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El presidente electo Gustavo Petro acaba de tomar una decisión que, por decirlo de manera suave, resulta por lo menos osada, retadora si se quiere. En efecto, Petro ha decidido que su ministro de Defensa sea el ex magistrado auxiliar de la Corte Suprema de Justicia Iván Velásquez Gómez. Ni más ni menos.

Es una decisión arriesgada con la que el presidente electo parece jugársela toda en un sector en el que no tiene ninguna consigo. Petro tiene dos columnas fundamentales sobre las cuales afincar la confianza que su próximo gobierno todavía despierta en los 10,5 millones de votantes que lo hicieron en contra suya. Igual ocurre con un gran número de electores que más que votar por él lo hicieron en contra del salto al vacío que representaba un 'outsider' tan exótico y pintoresco como Rodolfo Hernández.

La primera columna era el Ministerio de Hacienda. Esa carta la jugó Petro de forma magistral al designar un economista ideológicamente alineado con su pensamiento reformista, pero serio y muy respetado académica y personalmente. Esa figura es José Antonio Ocampo. En los mercados y en la opinión informada hubo consenso sobre el acierto de su nombramiento.

La otra columna era el Ministerio de Defensa. Es obvio –y Petro lo sabe– la resistencia que su histórico triunfo genera en quienes por más de 50 años han mantenido la primera línea de defensa de la democracia colombiana, pagando un alto costo en el cumplimiento de esa misión. Son cientos de miles los soldados y policías que han entregado sus vidas por defender las nuestras. Eso nadie lo puede olvidar, mucho menos Petro, quien será a partir del próximo 7 de agosto el comandante supremo de las Fuerzas Armadas.