Compartir:

El primero de mayo de 1984, me llamó muy temprano mi mentor amigo, paisano y maestro, Alfonso Reyes Echandía para decirme que pasaría por mí para que ambos fuéramos al capitolio en donde se encontraba el cuerpo sin vida del joven y brillante Ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, asesinado la noche anterior por las mafias del narcotráfico. Por cruel ironía de la historia cuando nos dirigíamos al capitolio se nos unió Jaime Pardo Leal, entonces líder sindical y Magistrado del Tribunal Superior de Bogotá. Quién iba a creer que apenas unos dieciocho meses después el Magistrado Reyes Echandía moriría en el Palacio, víctima de la estupidez política del M19 y la desordenada reacción de la Fuerza Pública (esperando un cese al fuego que nunca llegó), y Jaime Pardo Leal ya como excandidato de la Unión Patriótica iba a ser asesinado en 1987 saliendo de su pequeña casa de descanso en La Mesa, en una macabra alianza entre narcotraficantes y bandas paramilitares sin control oficial.

Un 30 de abril, hace veintinueve años, cuando llega a su residencia a refugiarse de todos los sinsabores, en el hogar de su joven esposa, Nancy, y sus pequeños hijos, los malandrines del narcotráfico usando a un adolescente, segaron su vida cuando se transportaba en un carro no blindado, que para la época ya los usaban los delincuentes. Ahora que está de moda ensalzar vidas de mafiosos, asesinos y corruptos, deberíamos transmitirles a las nuevas generaciones, que éste país ha dado hombres de altura intelectual y moral como Rodrigo Lara Bonilla. La vida me dio la inmensa satisfacción de conocerlo en los bancos universitarios. Venía de la provincia huilense y tenía ese desparpajo, alegría, y sentido del humor de los opitas. Ya se veía el diserto, culto y fogoso orador que fue. Apenas salido de las aulas fue designado Alcalde de Neiva, y como pasó siempre en los cargos que ocupó, dejó honda huella. Era -y así se mantuvo siempre- un liberal de izquierda. Nunca fue calculador, arribista, y mucho menos ‘tránsfuga’. Tenía una sólida formación política.

Siendo liberal socialista, no comenzó su carrera pública en el oficialismo, ni buscando aleros protectores, sino en los “peladeros de la oposición”. No pertenecía a esa nueva generación de parlamentarios mudos, que mantienen grandes caudales políticos, no por sus intervenciones parlamentarias, sino por aceitar maquinarias burocráticas, con el concurso de los gobiernos de turno sin importar su divisa ideológica o política.

Fue víctima de una infame celada del narcotráfico, lo que no lo arredró sino que dado su talante lo empujó más hasta convertirse en el principal acicate contra una mafia que en ese momento contaba con la laxitud de la sociedad colombiana. Apenas tenía treinta y siete años, cuando con la complicidad de esa sociedad tolerante (que lo dejó solo como dijera nuestro rector Fernando Hinestrosa en la clínica del Country), la mafia se le atravesó en su camino. Sometido a toda clase de amenazas, se iba al exterior para regresar fundando un nuevo movimiento político, que dada su condición real de líder, gran orador, profesor universitario, y brillante parlamentario, lo hubiese llevado al solio de los Presidentes.

Por Alfonso Gómez M.
@gomezmendeza