Compartir:

Nuestra máxima fiesta sigue demostrando que es el gran eje cohesionador de Barranquilla y la celebración más original e integradora de Colombia.

Barranquilla se entregó desde el sábado al goce carnavalero. La reina Marcela Dávila Márquez, al recibir el cetro y la corona, interpretó la idiosincrasia profunda del pueblo barranquillero: “No hay nadie que goce, pero que también trabaje como el barranquillero”, dijo.

Son cerca de 300 emocionantes eventos, muchos de ellos simultáneos, los que convocan a la alegría y el disfrute en estos cuatro días, que tienen en la Muerte de Joselito, mañana martes, el símbolo de que llegó la hora del trabajo y el recogimiento porque se han acabado las festividades.

Sin embargo, el Carnaval reside en el alma y el quehacer del barranquillero, está presente en los 365 días del año, pero desde el sábado estamos formalmente facultados para ejercer el derecho - ansiosamente esperado - a transgredir la ritualidad cotidiana de la compostura y la rutina, en paz y cordialidad.

La génesis y la historia del Carnaval de Barranquilla nunca dejan de fascinar. Hay máscaras que tienen más de tres mil años de antigüedad en zonas próximas a la ciudad, como Malambo, perteneciente hoy al Área Metropolitana.

El Carnaval se desarrolló aquí porque fue sitio de libres (Barranquilla fue inicialmente poblada por mestizos, mulatos y negros libres), es decir, nunca tuvo esclavos ni una influencia tan marcada de la religión como Cartagena, cuyas festividades se fueron extinguiendo entre los siglos XIX y XX en la medida que prosperaban las carnestolendas barranquilleras, fuertemente influenciadas por la economía boyante a partir de 1871, cuando se puso en marcha el puerto de Sabanilla, y por las inmigraciones internas y externas sobrevinientes.

Algunos autores señalan que el Carnaval de Barranquilla se inició en 1876, cinco años después de haberse construido el Ferrocarril que unía a Barranquilla con el Puerto de Sabanilla. En 1888, surgió el Rey Momo y al año siguiente se creó el cargo de Presidente del Carnaval y la Junta Organizadora; en 1903, y como mofa a la Guerra de los Mil Días, hubo la primera Batalla de Flores, y en 1918 fue la elección de la primera Reina.

Recientemente, la categoría alcanzada de Patrimonio de la Humanidad le ha dado un respaldo vigoroso, lo que ha sido bien aprovechado por los actores de la economía asociada al Carnaval y por quienes tienen la responsabilidad de organizar sus eventos emblemáticos, pero, especialmente, por todo el pueblo. Además esta distinción ha favorecido la visita de nacionales y extranjeros, cada año en aumento, que en este Carnaval están compartiendo nuestra alegría, la música, los disfraces, las danzas, los desfiles, las letanías, la comida y las bebidas, en fin, toda una amplia oferta para que todos ellos tengan motivos para ser felices.

El Carnaval de Barranquilla es producto de la mezcla de las culturas africana, europea y amerindia. Este año fue homenajeada la africanidad, la raza de la que proviene el rey Momo Jairo Cáceres Julio.

Un dato es muy ilustrativo de la voluntad colectiva de integración nuestra: Barranquilla creó un cementerio donde todos podían acudir y los abuelos lo denominaron Universal.

Son muy notables las actividades que hace el Parque Cultural del Caribe con su Noche del Río, que es la representación de lo mejor de la música de la ribera y la discusión sobre su destino económico y social; el Festival de las Músicas del Carnaval (Festicarnaval), que se constituye en una movilización de los propios grupos y músicos, estimulados por la Fundación Carnaval de Barranquilla, para recuperar espacios y oportunidades frente a la presiones de las músicas extranjeras y las nuevas tecnologías; la Noche de Tambó, que este año volvió a hacer vibrar los corazones y los cuerpos con el folclore regional, y la Carnavalada, que se ha consolidado como escenario de buen teatro.

El eje del Carnaval de 2011 ha sido la música y sobre este propósito han gravitado gran parte de las actividades. Festicarnaval pretende crear un mercado nacional e internacional permanente para nuestras expresiones regionales más representativas como la cumbia, el porro y el vallenato, con sus numerosas variedades, mientras que el Festival de Orquestas, creado en 1968, tiene un merecido prestigio internacional que juega a favor de una oferta completa de opciones de baile y concierto.

Pero el Carnaval tiene que ajustarle clavijas a ciertos detallitos molestos: la excesiva comercialización de la que son muy conscientes el Ministerio de Cultura y la Fundación Carnaval, la primacía de los tráileres sobre las carrozas, algo que podría convertir la Batalla de Flores en una especie de paro camionero, y el alto precio de los palcos a los que - absurdamente - no quieren dejar ingresar alimentos y bebidas, como si no fuera suficiente la prohibición del libre acceso al espacio público. No obstante, la belleza, la fuerza, la emoción, el torbellino, la explosión de alegría y colores de nuestra fiesta máxima, tienen la virtud de eclipsar todo lo negativo, como la espuma, además, que llegó y se ha quedado pese a todos los supuestos controles.