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Los ciudadanos de bien hemos observado con gran preocupación cómo la violencia de género ha hecho metástasis en nuestra sociedad. Titulares de prensa que narran golpizas de las cuales son objeto mujeres por parte de sus compañeros sentimentales son cada vez más frecuentes. Algunos de estos ‘hombres’, más bien cobardes o trogloditas (llámelos como usted quiera) infligen castigos físicos tan severos a sus parejas que, en el peor de los casos, pueden incluso causarles la muerte. La palabra uxoricidio, antes desconocida, hoy es bastante común en los diferentes tabloides sensacionalistas.

Es lamentable que mujeres utilicen como excusa su dependencia económica y tener así que soportar vejaciones de quien, seguramente, antes había prometido no volver a hacerlo (esto casi siempre resulta ser una falacia) y, muy por el contrario, las agresiones se vuelven el pan de cada día.

Soy de los que piensa que no debe sentirse conmiseración por alguien quien no siente amor por sí mismo; de hecho, jamás he logrado comprender cómo una mujer que ha sido brutalmente atacada a puñetazos puede conceder perdón y olvido a su victimario (esposo, compañero permanente o novio) y, en muchos de los casos, terminan premiándolos, como suele suceder, diciendo que todo se originó por culpa de ellas. Empero, es de resaltar el pundonor de aquellas que prefirieron rehacer sus vidas dejando en el pasado tardes turbulentas por culpa de la violencia que padecieron. Muchas de estas valientes féminas tomaron una decisión coherente y loable: separarse de quien les causó no solo daños físicos sino psicológicos, y con ello erradicaron definitivamente lo que podría haberse convertido en una costumbre inveterada.

Cualquier acción encaminada a menoscabar la integridad personal o que atente contra la vida de la mujer debe ser rechazada de forma tajante y categórica por todas aquellas personas que rodean al agresor, y castigada con dureza por parte de las autoridades competentes, para que quienes quieran emular la conducta desadaptada de estos sujetos sepan a qué atenerse.

Resulta inadmisible que la violencia se tome hogares colombianos y que sigamos actuando como si nada pasara. Todos debemos comprometernos con esta causa, de tal suerte que hagamos de este país el mejor vividero del mundo, y seamos un modelo a seguir como consecuencia del trato agradable entre hombres y mujeres.

Finalmente, quiero invitar a los hombres a dejar de lado la violencia contra las mujeres, a encontrar soluciones pacíficas a las diferentes problemáticas que puedan estar causando daños a la vida de relación, donde el diálogo juega un papel preponderante para no llegar a los extremos, y a las mujeres, a tener la gallardía de denunciar a quienes con sus maltratos logran acaparar el desprecio de propios y extraños, y evitar así que se repita la sempiterna historia de la denominada violencia de género.

Guido A. Illidge Cardona
Twitter: @Guido Illidge