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En video | “Estamos empeñados en cambiar una dictadura de forma pacífica”, Carlos Fernando Chamorro

Portador de un apellido que simboliza la lucha contra las tiranías en América Latina,  Carlos Fernando Chamorro habla sobre la explosiva situación en su país. Hoy vence el plazo para buscar un acuerdo.

Su apellido es un símbolo de lucha contra las tiranías y las violaciones de derechos humanos en América Latina. Su padre, asesinado en 1978 por el régimen de Somoza, es considerado un héroe nacional en Nicaragua. Su madre, Violeta, presidió el país tras ganar las elecciones de 1990 al líder del Frente Sandinista, Daniel Ortega. Este recuperó el poder en 2007 y ha instaurado un régimen represivo que está sometido a fuertes críticas de la comunidad internacional.

Carlos Fernando Chamorro vive exiliado en Costa Rica desde enero pasado, después de que militares ocuparan por la fuerza la redacción del periódico que dirige en Managua. Estuvo este fin de semana en Cartagena, denunciando la difícil situación de su país ante la Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), con su hermana Cristiana, presidenta de la Fundación Violeta Barrios de Chamorro.

P.

¿Cómo ve la situación de Nicaragua? ¿Por qué atrae menos atención que la de Venezuela?

R.

En Nicaragua, el estado ejerció en un lapso de 11 meses, de manera concentrada, unos niveles de violencia que posiblemente en Venezuela ocurrieron a lo largo de una década. Eso explica que haya más de 325 asesinados por el estado, 700 presos políticos y 60 mil exiliados en un país de seis millones de habitantes. Es decir, la dimensión de la crisis humanitaria, de la crisis de derechos humanos, de la crisis política y también de la crisis económica,  porque la economía está a punto de colapsar, es tremenda en Nicaragua. De manera que yo puedo entender que haya una gran atención en relación al caso de Venezuela, pero el caso de Nicaragua no es menos grave.

P.

¿Por qué habla de los últimos 11 meses? ¿Antes iban bien las cosas?

R.

Esta es una dictadura institucional que primero, después de haber ganado una elección, concentró todo el poder, rompió con las reglas democráticas, generó una crisis de legitimidad al practicar fraudes electorales, fue sancionado por Estados Unidos y por la Unión Europea… Todo  ocurrió en 2008 y 2009. Pero luego Ortega armó una alianza con el gran capital, con los grandes empresarios de Nicaragua, muy pragmática, que llevó a un cogobierno económico. Ortega delegó en los empresarios la legislación económica, y él preservó el monopolio de la política, muy parecido a lo que Somoza hizo en los años 70 en su dictadura. El régimen funcionó así por casi nueve años y generó una imagen de estabilidad económica, de crecimiento, a costa de democracia, de trasparencia y de libertad, porque era también el reino de la corrupción. Eso colapsó el 18 de abril del año pasado, a raíz de un exceso de represión del régimen que desató una matanza. Esta no se detuvo, sino que fue creciendo hasta acumular centenares de muertos, lo cual produjo también la ruptura de la alianza con los empresarios. No tanto por razones de una autocrítica de fondo de lo que era esa alianza, sino, simplemente, porque ética y políticamente era inconsistente mantener la relación con el gobierno. Todo terminó aquel mes de abril.

P.

¿Por qué los empresarios le siguieron durante años el juego a Ortega?

R.

El régimen dio condiciones muy expeditas para la inversión privada, para hacer negocios y para resolver problemas al margen de la burocracia, al margen del estado de derecho, facilitando una coparticipación en la gestión económica. Los empresarios cometieron el grave error de no poner los límites, pues una cosa es el diálogo económico entre un sector privado y un gobierno, independientemente de su signo, y otra cosa es la complacencia con el desmantelamiento de las instituciones democráticas. Ahora quizá ya es demasiado tarde. Por lo menos con este régimen ya no se puede volver al status quo anterior. Ortega no puede seguir gobernando Nicaragua. Y por eso el eje de la demanda principal para la búsqueda de un acuerdo es que se recorte su periodo presidencial, por la vía legal, y que se convoque a nuevas elecciones en el plazo más corto posible, que debería ser a inicios del próximo año.

