
Lorenzo, de 17 años, estaba algo tímido, no quería hablar, según dicen, él con desconocidos no habla. Pasado un tiempo, cuando vio que no había extraños cerca soltó la lengua.
Outsu jamukat, aja machi, aja, Ángela, Lorenzo outsu jamukat, que traduce al español: tengo hambre, sí mujer, sí, Ángela, Lorenzo tiene hambre.
Nacido en Venezuela, Lorenzo es un loro que llegó desde muy pequeño a la ranchería Kajutchón, en el corregimiento de Manaure, antes de llegar a Mayapo, allí aprendió todo lo que tiene que ver con la comunidad indígena, sus usos y costumbres, tanto que Lorenzo habla wayuunaiki.
Una atracción curiosa
Como es natural en estos animales, esta ave imitadora, parlanchina e incluso mamadora de gallo, repite al pie de la letra la difícil pronunciación de la lengua indígena, la cual le fue enseñada poco a poco por su dueña Ángela María Epiayú, hasta que el animal logró descifrar las palabras y adoptarlas para hacerse notar.
“Él es una atracción más de nuestra comunidad, muchos se sorprenden al ver que Lorenzo habla wayuunaiki, es curioso aunque no debería, de pronto es famoso porque suena gracioso, eso llama mucho la atención”, dijo Ángela.
Muchos lo quieren en casa
Según dijo su maestra, son muchos los visitantes que han llegado a su comunidad y ven con curiosidad este hecho, al extremo que han querido comprarlo ofreciendo buenas sumas de dinero que para Ángela no tienen comparación con los beneficios que tiene para ella mantener a su mascota, pues Lorenzo cumple un papel fundamental en la ranchería.
Espantar a los zorros de las gallinas
Lorenzo está muy pendiente de sus compañeras de patio, las gallinas son apetecidas por animales salvajes que rondan por la comunidad y que ya han cogido de plato fuerte a más de una.
“Lorenzo grita, salta, hace lo que sea para espantar a los animales, a veces nos llama por nuestros nombres propios para que estemos alerta, es nuestro informante ante la llegada de extraños”, afirma Ángela.
Sin duda este fantástico animal es la diversión para estos indígenas, muchos niños pasan horas enteras enseñándole toda clase de palabras a este inocente animal que imita el lenguaje wayúu.
Lorenzo muy seguramente seguirá haciendo su labor esperando a que los zorros no pretendan perseguirlo, al ser él uno de los culpables de no poder llevarse ni un ave de la ranchería Kajutchó, pues a diferencia del resto de animales él si sabe que las palabras tienen poder.
¿Saben lo que dicen o no?
Durante muchos años biólogos, veterinarios y científicos, han tratado de establecer si estos animales conocen el significado de lo que pronuncian, aunque muchos afirman que sí, otros sostienen que es igual que el resto de los animales, los cuales se acostumbran a tener unos códigos específicos que los asocian según tienen una necesidad.
Por ejemplo, si le enseñan a pedir comida de una manera, repitiendo palabras específicas y posteriormente lo premian con comida, el animal repetirá esa escena siempre que tenga hambre.
Así mismo se ha establecido que los loros tienen la capacidad de imitar y son los únicos animales con la capacidad de imitar sonidos del lenguaje humano, aunque lógicamente, su desarrollo cerebral les impide utilizarlo como signos de comunicación; es decir, lo hablan por repetición y entrenamiento, pero no lo comprenden.
Su triste comercialización
Los loros son adquiridos comúnmente como animales domésticos, en muchos países se les captura por su gran valor de venta, eso supone que son capturados de manera ilegal, matando en el proceso a los adultos hasta poner en riesgo de extinción a muchos de ellos.
Durante su transporte clandestino en condiciones brutales para no ser detectados, mueren el 60 por ciento y los restantes son vendidos por traficantes en el extranjero, a donde son llevados también de manera clandestina.
En Colombia también se comercializa este tipo de mascotas, muy abundante especialmente en las costas, muchos de ellos provenientes de Venezuela, siendo La Guajira y la región Caribe los lugares de mayor concentración de estos, aunque muchos los mantienen en cautiverio existen casos en los que las mismas aves llegan al lugar y amañados con las bondades que les ofrecen, pese a estar libres, se quedan para siempre, adoptando el estilo de vida de su comunidad.
Por Camilo Parga Azula