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Desarrollar los talentos y hacer actividades físicas puede ayudar a invertir mejor el tiempo de los niños. 123 RF
Sociedad

Interacción digital, el hábitat comunicativo de la generación Z

El uso excesivo de tecnología en los centennials les puede generar la pérdida de habilidades sociales. Expertos dan claves para encontrar equilibrio.

Cuando se conecta a la red se desconecta de su realidad. Espera que sean las 7 a. m. para empezar sus clases virtuales e iniciar de nuevo su rutina que ejecuta frente a una pantalla todo el día, incluso para llevar a cabo sus deberes. Luego de su jornada escolar su única motivación para entretenerse son los videojuegos.

Son escasos los momentos en el día donde se levanta para comer o ir al baño. Su actividad física es poca en comparación cuando entrenaba varios días de la semana en una escuela de futbol, ahora suspendida por la emergencia sanitaria.

Quema su tiempo jugando y comunicándose con sus amigos o con usuarios de otras partes del mundo.

Cae la noche y en contra de su voluntad “le toca” obedecer el llamado de atención de apagar el ordenador. Ante esta situación su madre manifiesta gran preocupación por el uso excesivo de su hijo de 12 años de estas plataformas. Así como ella, son muchos los padres preocupados por la misma situación.

Ante este panorama, dos expertos ponen en contexto lo que sucede con el abuso de los entornos digitales y su influencia en la interacción social de niños y jóvenes.

 

De frente al problema

Sumergidos en el océano de herramientas digitales que actualmente hacen parte de la cotidianidad, pueden surgir efectos contraproducentes en las personas. Así lo explica Luz Karine Jiménez, psicóloga y docente de la Fundación Areandina, que lidera el proyecto “Habilidades sociales, competencias blandas y su influencia en la empleabilidad de graduados de la facultad de Ciencias Sociales y Humanas y la facultad de Derecho de la Fundación Universitaria del Área Andina”.

Según la experta, la Generación Z – constituida por las personas nacidas  después del año 2000 -  ha tenido acceso a todo el uso de la tecnología desde sus primeras experiencias. Esto, casi que por naturaleza, ha ocasionado que “los jóvenes estén más en contacto con los dispositivos móviles que enfocados en la interacción con las personas”.

Cuenta la docente que desde la psicología se ha descubierto que esta dinámica viene en constante cambio y los efectos que refleja no son muy positivos, ya que el ser humano es un ser social por naturaleza, y evitar este contacto podría ocasionar cambios en estas habilidades.

Jiménez identificó que gran parte de las relaciones interpersonales de los jóvenes contienen poco manejo de la inteligencia emocional. Esta hace referencia a la interpretación de los estados emocionales, los cuales influyen considerablemente en la vida, es decir, la mayoría de las veces nos “impulsan a que tomemos una decisión”. La profesional resalta que existen personas con un dominio de esta faceta emocional mucho más desarrollado que otras.

Para este punto cita a uno de los autores más reconocidos en este campo, Daniel Goleman, que plantea que la inteligencia emocional, las habilidades de interacción social y las competencias, están directamente relacionadas con el éxito, no solo laboral, sino también social y personal.

“Vemos que los más inteligentes del salón, esos que siempre sacaban buenas notas, no son los que más han triunfado en el ámbito laboral, y la respuesta es que existen unas condiciones diferentes al Coeficiente Intelectual (IQ), entonces esas habilidades sociales juegan un papel fundamental cuando hablamos de las relaciones con el otro”, indicó.

Confinados

La situación por la pandemia ha provocado que la estancia en los “ecosistemas digitales” interrumpa los procesos de interacción. Por ejemplo, Jiménez como profesora ha sido testigo de cómo algunos entran a las plataformas para las reuniones, ya sean de trabajo o de estudio, sin siquiera dar el saludo de buenos días.

La docente se refirió a que en estas épocas pandémicas el uso excesivo de los dispositivos móviles por parte de los centennials ha desencadenado ciertos comportamientos que impactan negativamente en la formación de una identidad poco asertiva en ellos.

