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*Proteger al legendario Galeón San José, sumergido desde hace más de 300 años en las aguas de Cartagena, ha sido desde su hallazgo la promesa del gobierno colombiano, que lo defiende a capa y espada ante los reclamos de Sea Search y del gobierno español.

La riqueza que cargaba el codiciado galeón, con valor calculado en unos 5.000 millones de dólares, ha restado brillo a lo que se considera uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de los últimos tiempos.

En el momento de su hundimiento, el viernes 8 de junio de 1708, iba cargado con cerca de 11 millones de monedas de ocho escudos en oro y plata, según historiadores. Sin embargo, no era lo único que transportaba el San José. La fascinación del mayor tesoro hundido esconde además una amplia mezcla de artículos, que poco valor tenían en la época de guerra de sucesión, pero que ahora constituirían un bien preciado.

El buque español, construido por Don Pedro de Aróstegui y entregado por su hijo Francisco, luego de la muerte de su padre, estaba equipado y provisionado de un considerable cargamento para la Corona, y transportaba desde piedras preciosas, hasta tazas de hojalata, sidra fermentada para beber y animales vivos (pollos y carneros).

El encargado de abastecer al San José y a su navío gemelo, el San Joaquín, fue el proveedor en jefe, Humberto Hubrechtz, quien residía en Madrid. Según documentos históricos, Hubrechtz dispuso envíos de mástiles- la mayoría procedían de Ámsterdam y otros pueblos de los Países Bajos-, aparejos, alquitrán y otros suministros, además de armas y municiones, que los españoles denominaban petrechos.

La heterogénea composición de artículos incluía desde aceite de linaza, hasta agujas de coser y banderas, botones dorados, pieles de tambor de repuesto, y faroles para usarlos en la santabárbara. Otro de los envíos contenían plomo, clavos y papel, así como pólvora, pistolas y balas.

Llevar las cuentas de gastos generales para el equipamiento de los dos galeones era la tarea de Francisco Necoldalde. La lista era titulada generalmente como proveeduría y era encabezada con las necesidades espirituales en forma de ornamentos y otros artículos para las capillas de cada una de las embarcaciones.

Aprovisionamiento de cocina y comida

La lista del aprovisionamiento para la cocina consistía en toda una variedad de objetos de escaso valor en la época como calderos de cobre, cucharas para cocinar, tazas de hojalata, platos de madera, cucharas, morteros, parrillas, trébedes, sartenes, cuchillos, y varias cestas, barriles y otros recipientes.

La alimentación en la nave española era típica de su origen: galletas, carne salada, bacalao seco, tocino y jamón, aceite, fabes, ajo, sal, pimientos dulces molidos (pimentón), entre otros. Como Necolalde había comprado los artículos en el norte, incluía agua y sidra fermentada para beber (en lugar de vino).

Las dos embarcaciones llevaban también animales vivos con el fin de tener carne fresca durante el viaje, pero esta estaba destinada exclusivamente para los oficiales y enfermos. Por eso, los galeones se compartieron ocho carneros y ochenta pollos, aunque sólo unos pocos de ellos, o ninguno, sobreviviría finalmente. Los buques también portaban cebada y maíz como alimentos para los pollos, así como 400 huevos.

Tesoros no registrados

Según documentos y reseñas, además de las riquezas registradas, es posible que el galeón San José, así como las flotas de las Indias en general, cargaran una cantidad considerable de tesoros en forma de contrabando.

Distintas investigaciones académicas sobre fraudes efectuados en el siglo XVI indican que cerca del 10% del tesoro que llegaba de Europa era no registrado. Otras valoraciones, especialmente aquellas basadas en la producción total de plata y oro de las Indias, hablan de cantidades mucho mayores.

*Este artículo fue escrito con información de Rahn Phillips, Carla. El tesoro del San José: muerte en el mar durante la Guerra de Sucesión española. España: Marcial Pons Ediciones de Historia, 2013. ProQuest ebrary. Web. 14 December 2015.