América Latina, con 1,7 millones de reclusos, vive una pesadilla por cuenta de la pandemia del coronavirus que agudizó su ya dramática crisis carcelaria, en donde el hacinamiento, las deplorables condiciones sanitarias y las fracturas a la ley convierten a estos lugares en una verdadera bomba de tiempo.
Uno de los casos más dramáticos es el de Brasil, que albergaba hasta finales de 2019 a 755.274 presos, una cifra que lo ubica como el tercer país con más población de ese tipo en el mundo, solo por detrás de Estados Unidos y China.
El sistema brasileño es para varias organizaciones defensoras de los derechos humanos uno de los 'peores' por el hacinamiento que, como era de esperar, permitió que el virus se sintiera a sus anchas.
Datos oficiales indican que, desde que la covid-19 llegó a Latinoamérica en febrero de 2020, unas 340 personas han fallecido por el virus en Brasil, entre reclusos y funcionarios, y 67.262 han sido contagiadas.
De hecho, el número de muertes por coronavirus en las prisiones brasileñas aumentó un 190 % en el primer bimestre de 2021 frente a los dos últimos meses de 2020, de acuerdo con el Gobierno.
Así, por ejemplo, entre el 22 de febrero último y el 22 de marzo, la tasa de defunciones subió un 17,6 %, más del doble que un mes antes (8,4 %) y, lo que es peor, la pandemia está lejos de detenerse en esa nación, que se aproxima peligrosamente a los 14 millones de casos y 400.000 fallecidos por la mortal enfermedad.