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El obús es un proyectil disparado por una pieza de artillería del mismo nombre que, a diferencia de la bala sólida, contiene un explosivo. Si bien este artefacto es más conocido y empleado en guerras entre países de otros continentes, aquí, con nuestro ingenio criollo y nuestra malicia indígena, hemos creado un tipo de obús, que aunque de diferentes características y apariencia que el original, cumple la misma función: explotar, causando un ruido descomunal, capaz de destruir tímpanos y otros órganos auditivos.

Estos obuses criollos son conocidos entre nosotros como: ‘buses o chivas’, y circulan libre y folclóricamente por nuestras calles, sin control ni restricción alguna de parte de las autoridades. Son más sofisticados que los fabricados en el exterior, porque mientras aquellos solo explotan una vez al alcanzar el blanco, los nuestros hacen múltiples explosiones durante su recorrido por las calles de la ciudad.

Son obuses de largo alcance, guiados por expertos ‘manejadores’ que, además de hacerlos explotar una y más veces en cada cuadra, utilizan un pedal llamado acelerador, para hacerlos roncar e intimidar a sus inermes ‘enemigos’: los peatones y quienes habitan en zonas por donde circulan estos artefactos. La ciudadanía entera es víctima del traumatizante ruido que producen, tanto estos vehículos como muchos otros enemigos de la tranquilidad, que abundan aquí, y las autoridades poco o nada hacen para remediar este problema. Si al menos tuviéramos una Policía de Tránsito eficiente y ni ‘virtual e invidente’ como la nuestra, el ruido se podría controlar, antes de que todos terminemos sordos.

Por Antonio Celia C.
Antonioacelia32@hotmail.com