P.

P Este es un tema interesante. Usted habla de una salida dialogada. Pero hay quienes dicen, en el caso venezolano, que un diálogo solo consigue darle oxígeno al régimen.

R.

Todavía no conocemos el resultado del diálogo. Hay una presión internacional para que este diálogo produzca un acuerdo el próximo miércoles. Hay algunos preacuerdos, relacionados con el compromiso de liberar presos y restituir libertades democráticas que están en entredicho, porque eso todavía no ha ocurrido. Hay un déficit de garantías internacionales para que se cumpla lo que se  está acordando. Pero faltan dos cosas medulares del diálogo. Una es el tema de la justicia sin impunidad, quién va a establecer la verdad y la justicia sobre estos crímenes y la otra es la reforma política para ir a elecciones anticipadas. Dependiendo de esto, vamos a ver si este diálogo tiene o no tiene futuro. En estos momentos está bajo una gran nube de incertidumbre. Lo que yo veo hoy es que los nicaragüenses estamos empeñados en cambiar una dictadura de forma pacífica, y yo quiero estar ahí para contar ese cuento.

P.

Es posible un acuerdo que no incluya el abandono de Ortega del escenario político?

R.

El diálogo actual presupone de que el seguiría en la presidencia hasta la reforma y las elecciones. ¿Esto es posible políticamente? Yo creo que no, yo creo que Nicaragua es ingobernable con Ortega en el poder, antes y después de unas elecciones anticipadas.

P.

La pretensión de que no haya amnistía, ¿no puede complicar una salida a la crisis? ¿No puede llevar a Ortega a aferrarse más al poder?

R.

Sí, es un punto conflictivo, pero es el tema medular. Nicaragua está fundado en 53 amnistías que nunca han permitido establecer las bases de la verdad y la justicia, y nunca en nuestra historia se ha producido una matanza, una masacre como esta, en tiempos de paz. Hemos tenido guerras, la guerra contra Somoza, la guerra de la contra, la guerra en la etapa de la transición, pero esto no fue una guerra, sino una matanza perpetrada por el estado y los paramilitares contra manifestantes desarmados, y por lo tanto es un tema que se vuelve inseparable de la crisis democrática.

P.

Usted es director de un medio de comunicación, ‘Confidencial’, y ha tenido que exiliarse. ¿Qué sucedió?

R.

En los primeros nueve meses de la crisis, de abril a diciembre, fuimos objeto de agresiones,  intimidación, espionaje, persecución a nuestros periodistas, robos de cámaras mientras estaban trabajando, intentos de censura etc. Sin embargo, seguíamos cumpliendo con nuestra obligación  como periodistas. El 13 de diciembre en la noche, cuanto no había nadie en la redacción, solo guardias de seguridad que cuidan en inmueble, la policía asaltó el periódico,  se lo tomaron por cuatro horas y se llevaron todo lo que pudieron. Al día siguiente, después de que nosotros llegamos a evaluar el daño, regresaron en la noche a ocuparlo militarmente. Al día de hoy, sigue ocupada la redacción de ‘Confidencial’ por la policía, y sin embargo nunca nos sacaron del aire. La mayor parte de nuestros reporteros están en Nicaragua, trabajando escondidos en diferentes lugares. Yo me exilié porque una semana después, el 21 de diciembre, se produjo el asalto contra 100 por ciento noticia, desconectaron la trasmisión del canal de televisión, capturaron a Miguel Mora y Lucía Pineda, y les abrieron, les inventaron un proceso criminal penal. Hoy cumplen 100 días de estar presos. Yo supe que la detención de ellos correspondía a una orden de Ortega para detener a varios periodistas, incluyendo mi persona. En ese momento me enfrenté con el dilema de esperar a que eme metieran en la cárcel o ponerme en resguardo y exiliarme en Costa Rica para seguir haciendo periodismo. Eso hicimos yo y una parte de mis reporteros, pero, repito, la mayor parte sigue estando y trabajando en Nicaragua.

