Compartir:

Nadie sabe dónde está la guacharaca de Nelly, los chicos la buscan con dulce afán en los patios colindantes de la vieja casa de bareque, ni siquiera el agradable sonido que producen sus cantos célebres los conduce al lugar de su guarida. En las cercas colindantes el ave de color gris, con cola larga que simula ser una viuda de traje negro, parece mimetizarse entre la espesura de los árboles.

No en vano, nos disponemos a buscarla en los techos de paja, no es casualidad hallarla al lado de una tinaja oculta en lo más recóndito de las casas, ya es habitual encontrarla en la playa buscando insectos incautos, ¿dónde está?, es el comentario rutinario que hoy corre tan rápido como un rayo, el “correo de las brujas” se pronuncia y manifiesta que la vieron trepada en el árbol de tamarindo de la vieja Juana Barrios, otros expresan ávidamente que la vieron correteando una trilla de patos por el callejón del Gordito. Muy pronto Nelly asume su rol de dueña y madre a la vez del ave extraviada, y pronuncia en medio del nerviosismo de rigor que dará dos cocadas de leche con coco a aquel que encuentre su ave fiel. Nuevamente una caterva de chicos se unen, y en medio de una algarabía popular todo el barrio El Rincón se conmociona, a esas horas de la mañana, con un sol canicular que quemaba las plantas de los pies de muchos curiosos, los inquietos vecinos buscaban desaforados la guacharaca. Nelly, sin embargo, yacía ahora en un taburete rústico mientras un séquito de mujeres solteras, con menticol en mano y abanicos de paja, extraían un poco de aire entre la sofocación reinante.

Al cabo de 4 largas horas de búsqueda incesante, fue hallada la guacharaca de Nelly, allí en su misma casa, junto al nido improvisado que hiciera la pava echada y sus 12 huevos empollados, estaba el ave domesticada, inquieta como siempre, un tanto alborotada, buscando nerviosa un lugar donde poner sus huevos. Hoy por hoy, la guacharaca de Nelly deambula en el imaginario colectivo de muchos, quizás aquella ave viajera aún no exista, tal vez se fue buscando nuevas tierras, su hábitat incierto, sin embargo, Nelly sigue allí en el barrio El Rincón, observando con detenimiento cómo se desdibuja el crepúsculo de la tarde, allí donde un poco de aire refresca posiblemente los sueños latentes, los recuerdos elocuentes de un tiempo que ya no existe, pero que reposan allí en nuestra inquieta memoria.

Por César Gamero De Aguas