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En número de muertos el 11 de septiembre libio evidentemente no tiene nada que ver con el 11 de septiembre estadounidense. Pero al igual que el derrumbe de las Torres Gemelas de Nueva York en 2001, el ataque lanzado exactamente once años después por extremistas musulmanes contra el consulado de Estados Unidos en Bengasi, que provocó la muerte del embajador estadounidense y de tres agentes diplomáticos, podría constituir un momento decisivo.

Este ataque no solo viene a complicar la difícil transición libia, sino que también podría dañar, en Estados Unidos particularmente y en Occidente en general, la imagen de las revoluciones árabes, de por sí afectada por los avances en las urnas de los partidos islamistas en Egipto y Túnez y por el baño de sangre que actualmente está ocurriendo en Siria.

Bengasi, cuna de la revuelta libia y símbolo del levantamiento de un pueblo que arrancó su libertad de las manos sangrientas de un tirano alucinado, podría convertirse, en virtud de la reacción provocada por este ataque, en el cementerio de las esperanzas suscitadas por la primavera árabe.

No hay nada escrito todavía, pero una cosa es segura: Moustapha Abou Shagour, el nuevo primer ministro libio, elegido el 12 de septiembre pasado por el congreso nacional, el cuerpo legislativo de 200 miembros instalado en julio, no pudo haber imaginado una entrada en funciones más tumultuosa.

Aunque no está completamente clara la sucesión de los acontecimientos que culminaron en la muerte del embajador Christopher Stevens, varios testimonios recogidos en el lugar de los hechos y el relato del Departamento de Estado acreditan más la hipótesis de un asalto minuciosamente preparado que la de una manifestación que degeneró en violencia.

Sean quienes fueran, los autores del ataque parecen haber estado motivados más por el deseo de ajustar cuentas con Estados Unidos, en esa fecha emblemática del 11 de septiembre, que por protestar por la difusión en Internet de La inocencia de los musulmanes, un avance de una supuesta película que conmocionó al mundo musulmán, de Túnez a Islamabad.

Realizada por un tal Sam Bacile, que inicialmente dijo ser israelí-estadounidense pero del que ahora se sabe es un egipcio cristiano copto, la película, a juzgar por los avances (pues también se duda de que la película exista como tal y todo apunta a que solo se realizaron los avances), presenta al Profeta Mahoma con los rasgos de un mujeriego empedernido, pedófilo y ladrón contumaz.

El martes por la tarde, junto con varios cientos de libios, Moustafa Bosen, empresario de Bengasi, llegó a manifestarse ante el consulado estadounidense, para expresar su cólera ante el libelo en video. Al mismo tiempo se llevó a cabo otra manifestación ante la embajada de Estados Unidos en El Cairo, acto en el que solo el edificio resultó dañado.

“Nosotros éramos personas comunes, sin armas, que llegamos a expresar nuestro disgusto”, relata Moustafa Bosen, entrevistado por teléfono. “Y después, cuando nos estábamos yendo, vimos que de una camioneta de carga descendían unos tipos armados con lanzagranadas. Fue entonces cuando el ambiente cambió por completo. ¿Venían a conmemorar a su manera los atentados del 11 de septiembre? ¿Tenían la intención de vengar la muerte de Abou Yehya Al Libi? Es muy difícil decirlo”.

Al Libi, libio y número 2 de Al Qaeda, fue víctima de los disparos de una nave no tripulada estadounidense en junio, en Pakistán. Sin embargo, su deceso no fue confirmado sino hasta el lunes 10 de septiembre por Ayman Al Zawahiri, el jefe de la red yihadista.

“Lo que parece seguro, es que los atacantes del consulado aprovecharon la cólera provocada por el video como una simple pantalla”, afirma por su parte Abdel Kader Kadoura, profesor de ciencias políticas de Bengasi.

Los primeros disparos resonaron hacia las 10 de la noche. Muy pronto, los atacantes penetraron en la representación diplomática, abrieron fuego contra el edificio principal y provocaron un incendio mediante granadas y cocteles Molotov. El personal de seguridad, tanto libio como estadounidense, se vio rebasado.

Según una fuente del Departamento de Estado, el embajador Stevens y un agente de seguridad estadounidense murieron asfixiados por el humo, mientras trataban de escapar del fuego.
Luego fue el anexo del consulado, donde estaba refugiada parte del personal, el que fue ametrallado “durante dos horas”, según la fuente estadounidense. Los refuerzos estadounidenses, enviados por helicóptero desde la embajada de Trípoli, también cayeron en una emboscada.

“Los disparos de mortero que nos lanzaron eran demasiado precisos para provenir de revolucionarios ordinarios”, comentó el capitán libio Fathi Al Obeidi, que llegó a respaldar a los refuerzos, citado por la agencia Reuters. “Realmente pienso que este ataque fue planeado”, agregó. Otros dos empleados del consulado perecieron en el enfrentamiento del anexo, en el que también hubo dos lesionados.

Más allá del pronunciado conservadurismo de su población, la región de Bengasi se caracteriza por la presencia de varios grupos yihadistas, todos surgidos de la misma matriz del Grupo Islámico de Combate, que estuvo muy activo a mediados de los años noventa en la ciudad de Derna, que poco a poco se convirtió en bastión fundamentalista.

“En Libia y en el mundo árabe, esa ciudad es la que ha enviado más yihadistas a Irak y Afganistán”, asegura Mohamed Bousidra, islamista moderado de Bengasi. En 1996, el mismo año de la masacre de la prisión de Abou Salim en Trípoli, el régimen de Muammar Gadafi lanzó una amplia ofensiva en Derna, asediando la ciudad y atacando con napalm a los grupúsculos refugiados en el monte Al Akhdar.

Durante la guerra civil de 2011, varios jerarcas del Grupo Islámico Armado tomaron la dirección de milicias, antes de presentarse, sin gran éxito, en las primeras elecciones de julio de 2012, como fue el caso de Abdel Hakim Al Assadi y de Abdel Hakim Belhaj. Otros militantes, más raros, como Soufiane Ben Qumu, exchofer de Osama Bin Laden que pasó seis años en Guantánamo, rechazan el juego democrático.

Si bien es bastante limitado, el movimiento salafista libio es el sospechoso de ser responsable de una serie de atentados recientes contra exfuncionarios del régimen de Gadafi, de la Cruz Roja Internacional y de intereses occidentales en Libia. El 5 de junio pasado, una bomba estalló ante el consulado de Estados Unidos en Bengasi, sin causar daños.

Venganza

La red Al Qaeda en la Península Arábiga aseguró ayer que el ataque contra el consulado de Bengasi, en el que murió el embajador estadounidense en Libia, Christopher Stevens, fue en venganza por el asesinato de su “número dos”, Abu Yehia al Libi.
El grupo terrorista señaló que la muerte de Al Libi -asesinado en junio pasado en una ofensiva estadounidense en Pakistán- es “el fuego que ha quemado a los enemigos de la nación musulmana”, en un comunicado difundido en una página utilizada habitualmente por los islamistas.

“Aquí está el combatiente pueblo libio, al que el asesinato del jeque Abu Yehia (de nacionalidad libia) ha aumentado su entusiasmo e insistencia en vengarse de quienes se burlan de nuestra religión y ofenden a nuestro profeta”, dijo la nota. El ataque armado contra el consulado en Bengasi se dio durante las protestas por el vídeo sobre el profeta Mahoma.

The New York Times