P.

Su padre, Pedro Joaquín Chamorro, fue un ídolo de los periodistas de América Latina. Fue asesinado en 1978 por luchar contra la tiranía de Somoza. Usted también lo hizo. ¿No le parece una ironía de la historia ser hoy perseguido por sus antiguos compañeros de lucha

R.

Yo luché en la revolución, fui parte de la revolución y asumo los méritos y también los errores. La revolución también cometió atropellos en contra de la libertad de prensa en un contexto de guerra distinto, pero no justificable. Fui parte de la transición política y, en 1995, fundé Medios Independientes y me separé totalmente de la actividad política partidaria, para seguir haciendo política democrática desde el periodismo. Mi padre es mi principal referencia en la vida, junto con mi madre, como ejemplo de coherencia y bueno a mí eso me inspira. Mucha gente pregunta como Ortega se convirtió en dictador. Bueno, eso no ocurrió de un día para otro, eso es una degeneración de un caudillo político, que es un fenómeno bastante compartido en otras parte de América Latina, Ortega es una estalinista tropical que, además, hizo una alianza política con su esposa, Rosario Murillo, a quien le debe posiblemente su sobrevivencia política, porque él ha sido acusado por su hija adoptiva de abuso sexual desde 1978. Es un presidente que no solo viola la constitución, también violó a su hija adoptiva y así presidió Nicaragua durante 11 años. 

P.

¿En qué momento decidimos que un gobierno elegido bajo los formalismos democráticos se convierte en una dictadura? Lo digo pensando en Nicaragua, pero también en Venezuela. ¿Y cuales son los métodos para enfrentar estas situaciones? Usted defendió activamente la sublevación armada contra Somoza. Hay quienes apoyan ahora la opción militar en Venezuela. ¿Qué opina de este dilema desde su experiencia particular?

R.

La revolución armada fue parte de un proceso histórico en Nicaragua, pero lo que resulta también de ese proceso es que hay un germen de caudillismo político y militar. La organización predominante  en esa lucha que fue el Frente Sandinista, como una organización político militar,  no fue la que tumbó a Somoza. A Somoza lo tumbó una coalición nacional. Pero el frente tenía la legitimidad política y moral, digamos, de haber encabezado esa lucha armada. Yo pienso que en situaciones como esta caben todas las formas de lucha posible, sin desembocar en un movimiento armado. Esto es lo que Ortega desesperadamente quisiera, para justificar la represión alegando  que está enfrentando un movimiento armado. Lo que está surgiendo en Nicaragua hoy es muy confuso, es un movimiento horizontal. Esta rebelión al 18 de abril no tenía líderes con nombre y apellido, y todavía hoy es muy difícil identificar quiénes son. Tendrán que organizarse en una coalición política a futuro. Las bases de esa coalición serán democráticas, no nacidas de un iluminado, de un caudillo o de un líder político militar.

P.

¿Y en una situación como la de Venezuela? ¿Tendría legitimidad una intervención militar?

R.

Prefiero no hablar de Venezuela. En Nicaragua yo jamás invocaría a favor de una suerte de intervención armada. Sí reclamamos presión diplomática y económica contra un régimen dictatorial. Es importante que la OEA siga jugando el papel que está haciendo. La Unión Europea que también se está involucrando en este proceso, también la ONU y no exclusivamente el gobierno del señor Trump. Hay medios diplomáticos y de presión económica que son mucho más efectivos que una intervención militar. Además, por razones de principios, estaría totalmente en desacuerdo con esta.

El director de EL HERALDO, Marco Schwartz, y Chamorro, en un momento de la entrevista. Wilfred Arias.
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