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El vínculo entre Colombia y Estados Unidos atraviesa uno de sus momentos más complejos, pese décadas de cooperación. Así lo dejó entrever el embajador estadounidense John McNamara, al advertir en una entrevista reciente sobre señales que preocupan a Washington, especialmente en torno a las extradiciones suspendidas bajo el marco de la política de ‘paz total’.

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En diálogo con el diario ‘El Tiempo’, el diplomático señaló que si bien Colombia sigue siendo un aliado estratégico para Washington, se han encendido alertas por ciertos giros en la política interna del presidente Gustavo Petro.

“La relación bilateral es como un avión en turbulencia. Nuestros dos gobiernos, como copilotos, deben trabajar juntos para encontrar cielos despejados”, afirmó McNamara, quien ha ejercido funciones tanto diplomáticas como militares en el país.

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Uno de los focos de mayor preocupación en Washington es el uso de la política de ‘paz total’ como fundamento para frenar extradiciones, en particular las que involucran a narcotraficantes. Aunque Estados Unidos reconoce que Colombia ha mantenido un nivel significativo de cooperación —con 169 extradiciones realizadas en lo que va del año— el temor es que algunos actores criminales estén instrumentalizando los diálogos para evadir la justicia.

“Apoyamos los esfuerzos de paz. Siempre lo hemos hecho. Pero lo que está mal, está mal. Si alguien continúa en actividades ilícitas mientras se sienta a negociar, eso nos preocupa”, manifestó el embajador.

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El crecimiento de los cultivos de coca también fue tema de análisis. Según McNamara, las más de 250.000 hectáreas registradas generan efectos colaterales como corrupción, violencia y fortalecimiento de estructuras armadas ilegales. Aunque destacó que el Gobierno colombiano ha trazado como meta erradicar 30.000 hectáreas en 2025, advirtió que el avance hacia ese objetivo aún es lento.

La propuesta legislativa que otorgaría beneficios judiciales a jefes del narcotráfico bajo el paraguas de la ‘paz total’ también ha generado suspicacias. Si bien McNamara evitó pronunciarse sobre los detalles del proyecto, enfatizó que cualquier acuerdo debe tener en cuenta a las víctimas y que los beneficios otorgados deben pasar por filtros rigurosos.

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Consultado sobre casos puntuales como el de ‘Chiquito Malo’, cabecilla del Clan del Golfo, el diplomático respondió: “Cualquier beneficio debe ser cuidadosamente evaluado, y las víctimas deben estar en el centro de cualquier proceso de justicia”.

A pesar de las tensiones, McNamara reafirmó que Estados Unidos continúa viendo a Colombia como su principal socio económico en América Latina. En 2024, el comercio bilateral superó los 55.000 millones de dólares, con EE. UU. como mayor inversionista extranjero y receptor del 40 % de las exportaciones agrícolas colombianas.

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No obstante, también expresó preocupación por ciertas medidas comerciales adoptadas por el Gobierno colombiano, como la postergación de normas que afectan las importaciones de vehículos estadounidenses, lo que ha generado incertidumbre en el sector empresarial.

En cuanto a la creciente presencia de China como socio comercial, McNamara fue categórico: “Nuestro comercio tiene valor agregado y valores democráticos compartidos. No se trata solo de cifras, sino de confianza, reglas claras y respeto mutuo”.

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Al cierre de su intervención, McNamara instó a cuidar los vínculos entre ambos países, reiterando el respaldo que Estados Unidos ha brindado históricamente a Colombia, incluso en los momentos más complejos del conflicto armado.