Dos cachacos bogotanos, de ilustres apellidos Samper Pizano, estuvieron por la Región de Padilla. Para más señas son hermanos, un ex presidente y un famoso y escritor, que les gusta el vallenato, más que a los Molina y los Pavajeau de Valledupar. Ernesto y Daniel, se fueron para el viejo Magdalena Grande, hoy dividido en tres regiones geográficas. La misión, hablar de vallenato. Hablaron del auténtico, el de Escalona, los Zuleta, Alejo Duran, Leandro Díaz, Luis Enrique Martínez, Abel Antonio Villa, el del acordeón, caja y guacharaca, nada más.
La misión es tenaz, y la tarea difícil, mas no imposible. A los compositores de hoy, los llaman comerciales, urbanos. Los cantantes y músicos están en la misma onda. Estos no son poetas, pocos los que se inspiran en la naturaleza, en las vivencias, en la belleza de la mujer en los paisajes rurales. En que se puede inspirar en compositor joven de hoy, si no ha tenido la experiencia de oler tierra recién mojada por la lluvia, u oír el canto y trino de las aves, o haber visto salir la luna detrás de la Sierra Nevada, o saber que es la Malena, o el olor del heliotropo o conocer la flor de la resedá. El merengue, paseo, puya y son, deben resurgir, talento hay, compositores también. Falta lo poético, y la magia para componer de los antiguos juglares.
La inspiración, la imaginación, las escuelas infantiles para aprender vallenato, existen. Acompañemos a estos compatriotas cachacos, los Samper, a que el rico folclor vallenato vuelva a su gloria. Carlos Vives los internacionalizó y hasta premio Grammy se ganó. En buena hora por estos personajes y el empeño en ayudar a sacar al auténtico vallenato. Por aquí los apoyamos.
Pablo Romo Romo