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Hasta el 31 de diciembre, el barranquillero Cristóbal Padilla fue -por encargo del exalcalde Gustavo Petro- el alcalde de la localidad capitalina de Ciudad Bolívar, hasta 2012 la más violenta de la ciudad y en la actualidad, según la administración pasada, la que más crece en calidad de tejido social y humano.

Ciudad Bolívar queda en una montaña del suroccidente bogotano y es una zona casi rural, donde a principios de siglo ni los medios de comunicación subían, al menos, sin la compañía de la Policía. La zona se fue poblando desde los años 40 y tras la Constitución del 91, se erigió en una localidad de abundantes tugurios y barrios marginales, donde habitaban múltiples pandillas y grupos violentos. Y su población proviene, en gran medida, de los desplazados de la violencia de todo el país.

Hoy, en palabras del propio Petro, 'el 70 por ciento de la población de Ciudad Bolívar tiene salario con prestaciones'. Y eso se debe, en parte, a la gestión que en el último año hizo un barranquillero que se autodefine como 'coincidente con el bacanerismo, que es una manera distinta de relacionarse con el entorno y con los demás'. Padilla, nacido hace 52 años en el barrio La Sierra, 'fundado en el 59 a lo mejor por lo de la Sierra Maestra', es un administrador de empresas de la Universidad de Santo Tomás, especializado en proyectos de desarrollo en la Esap y quien actualmente cursa una maestría en estudios políticos y paz.

Una de las cifras por las que sacan pecho los últimos y extintos tres gobiernos de izquierda en Bogotá -dilapidados en las pasadas elecciones con el triunfo de la centro-derecha de Enrique Peñalosa- fue la reducción de la pobreza y de la pobreza extrema de 2003 a 2015 de más del 50 y el 25 por ciento, respectivamente, al 5 y al 0,9 por ciento.

Ciudad Bolívar no fue ajena a esa reducción y hoy ostenta cifras como: según el Dane, el porcentaje de Necesidades Básicas Insatisfechas se ubicó en 7 por ciento, lo cual representa una disminución de 2,8 puntos porcentuales con respecto a 2011; también la miseria por NBI pasó de 0,7 por ciento en 2011 a 0,3 en 2014; el 74,9 de los jefes de hogar consideran que las condiciones actuales de su familia son buenas, frente al 0,8 que creen que son malas; en tres años 40 mil personas más lograron insertarse en el mercado laboral, convirtiéndose en la segunda localidad con mayor crecimiento en empleo; la mortalidad materna se redujo del 92,8 por ciento al 28,4 y las muertes violentas pasaron de 61,3 por ciento al 56,7 entre 2011 y 2014.

No obstante, el saliente comandante de la Policía de Bogotá, general Humberto Guatibonza, le dijo hace un par de días al diario capitalino 'El Nuevo Siglo', que aunque 'al menos en temas de homicidios y hurtos, la dejamos (a Bogotá) con muy buenas cifras', advirtió que 'Ciudad Bolívar es lo más preocupante, especialmente en el tema de homicidios'.

¿Qué hace un barranquillero de alcalde de Ciudad Bolívar?

Hacemos parte de la Bogotá Humana. El alcalde Petro pidió mis buenos oficios para que lo acompañara en este gobierno durante cuatro años, y primero estuve en la Subdirección de Integración Social de Bosa -otra localidad cercana- y luego de alcalde de Ciudad Bolívar.

¿Cuáles son las dificultades de la localidad?

Ciudad Bolívar ha sido una de las localidades más complejas, por su dinámica de crecimiento demográfico debido a los niveles de violencia en todo el país, y ha venido mucha población buscando otro horizonte a partir de ser desplazados. Se hablaba de 600 mil habitantes pero eso se ha duplicado, yo creo que tiene por lo menos un millón 200 mil. Ciudad Bolívar se hizo sola y la institucionalidad era ajena al desarrollo de esta localidad, pero en estos 12 años, y especialmente en la Bogotá Humana, hubo una conexión de la institucionalidad y una comunidad con gran capacidad de liderazgo, y esos dos ejes articulados han posibilitado reducir la pobreza en un 26 por ciento.

¿Cómo reducir la pobreza en una zona como ésta?

La Bogotá Humana hizo una revolución social a través de una política que fundamentalmente buscara reducir las circunstancias de exclusión y segregación de la población, empezando con programas para la niñez. Los niños recibieron toda la atención integral en los jardines con maestros, sicólogos, nutricionistas, y también la familia, con programas que buscan atención integral para apoyarlos con bonos alimentarios o canastas y acompañamientos sicosociales, para aumentar las capacidades de estas familias y que se pudieran defender. Había más de 66 mil familias en estado de pobreza y las redujimos a 47 mil.

¿Y en materia de reducción de violencia, sí se ha podido?

Una de nuestras concepciones es que prima el ser humano, y también el ser y no solo tener. Entonces la única manera de reducir los índices de inseguridad es a través de una intervención sobre la situación de pobreza, y nosotros tenemos en efecto una reducción de indicadores en los homicidios. Donde hay dignificación de la gente, vamos sublimando las situaciones de violencia. Pudimos además despachar en los barrios, y en la medida de tener canales de acercamiento con la comunidad, eso va generando escenarios de concertación. Esa es la política del amor: cada obra, cada hecho social, es un hecho de amor en una localidad históricamente abandonada. Ya no somos la más pobre ni la más peligrosa.

¿Cuántos desplazados del Caribe viven aquí?

Bastantes. Es una localidad altamente receptora de población caribe. Yo te podría decir que un 30 por ciento es de la Costa, que ha venido a razón de toda la situación de violencia generada en nuestra región.

Se acabó la era Petro, ¿qué va a hacer ahora?

La era Petro no se agota, es una semilla que se siembra con una lógica distinta de concebir el desarrollo y que fundamentalmente plantea una política de vida. Y en el caso particular termino mi maestría y sigo un doctorado en el tema de paz. Yo me estoy formando para contribuir en la pacificación de este país.

¿Va acompañar a Petro en la que llama Colombia Humana?

Vamos a hacer parte de lo que podrían ser unos misioneros por la paz de Colombia y por hacer visibles las grandes obras sociales, la justicia ambiental y el hecho de que los recursos públicos son sagrados.