Asimismo, expresó que las pantallas han “disminuido esa carga afectiva que implica una relación interpersonal”, no hay oportunidad de leer rostros y posturas corporales que son señales que permiten entender qué le pasa al otro, por tanto, Jiménez recomienda no perder la empatía hacia los demás.

Desde un sentido más optimista, el ecosistema digital ha contribuido a que algunos adolescentes hayan logrado un mayor desenvolvimiento, fortalecer destrezas y capacidades con miras a los escenarios laborales.

Para el médico psiquiatra Fredy Sánchez, los medios digitales, como una respuesta a la situación del aislamiento, podrían ser un arma de doble filo. “El ser es biopsicosocial, es decir, tiene unos componentes biológicos, psicológicos y sociales (…) Gracias a esa socialización digital se ha podido mantener en una época como esta, podemos conectarnos y nos da la sensación de cercanía, pero todo en exceso es malo”.

Vistas desde el ocio, si las plataformas digitales no existieran “la pandemia hubiese sido espantosa”, anota el médico. Incluso, antes del confinamiento, mucho se hablaba del tiempo que dedicaban niños y jóvenes a los videojuegos y redes sociales, y “cuando ese tiempo sobrepasa ciertos límites se puede pasar a que pierdan las habilidades sociales”.

En temas de salud también tiene una incidencia la tecnología. Por ejemplo, cuando los jóvenes usan muchos los dispositivos empiezan a recibir una enorme cantidad de luz azul que emiten todas las pantallas LED, que a largo plazo puede generar daños.

Recomendaciones y conclusiones

El psiquiatra Fredy Sánchez, aconseja a los padres prestar especial atención cuando se presentan notables cambios de conductas y de ánimo de sus hijos, ya que se pueden desencadenar otro tipo de problemas.

“A mí me parece que limitar el tiempo de estancia en entornos digitales es algo que le resulta muy difícil a los padres, pero aun así diría que es necesario”, destaca el experto. Por ejemplo, considera que cerciorarse de apagar los dispositivos móviles unas cuantas horas antes de dormir, creará un hábito saludable mientras el niño crea consciencia de la importancia de no generar dependencia de estos. Esta es una manera de empezar a administrar la estancia de los pequeños en el ciberespacio.

Además, dice que desde el otro lado de la pantalla se puede seguir fortaleciendo las relaciones interpersonales. “Si se van a utilizar estos medios, que al menos se logre conseguir interactuar con las demás personas sin abusar”. Otro de los consejos del experto, especialmente en medio de la pandemia, es que los jóvenes lean en la medida de lo posible libros físicos, se estimulen habilidades artísticas y se desarrollen actividades físicas.

Invertir parte del tiempo de ocio en actividades formativas es una de las soluciones que propone Luz Karine Jiménez. Asimismo, señala que para mantener la interacción social se debe tratar de promover desde el mismo hogar. En esta misma línea hizo énfasis en lo primordial que es trabajar las prácticas sociales dentro del núcleo familiar a temprana edad, ya que  a futuro será reflejo  de las buenas costumbres.

En otras de las investigaciones que Jiménez adelantó con una mesa de trabajo, encontró que se necesita “volver a infundir” esas habilidades sociales básicas, específicamente las normas de urbanidad.

Partiendo de este punto, destacó que “aunque la relación sea a través de un medio digital o presencial tenemos que fortalecer esas habilidades sociales como saludar, hablar, escuchar y encender la cámara, que también es muy importante”. Este es uno de los problemas más latentes a la hora de hablar sobre las actividades virtuales, dijo.

Otra de las recomendaciones de la psicóloga, a propósito del trabajo y estudio en casa, es aprender a escuchar porque una escucha activa permitirá una retroalimentación oportuna de la información. Añadió que trabajar en la comunicación asertiva es importante para expresar una opinión que refleje las convicciones propias y no para “hacer feliz al otro”.

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