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El planeta está manifestando una sucesión de cambios atmosféricos, que han desatado en eventuales desastres medio ambientales, constituyéndose los más crudos de los tiempos; consecuencia de la indisciplina y dislate de la humanidad, por consiguiente tal paquidérmico ordenamiento ambiental no orienta en atenuar tales efectos negativos en nuestra orbe, desencadenada por el derroche de materia prima, descomedida y feroz sobre-explotación de los recursos naturales renovables y no renovables por los grandes mega proyectos minero-energéticos y agro-industriales.

Nuestro país fue afectado con severidad en ese rugoso período de torrentes lluvias, en los años 2010-2011 (fenómeno de la niña) que originó una situación de calamidad nacional específicamente en los departamentos del Atlántico, Cesar, Bolívar, Córdoba, Sucre y otros que fueron golpeados fuertemente por ese fenómeno, por lo que todavía está latente sus estragos de la ayuda estatal; como consecuencia del cambio climático nuestra biodiversidad marina en nuestros litorales se ha venido afectando con la pérdida acelerada de nuestros recursos pesqueros, arrecifes, ecosistemas coralinos, pastos marinos, bosques de manglares, verdaderos cinturones verdes, ecosistemas biológicamente muy productivo de gran importancia que salvaguarda y dinamizan el flujo de energía en estuarios, además constituye el sustento alimenticio de muchas de las comunidades.

Es importante aludir la preocupación gubernamental por la pérdida paulatina de nuestras costas, playas, litorales y ensenadas ya que debemos trabajar desde el alto gobierno y ante todo contrarrestar toda forma de degradación y erosión costera, afectándose la infraestructura turística, comercial y habitacional de nuestras comunidades, por tal razón el cambio climático no mide condiciones económicas por lo que corresponde afrontarlo con mucha decisión, solo nos queda esperar un cambio de actitud de la gente y exteriorizar que el cambio climático es una realidad.

Eduardo Peralta Martínez