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El coronavirus ha creado una nueva realidad para todas las personas. Aunque los especialistas médicos sostienen que cada individuo responde de manera distinta a los estímulos emocionales, esta coyuntura ha tenido otro impacto en las personas contagiadas con COVID-19, puesto que han experimentado sensaciones que de alguna manera repercuten en su salud mental.

Tal es el caso de Sergio Andrés Borrero, un hombre de 27 años que desde hace tres semanas se encuentra aislado en una solitaria habitación de un hotel de Barranquilla.

En medio de cuatro paredes, el comunicador social y periodista se recupera tras haber sido diagnosticado con coronavirus, la enigmática enfermedad que amenazó con poner en jaque su vida.

Este 'aprendizaje', como él lo califica, empezó el primer domingo de junio, cuando se levantó con un fuerte dolor de cabeza y fiebre. Aunque pensó que se trataba de una nueva crisis de asma, la fugaz idea de tener coronavirus comenzó a hacer eco en su mente.

A los pocos días, ante la imposibilidad de respirar con normalidad, Borrero decidió asistir a una consulta médica para conocer cómo estaba su estado de salud.

Tras haberse sometido a la prueba, Sergio decidió aislarse durante una semana en su habitación hasta el momento que recibió el resultado: positivo para COVID-19. De inmediato, su EPS le propuso ser trasladado hasta un centro de aislamiento para monitorear su evolución.

'En el momento que recibí la noticia, fue como un aterrizaje forzoso. Cuando estuve empacando la ropa, el miedo de no volver, de no ver más a mi familia empezó a aflorar. En ese instante tratas de ser fuerte por tus familiares, aun cuando estás derrumbado por dentro', expuso.

Al llegar hasta el espacio que se ha convertido en su casa por más de quince días, la imposibilidad de tener contacto directo con otras personas lo llevó a estar al borde de la lona.

'El silencio es mal acompañante. Te hace caer en cuenta de que estás solo. Aunque tratas de dormir, tu mente sigue divagando, buscando explicaciones de la situación. En la mañana, el golpe es más duro cuando abres la puerta para recibir el desayuno y no ves a nadie, encuentras una bandeja en el piso con los alimentos bien empacados', recordó Borrero.

En medio de toda esta situación, su familia, amigos y allegados se han convertido en un refugio para poder avanzar en el proceso y mantenerse fuerte en el plano emocional.

'Para mí esto ha sido un solo y largo día en el que te duermes y te despiertas otra vez. No he querido contar los días y aunque en un principio fue duro, sé que mi familia está bien y acá estoy recuperándome sin ponerlos en riesgo', agregó el joven.

Ahora, cuando todo indica que el virus ya ha abandonado su cuerpo, Sergio solo espera con ansias los resultados de la segunda prueba para así volver a reencontrarse con todos los suyos.