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El paro de los cafeteros puso en jaque al Gobierno Nacional, fueron doce días durante los cuales se puso a prueba la capacidad de la Federación de Cafeteros y del mismo Gobierno para encauzar sus demandas en procura de apoyo para enfrentar la peor crisis a la que se han visto avocados en décadas. Como nos lo recuerda el exministro Carlos Caballero Argáez: “el mundo cafetero de los sesenta años que transcurrieron entre los treinta y los ochenta del siglo pasado desapareció en 1989, cuando concluyó la era de los acuerdos internacionales del café, que se había iniciado en 1941. Esos acuerdos permitieron mantener altos los precios del grano mediante un esquema que establecía un precio de sustentación, retenía café en las épocas de precios bajos y lo soltaba cuando estos se elevaban”.

Desde entonces el café y los cafeteros quedaron a merced de un mercado imperfecto y expuesto a las presiones especulativas que le han imprimido una gran volatilidad a sus precios en la lonja internacional.

Pero llama poderosamente la atención el hecho que, como lo acota un estudio del Banco de la República, “Colombia fue, tal vez, el único país que no logró aprovechar las ventajas y neutralizar las desventajas del rompimiento del Acuerdo mundial del café y el Pacto de cuotas en 1989”. Prueba de ello es que entre 1989 y 2011, mientras Colombia perdió 7 puntos porcentuales de su participación en la producción mundial, Brasil en cambio aumentó la suya en 13 puntos porcentuales. Y ello en un mercado en expansión, en un contexto en el que si bien aumentó la producción en ese mismo lapso de 90 millones a 131 millones de sacos, también aumentó en forma directamente proporcional el consumo y la demanda de este bebestible. Cabe preguntarse cuál fue el motivo para que los cafeteros colombianos no corrieran con la misma suerte de sus pares en otras latitudes.

El café llegó a tener tal importancia que al dar cuenta del comportamiento del PIB los reportes del Dane hacían notar la diferencia del crecimiento del mismo con trilla de café o sin trilla de café. Hoy, como lo dice el ex Ministro “el café, quiérase o no, es un cultivo más, como las flores o el banano”, así de sencillo. Como nos lo recordó el propio presidente de la República, Juan Manuel Santos, en su discurso en el acto especial con motivo de los 85 años de existencia de la Federación Nacional de Cafeteros, “hemos pasado de una participación porcentual de nuestro grano en el mercado mundial, de más del 15% en 1980, a apenas el 6.2% el año pasado”. Colombia por muchos años fue prácticamente monoexportador de café, hasta que el renglón petrolero lo desbancó como primer producto de exportación y mayor generador de divisas. Eran los tiempos aquellos en los que los cafeteros, a través de la poderosa Federación Nacional de Cafeteros, ponían y quitaban presidentes, tenían asiento propio en la Junta Monetaria y a través de esta influían en la fijación de la tasa de cambio.

Ahora, resulta que después de ser exportadores hemos pasado a ser importadores del grano: según informe del mercado cafetero mundial, del Departamento de Agricultura de EU, “Colombia depende de las importaciones de grano de Ecuador y Perú, para abastecer casi el 90% del consumo interno, frente a solo el 20% antes de la caída de la producción”. Increíble, pero cierto, no solo hemos perdido participación en el mercado internacional del café sino que hemos venido perdiendo el mercado doméstico. Huelga decir que la contribución cafetera que pagan las importaciones y recauda la Federación de cafeteros no deja de ser un incentivo perverso de las importaciones de café al país.

Dicho sea de paso, poco o nada viene haciendo la Federación de cafeteros para ampliar y profundizar el mercado interno, que permanece estancado en un consumo de 1.8 kilos por persona al año –un tercio del consumo en Brasil– y será muy difícil lograrlo mientras se siga abasteciendo con café de pésima calidad, como los que se importan, o simplemente reciclando la pasilla para producir café instantáneo. Y mientras tanto seguimos alardeando y chicaneando inútilmente con el cuento que producimos “café excelso tipo Federación”, ¡el mejor y más sabroso del mundo!

Por Amylkar D. Acosta
www.amylkaracosta.net