Un veinte de atención por favor. La literatura está tan cerca que siento sus vibraciones, pero tan cerca que a veces no comprendo. Un suceso que ocurrió hace tanto tiempo y ahora, por lo inverosímil, la mente se obstina en tabularlo como real, es el resorte de estas elucubraciones. En medio de una fuerte tormenta todos cerraban los ojos y rezaban. Yo, por la corta edad, miraba los relámpagos de frente y asimilaba los estruendos que los sucedían sin inmutarme.
De las nubes cargadas emergió un aparato con la apariencia de una bicicleta pero sin manubrios, ni silla, ni pedales. Los dos aros que hacían las veces de llantas estaban conectados por un eje que salía del centro de uno de ellos y terminaba en el centro del otro. Era rígido en su contexto, ninguna de sus piezas se movía independiente de las otras. Aún lo percibo suspendido en el aire en posición diagonal con respecto a mi visual, dando vueltas de tal manera que mientras un aro se alejaba el otro se acercaba y con esa secuencia daba la impresión que era la fuente de las luces intensas y los ensordecedores ruidos. Soy consciente del hecho porque mi abuelo se resbaló al intentar rescatarme cuando se dio cuenta que estaba mojándome, expuesto a un rayo. Se fracturó un brazo. El yeso se lo pusieron sin haber cedido la hinchazón y cuando esta cedió él se sacaba y colocaba al libre albedrío el yeso, el cual duró tanto tiempo haciendo parte de la cotidianidad que, en efecto, es la pista real donde aterriza la historia. Ciencia ficción, dirán sin embargo. Kafka despertó al pobre Gregorio convertido en insecto y eso entra en el surrealismo: excelente.
En Crónica de una muerte anunciada se hilaron finamente tantos eventos para que un solo evento no tuviera ocurrencia, ¿cuál sería la salvación de Santiago?: ‘realismo mágico’. Pero si alguien deja la sensación en una obra literaria que Crimen y castigo fue escrito por Máximo Gorki, eso no encaja en ciencia ficción, ni en surrealismo, que a propósito se hace intangible la frontera entre ambos géneros, sino que ese autor es un gran ignorante. Igual sucede con la ocurrencia de los hechos, se deben respetar las fechas: ojo pues primíparos, no caigáis en la tentación.
Pablo Vásquez Salas
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