también con Alcides Romero, director de Los Cumbiamberitos de Buenos Aires y Rey Momo del Carnaval 2020; y Gabriel Marriaga, director del Cumbión de Oro, quienes reflexionaron sobre la importancia del semillero, el cual consideran vital para el futuro de las carnestolendas. Según datos entregados por Carnaval de Barranquilla S.A.S., en la actualidad son 131 grupos infantiles los que enriquecen los grandes desfiles.

“La mejor manera para sostener el legado que recibimos de mi bisabuelo Luis Alberto Altamar es bailar con amor la cumbia, y lograr transmitirlo a los nuevos integrantes. Ya somos cinco generaciones las que hemos hecho parte de El Cañonazo y seguimos en pie de lucha. Tenemos la cumbiamba infantil Las Semillitas del Cañonazo fundada por mi mamá Denis Pájaro y que hoy dirige mi papá Ivanoff Altamar, así que tengo doble responsabilidad porque no solo heredo la tradición de El Cañonazo, sino también de Las Semillitas con 90 niños y jóvenes que aprenden a bailar cumbia de manera tradicional. Tenemos niños que llegan en coche y luego hacen parte del Cañonazo, yo soy un ejemplo, inicié siendo capitana de Las Semillitas, luego pasé a los 14 años a ser capitana de El Cañonazo y hoy a mis 25 años sigo bailando cumbia”.

“Sostener el legado familiar es todo un reto, nos hemos estado concientizando lo que significa nuestra cultura afrocolombiana y desde allí venimos trabajando en fortalecer nuestro grupo. Hemos logrado enamorar a miembros de nuestro barrio San Francisco, también de La Manga, Nueva Colombia y de otros barrios de Barranquilla y Soledad. Anualmente logramos integrar a niños de 8 y 9 años a nuestro grupo, también tenemos un proyecto musical dirigido por Abraham Cáceres, que hace que quien llegue se enamore por completo del mapalé. Por redes sociales hemos atraído nuevo público y bailarines, me encargo de proyectar nuestra herencia afrocolombiana. La clave en la salvaguardia de la fiesta está en transmitir nuestra pasión carnavalera a las nuevas generaciones”.

“En el semillero está el gran tesoro del Carnaval, es por eso que hace 31 años nutrimos y fortalecemos la tradición de los cumbiamberos. Creo que uno de los compromisos de esta salvaguardia que nos otorgó la Unesco hace 17 años se centra en los niños y desde el barrio Buenos Aires hemos aportado a ese crecimiento manteniendo viva esta tradición que pasa de generación a generación. No es una tarea fácil, pero por aquí han pasado hombres y mujeres que hoy han vinculado a sus hijos y nietos a bailar cumbia, así que nuestra labor ha sido próspera porque ellos aman la cumbia por encima de cualquier otro ritmo. Se nos viene un posible escenario virtual, lo que invita a vivir la fiesta desde casa, hace 20 años creamos el concurso Fachadas de Carnaval, que en estos tiempos se hace mucho más valioso para que la gente disfrute en sus hogares sin poner en riesgo su vida”.

“Mantener a nuestros integrantes activos es una labor constante, estamos captando a los niños a través de redes sociales, con familiares y amigos de los integrantes de nuestro grupo mayor y con los vecinos del sector. Nos toca luchar porque en el semillero indudablemente está el futuro de la fiesta. Nosotros manejamos un sentido de familia que les permite vivir la cumbia a plenitud y la idea es que ningún ritmo de estos urbanos prime sobre nuestra música folclórica. Tenemos un reto grande para mantener la fiesta, nos toca redoblar esfuerzos porque va a haber un vacío el próximo año. Hoy los jóvenes ven el Carnaval como un desorden y lo viven con mucha informalidad, en mis tiempos cuando llegaba el Carnaval existía un compromiso por disfrazarse y mostrar así nuestra herencia, así que hay que involucrarlos más porque hoy con un jean y una camisa ya se sienten parte activa de la fiesta”.

“Para sostener nuestra danza se necesita un sustento económico estable con el que se pueda costear la materia prima para hacer los disfraces, y también personal que se enamore de la danza y participe como bailadores. Hace una década tuvimos una danza infantil, en estos momentos no contamos con ella, pero cada año entran algunos niños que enriquecen nuestra tradición. El reto está planteado y hay que seguir luchando por mantener el legado. Yo hago parte de la cuarta generación y desde el barrio Ciudadela Metropolitana (Soledad), acompañado de otros 25 integrantes queremos sostener la bandera que elevó mi abuelo Baltasar Sosa junto a sus hermanos Juan, Argemiro y Luis Segundo Sosa”.

“Nací en cuna carnavalera, mi papá (Paragüita) siempre me enseñó la historia del Carnaval, me metió en escuela de danza para aprender de todos los ritmos, así que la tarea de sostenimiento de la fiesta inicia desde casa. Tenemos un semillero de 100 niños que escuchan un porro y un fandango y les dan ganas de bailar, para nadie es mentira que las nuevas generaciones nos hemos inclinado mucho por la champeta y el reguetón y desconocemos la música folclórica, así que desde nuestra comparsa les hemos inculcado ese amor. Ellos escuchan en YouTube mucha música folclórica y la proponen para incorporarla en nuestras coreografías, algo que nos sorprende.
En mi caso desde que cumplí los 10 meses de nacida pisé la vía 40 y hoy a mis 21 años soy una de las directoras de grupos más jóvenes de nuestra fiesta, lo cual me llena de mucho orgullo”.